El gran romance: anónimo

El gran romance (The Great Romance) es una novela utópica anónima publicada en Nueva Zelanda en 1881. 

Para muchos estudiosos significó una gran influencia en la novela utópica más popular del siglo XIX: Mirando atrás (Looking Backward), de Edward Bellamy.

Fue publicada en dos partes, ambas realmente cortas. Originalmente apareció firmada por un seudónimo: El habitante (The Inhabitant), detalle que recién comenzó a adquirir significancia cuando la novela fue ganando popularidad.

El gran romance narra la historia de un joven científico llamado John Hope, quien en 1950 (ya el futuro desde la óptica del autor) logra entrar en una estado de suspensión animada y despertar 193 años después, es decir, en 2143. Allí se enamora de una mujer, Edith Weir, descendiente de John Malcom Weir, el científico que originalmente lo había estimulado a expermentar el "gran sueño".

Nuestro John Hope se halla en un mundo donde toda la población tiene capacidad telepáticas desarrolladas. Los secretos han sido suprimidos, así como las traiciones y las sorpresas, ya que todos son como una especie de libros abiertos para los demás.

Ahora bien, en un mundo donde todos lo saben todo acerca de todos, el amor aparece como algo raro, extraordinario, que sucede con menos frecuencia de lo que uno podría especular. Sin posibilidades de mentir, de omitir, de suavizar imperfecciones, de conquistar mostrando lo mejor de cada uno, el cortejo se ha vuelto más directo y casi completamente libre de burocracias.

Será redundante aclarar que El gran romance no se encuentra disponible en español.




Más novelas góticas. I Novelas de terror.


Más literatura gótica:
El resumen de la novela: El gran romance (The Great Romance) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

0 comentarios:



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Relato de August Derleth..
Poema de Percy Shelley..
Análisis de «Más allá del muro del sueño»..

Relato de May Sinclair.
Espíritus que golpean las paredes.
Relato de Elizabeth Bowen.