Arthur Machen por H.P. Lovecraft.
Arthur Machen fue uno de los ejemplos más excepcionales del relato de terror, además de ser un hombre interesado en el ocultismo (fue miembro de la Golden Dawn) y en la mitificación, como queda expuesto en la historia de los Ángeles de Mons, en la cual forja la leyenda de un ejército de ángeles luchando en la Primera Guerra Mundial.
No es extraño que un hacedor de mitos de tamaña envergadura sea una de las fuentes para los Mitos de Cthulhu, creados por H.P. Lovecraft en base a incontables leyendas y matices folclóricos, entre los cuales se encuentra la huella indeleble de Arthur Machen.
A continuación exponemos un fragmento del ensayo El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), escrito por H.P. Lovercraft, donde nos obsequia un repaso por la obra de Arthur Machen.
Arthur Machen por H.P. Lovecraft.
Entre los creadores modernos del horror cósmico elevado a su punto artístico más alto, pocos pueden tener la esperanza de rivalizar con el versátil Arthur Machen, autor de una docena de relatos en donde los elementos de terror oculto y amenaza siniestra alcanzan una incomparable esencia y agudeza realista.
Arthur Machen, hombre de letras y dueño de un estilo exquisitamente lírico y expresivo, ha puesto, quizá, mayor empeño en su picaresca Crónicas de Clemendy (Chronicles of Clemendy), en sus lúcidos ensayos, su vívida autobiografía, sus elegantes traducciones y por encima de todo en la memorable epopeya de una mente estética y sensible titulada La colina de los sueños (The Hill of Dreams), en la cual el juvenil héroe responde a la magia de los personajes en la antigua Gales —terruño del autor— y vive una existencia onírica en la ciudad romana de Isca Silurum, antiguo sitial donde ahora descansa el pueblo de Caerleonon Usk, pleno de reliquias. Pero es un hecho que sus poderosos cuentos de terror escritos a fines del siglo pasado y principios del actual, permanecen como ejemplos únicos y definen una época en la historia de esta forma literaria.
Arthur Machen, con la susceptibilidad de su herencia celta unida a los intensos recuerdos de las colinas salvajes, los bosques arcaicos y las enigmáticas ruinas de los campos de Gwent, ha desarrollado una imaginación de rara belleza, intensidad y trasfondo histórico. Lleva, en la sangre el misterio medieval de los bosques sombríos y las antiguas costumbres, y es un enamorado de la Edad Media en todos sus aspectos -incluyendo la fe católica. Asimismo, se ha rendido al encanto de la vida en la antigua Britania Romana que floreció en su región natal; y encuentra extrañas magias en los recintos fortificados, los pavimentos de mosaico, fragmentos de estatuas y otras reliquias que recuerdan los días en que imperaba el clasicismo y el latín era el idioma del país.
Un joven poeta norteamericano, Frank Belknap Long, ha sabido expresar las virtudes y la magia verbal de este soñador en el soneto titulado Sobre la lectura de Arthur Machen:
Hay gloria en el bosque otoñal,
los viejos caminos de Inglaterra serpentean y ascienden
a través de los mágicos robles y la maraña del tomillo
hacia donde se levanta la fortaleza del poderoso imperio:
Hay encanto en el cielo otoñal;
las nubes púrpuras se retuercen en el resplandor
de una gigantesca, hoguera, y hay destellos
leonados en donde mueren las brasas.
Espero, por cuanto él ha de mostrarme, claro y frío,
en el lejano Norte el perfilado esplendor
de las águilas Romanas, y entre la áurea niebla
las legiones en marcha que surgen de ella:
Espero, porque de nuevo quiero compartir con él
la antigua fe y el antiguo dolor.
los viejos caminos de Inglaterra serpentean y ascienden
a través de los mágicos robles y la maraña del tomillo
hacia donde se levanta la fortaleza del poderoso imperio:
Hay encanto en el cielo otoñal;
las nubes púrpuras se retuercen en el resplandor
de una gigantesca, hoguera, y hay destellos
leonados en donde mueren las brasas.
