La iglesia de los vampiros


La iglesia de los vampiros.




Ya hemos hablado sobre sectas de vampiros, sociedades secretas de vampiros, e incluso de algunas apariciones de vampiros de la Biblia; en esta ocasión hablaremos de la casi desconocida Iglesia de los vampiros.

Desde ya, no se trata de una iglesia perdida en la imaginación de algún autor relacionado con la novela gótica, ni de grupos de fanáticos que parodian los ritos católicos, por el contrario, la Iglesia de los vampiros no es otra que la Iglesia que conocemos, al menos en parte.

Comencemos por trasladarnos al año 1047 d.C. El lugar: Nóvgorod, Rusia, dentro del palacio del príncipe Vladimir.

Deseoso de unificar las diversas creencias rusas, y, de paso, aplastar el paganismo que proliferaba en las estepas, el príncipe Vladimir encargó la traducción de numerosos manuscritos cristianos al cirílico, el único que era capaz de leer sin abochornar a sus oyentes.

Algunas décadas antes, casi a comienzos del siglo XI, circuló por Rusia un extraño culto llamado Upyri, cuya traducción literal es: «vampiros».

Los Upyri eran una secta pagana que creía en la existencia de los Upir, raza de vampiros implacables del folklore ruso, a quienes imitaban organizando tertulias aberrantes y llenas de excesos, donde se bebía la sangre de animales y, en ocasiones, incluso humana.

Los Upyri fueron perseguidos durante años hasta que su número se redujo dramáticamente. Finalmente fueron masacrados a orillas del Vóljov, sitio maldito desde entonces, donde la hierba, dicen, crece con una coloración rojiza.

Muchos acólitos del rito de los Upyri se suicidaron al ser sorprendidos por los soldados reales, pero otros escaparon hacia el lago Ilmen, donde los miembros más acaudalados tenían botes aguardándolos.

Ahora bien, los Upyri fueron debidamente registrados por varios historiadores, aunque su culto y organización permanecieron en un prudente misterio, ya que ninguno de sus miembros había sido capturado con vida, de modo que los soldados que atestiguaron aquel suicidio grupal solo pudieron informar lo poco que ya hemos mencionado: bailes indecorosos y ofrendas de sangre a esas sedientas entidades vampíricas llamadas Upir.

Volvamos al 1047 d.C.

La traducción de los textos cristianos fue encargada a un monje erudito llamado Likhyi. Sólo alcanzó a terminar el primero antes de desaparecer para siempre en el mito, El libro de los Salmos, donde utiliza recurrentemente la palabra Upir, alcanzando el dudoso honor de ser éste el primer libro católico en mencionar a los vampiros.

El libro fue leído una sola vez en público antes de ser corregido. Fue durante una misa en las afueras de Nóvgorod, cuyos feligreses, dice la leyenda, eran los miembros sobrevivientes de los Upyri, desde luego, disimulados entre la multitud.

Los correctores fueron diligentes. No obstante, el nombre completo del traductor original, aquel monje misterioso que desapareció para la historia, se conservó perfectamente: Upir Likhyi, literalmente: «Vampiro Perverso», título que ostentaba el abominable Rey de los Upyri (ver: El lenguaje de los vampiros)

Los Upyri y su culto pasaron a engrosar las creencias subterráneas de pequeños grupos organizados, ya sin influencia ni capacidad de operar abiertamente. Aún hoy se desconoce a qué clase de dioses vampíricos adoraban, más allá de los Upir; sin embargo, Lilith parece haber sido parte de una trinidad siniestra mientras que los Brucolacos eran espiritualmente incorporados por los sacerdotes durante sus abominables eucaristías.




Leyendas de vampiros. I Razas y clanes de vampiros.


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