Espero, por cuanto él ha de mostrarme, claro y frío,
en el lejano Norte el perfilado esplendor
de las águilas Romanas, y entre la áurea niebla
las legiones en marcha que surgen de ella:
Espero, porque de nuevo quiero compartir con él
la antigua fe y el antiguo dolor.
El más famoso de los cuentos de terror de Arthur Machen es quizá El gran dios Pan (The Great God Pan), que narra la historia de un singular y terrible experimento y sus consecuencias. Una joven mujer, por medio de una operación cerebral, tiene visiones de la vasta y monstruosa deidad de la naturaleza. Enloquece y muere a los pocos meses. Años después una niña extraña, ominosa y de aspecto extranjero llamada Helen Vaughan, queda al cuidado de una familia de campesinos en Gales, y esta criatura embruja los bosques de una manera inexplicable.
Un niño pierde la razón al espiar junto a ella alguien o algo inaudito, y una muchacha sufre el mismo y terrible destino. Todo este misterio está extrañamente relacionado con antiguos fragmentos de esculturas diseminados por la región y que representan deidades romanas. Pasan algunos años y una mujer de belleza exótica e inquietante aparece en sociedad, arrastra a su esposo hacia el horror y la muerte, impulsa a un artista a pintar inconcebibles imágenes del Sabbat de las brujas, provoca una epidemia de suicidios entre los hombres que se relacionan con ella, y finalmente se la descubre en los más bajos antros de vicio en Londres, donde hasta los más perversos se horrorizan por sus enormidades.
A través de una laboriosa comparación de datos realizada por aquellas personas que escucharon hablar de ella en varias etapas de su carrera, pudo saberse que esta mujer era la niña Helen Vaugham, quien a su vez había nacido inauditamente de la joven víctima, del siniestro experimento. Ella es la hija del gran dios Pan, que por último muere entre horribles transmutaciones de forma descendiendo a las más primigenias manifestaciones del principio vital.
Pero el atractivo del cuento está en la forma de narrar. Es necesario seguir con atención el precioso orden con que Arthur Machen despliega sus graduales vislumbres y revelaciones para recién poder describir el creciente suspenso y horror que impregna cada párrafo. El melodrama está presente y las coincidencias abundan a un punto tal que nos parecen absurdas bajo el análisis; pero esas nimiedades desaparecen en la maligna hechicería del relato, y el lector sensible concluye la lectura con un deleitable estremecimiento y una tendencia a repetir las palabras de uno de los protagonistas:
—Es demasiado increíble, demasiado monstruoso; esas cosas no pueden existir en este mundo tranquilo... Pues si ello fuera posible, nuestra tierra sería una pesadilla.
Menos famosa y menos compleja en su estructura que El gran dios Pan, pero definitivamente superior en atmósfera y valor artístico, es la curiosa y sugestiva crónica titulada El pueblo blanco (The White People), cuya parte principal supone ser el diario o notas de una joven a quien su niñera introduce en los oscuros secretos de la magia y en siniestros cultos brujeriles cultos de tradición legendaria susurrados por inmemoriales generaciones de campesinos a través de toda Europa, y cuyos adeptos salen furtivamente por las noches, uno a uno, reuniéndose en bosques sombríos y lugares solitarios para celebrar las tertulias del Sabbat Negro.
La narración de Arthur Machen, un triunfo de sobriedad artística e inteligente selección, acumula enorme poder a medida que se introduce en un mundo de alusiones extrañas expresadas en lenguaje inocente e infantil: "ninfas", "Doles", "vulas", "ceremonias blancas", "juegos Mao" y demás (ver: «Cánticos de Dhole»: Lovecraft, Tolkien, y una fuente común en Arthur Machen).
Los ritos que la niñera aprendió de su abuela le son trasmitidos a la niño cuando ella tiene tres años de edad, y la sencilla descripción de las peligrosas y oscuras revelaciones poseen un horror insidioso generosamente mezclado con patetismo. Hechizos malignos bien conocidos por los antropólogos están expresos con infantil ingenuidad, y por último llega un viaje de atardecer invernal hacia las viejas colinas de Gales, en donde el poder de una imaginación en éxtasis otorga al ya desolado paisaje un clima palpable de extraña y grotesca irrealidad. Los detalles de este viaje tienen una maravillosa intensidad que para el ojo crítico conforman una obra maestra de literatura fantástica, con su poder casi ilimitado para sugerir titánicos horrores y aberración cósmica. Finalmente, la niña, que ya tiene trece años, encuentra un objeto de enigmática y funesta belleza en el corazón de un bosque inaccesible. Un siniestro horror se cierne sobre ella -amenaza prefigurada por el autor en las primeras páginas del cuento-, pero la niña escapa ingiriendo veneno.
Al igual que la madre de Helen Vaughan en El gran dios Pan, ella ha contemplado esa espantosa deidad. Encuentra su cuerpo en el bosque junto al objeto misterioso que ella había hallado. Los hombres, aterrados, destruyen ese objeto -una escultura pagana de blanco resplandor, centro y origen de terribles rumores medievales.
En la novela episódica Los tres impostores (The Three Impostors), una obra cuyo mérito general está debilitado por una imitación de los manierisinos de Robert Stevenson, incluye ciertos relatos que tal vez representen el punto más alto del talento de Arthur Machen como artesano del terror.
Aquí encontramos elaborado en forma artística un concepto favorito del autor; la noción de que por debajo de los montes y las rocas de las colinas inhóspitas de Gales habita una raza subterránea de seres primigenios, cuyos vestigios dieron origen a las leyendas populares de hadas, elfos y el "pequeño pueblo", y a quienes se considera, aún en la actualidad, como responsables de ciertas desapariciones inexplicables y ocasionales substituciones de "niños oscuros" por infantes normales.
Este tema recibe su más brillante ejecución en el episodio titulado La novela del Sello Negro, donde un profesor, tras descubrir una singular identidad entre ciertos caracteres enigmáticos garabateados en rocas calcáreas de Gales con los signos de un sello prehistórico de Babilonia, emprende una investigación que lo arrastra a eventos desconocidos y terribles.
Un curioso párrafo en los escritos del antiguo geógrafo Solinus, una serie de desapariciones misteriosas en solitarias regiones de Gales, una campesina que da a luz un niño idiota tras una experiencia de espanto; todas esas cosas le sugieren al profesor horribles relaciones y unas circunstancias odiosas para cualquier persona que respete a la raza humana. Toma a su servicio al muchacho idiota quien a veces balbucea extrañamente con un repulsivo siseo y sufre curiosos ataques epilépticos. En cierta oportunidad, tras uno de esos ataques nocturnos en el estudio del profesor, se manifiestan inquietantes olores y rastros de presencias anormales; y poco tiempo después el profesor deja un voluminoso manuscrito tras él y se pierde en las tenebrosas colinas con febril ansiedad y un extraño terror en el corazón. Jamás regresa, pero junto a una fantástica piedra en la región más salvaje se descubren su reloj, dinero y anillo envueltos en un pergamino marcado con los mismos caracteres del sello babilonio y la roca de las montañas galesas.
El manuscrito explica lo suficiente como para suscitar las más espeluznantes visiones. El profesor Gregg, a partir de la masiva evidencia presentada por las misteriosas desapariciones, la inscripción en la roca, las descripciones de los antiguos geógrafos y el sello negro, tuvo la certeza de que una oscura raza de seres primigenios de antigüedad inmemorial perduraba en las entrañas de las colinas solitarias de Gales. Investigaciones posteriores permitieron descifrar el enigmático mensaje del sello negro, y revelaron que el muchacho idiota, vástago de un padre inconcebible, era el heredero de monstruosas memorias y conjeturas. En aquella extraña noche en su estudio, el profesor había invocado a "la terrible transmutación de las colinas" con ayuda del sello negro, despertando en el híbrido idiota los horrores de su espantosa paternidad. Vio... que su cuerpo se hinchaba y se distendía como una vejiga, mientras el rostro se ennegrecía. Y cuando los supremos efectos de la invocación se manifestaron, el profesor Gregg contempló el pánico cósmico en su forma más oscura.
Tuvo conciencia del abismo insondable de anomalías que había dejado en libertad y fue hacia las colinas preparado y resignado. Se enfrentaría con el inaudito "Pequeño pueblo", y el manuscrito finaliza con una observación racional: Si por desgracia no regreso de mi viaje, no hay necesidad de conjurar aquí una imagen de mi espantoso destino.
En Los tres impostores se incluye también La novela del polvillo blanco, o Vinum Sabbati (Vinum Sabbati) que se acerca a la absoluta culminación del miedo aberrante.
Francis Leicester, un joven estudiante de leyes, abrumado por el trabajo y el encierro, tiene una receta, que le ha facilitado un viejo boticario no muy cuidadoso acerca del estado de sus drogas. La substancia, según se revela después, es una sal muy peculiar que el tiempo y los cambios de temperatura, han transformado accidentalmente en algo muy extraño y terrible; para ser breve, nada menos que el vinum sabbati medieval, cuya libación en las horribles orgías del Aquelarre Negro causaba espantosas transformaciones y —utilizado con desatino— consecuencias indecibles. Con toda inocencia, el joven ingiere regularmente el polvillo en un vaso de agua después de las comidas; y al principio siente substanciales beneficios.
Gradualmente, sin embargo, esa mejoría se convierte en disipación; se ausenta a menudo de su casa y aparecen rastros de un repelente cambio psicológico. Cierto día una extraña mancha lívida surge en su mano derecha, y él retorna entonces a su encierro ocultándose en su habitación y no admitiendo a nadie de su familia. Un doctor solicita verlo, pero sale de la habitación temblando de horror y diciendo que él no puede hacer ya más nada en esa casa. Dos semanas después, la hermana de Francis, desde la calle, vislumbra una figura monstruosa en la ventana de la habitación del enfermo; y los sirvientes declaran que la comida que se le deja al lado de la puerta cerrada está sin tocar.
Los llamados sólo obtienen como respuesta un sonido deslizante y una voz densa y apenas audible que pide que lo dejen solo. Al fin, una criada estremecida observa un hecho espantoso. El techo de la habitación debajo de la de Leicester está manchado con una odiosa substancia oscura que gotea dejando charcos de viscosa abominación sobre la cama. El doctor Haberden, a quien se persuade para volver a la casa, derrumba la puerta de la habitación del joven y armado con una barra de hierro golpea una y otra vez a la criatura blasfema y semiviva que allí se encuentra. Es una masa negra y pútrida, hirviente de corrupción, ni líquida ni sólida, fundiéndose y cambiando constantemente. Puntos ardientes como ojos brillan en medio de ese horror, y antes del final intenta levantar lo que podría haber sido un brazo. Poco después el doctor, incapaz de soportar el recuerdo de lo que había visto, muere en el mar mientras viajaba a América en busca de una nueva vida.
Arthur Machen regresa al "Pequeño pueblo" en los cuentos La mano roja (The Red Hand) y La pirámide de fuego (The Shining Pyramid). En el relato titulado El terror —escrito durante la época, de la Gran Guerra— trata de manera muy obvia la decadencia espiritual del hombre moderno y el posterior cuestionamiento de su supremacía por parte del reino animal, que se une para exterminarlo. Más sutil, y pasando del mero horror al genuino misticismo es El gran retorno (The Great Return), una historia del Grial y también producto del período de guerra.
Demasiado conocido para necesitar descripción es el cuento Los arqueros (The Bowmen), que tomado como un hecho real, provocó la muy difundida leyenda de Los Ángeles de Mons, fantasmas de los viejos guerreros británicos de Crecy y Agincourt que, milagrosamente, pelearon en 1914 junto a las tropas inglesas en los campos de Francia.
H.P. Lovecraft (1890-1937)
Arthur Machen. I H.P. Lovecraft.
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1 comentarios:
Un verdadero genio, poco más hay que decir, mucho hay que leer.
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