«El Changeling»: Charlotte Mew; poema y análisis


«El Changeling»: Charlotte Mew; poema y análisis.




El Changeling (The Changeling) es un poema victoriano de la escritora inglesa Charlotte Mew (1869-1928), publicado en la antología de 1926: La novia del granjero (The Farmer's Bride).

El Changeling, uno de los grandes poemas de Charlotte Mew, hace refencia a una extraña criatura de las leyendas de hadas: el Changeling, esencialmente el hijo de un hada que es criado inadvertidamente por una mujer humana, siendo su verdadero hijo sustituido por aquel.

El decir que el Changeling es, fundamentalmente, un impostor. Su verdadera naturaleza, sin embargo, a veces logra expresarse a través de cierta torpeza, cierta dificultad para articular los movimientos de un cuerpo que no es el suyo. Charlotte Mew probablemente se sentía de este modo. En definitiva, su época no le permitía expresar sus verdaderas inclinaciones; estaba, al igual que el Changeling, atrapada en el cuerpo equivocado (ver: Atrapado en el cuerpo equivocado: la identidad de género en el Horror).

El Changeling de Charlotte Mew es un poema brillante, capaz de expresar con exquisita delicadeza ese sentimiento de separación, de marginación de la sociedad, de impostura frente a la imposibilidad de expresarse en términos de deseo.

Charlotte Mew, acosada por la locura se quitó la vida bebiendo una botella de desinfectante (ver: Charlotte Mew y la locura hereditaria). También dejó instrucciones para que su arteria principal fuese cortada antes del funeral. Había considerado seriamente en la posibilidad de ser enterrada viva.




El Changeling.
The Changeling, Charlotte Mew (1869-1928)

No toquen ninguna campana para mí, queridos padres,
no desperdicien suspiros;
están mis hermanas, está mi hermano pequeño
que juega en un lugar llamado Paraíso,
todos tus hijos, tus hijos para siempre;
pero yo, tan salvaje,
tu desgracia, con un extraño rostro marrón,
no fui del todo tu hija.

En el jardín, mientras jugaba todo el día, el verano pasado,
a lo lejos escuché el dulce trinar
de un extraño recién llegado,
la llamada más querida y clara de un pájaro.
Vivía allí abajo, en el profundo hueco verde,
mi propio antiguo hogar, y las hadas dicen
que la palabra de un pájaro debe seguirse,
así que la seguí, durante una noche y un día.

Una noche, también, junto al fuego de la guardería,
nos acurrucamos y nos quedamos muy quietos;
de repente, cuando el viento soplaba más fuerte,
algo rasguñó el alféizar de la ventana,
se asomó una cara marrón, pellizcada;
me estremecí; nadie lo escuchó ni pareció verlo;
sus brazos se agitaron y sus alas temblaron:
supe que había venido por mí.

¡Algunos son tan malos como pueden ser!
Durante toda la noche bailaron bajo la lluvia,
dando vueltas y vueltas en una ronda que goteaba,
arrojaron sus gorras al cristal a la ventana,
trataron de hacerme gritar y aullar
y arrojar lejos la ropa de cama:
quise quedarme bajo las frazadas,
¡si tan solo hubieras dejado una luz encendida,
nunca me habrían llevado!

A veces no te hablaba, ya ves, no respondía,
y es porque en los largos y oscuros atardeceres
puedes escuchar el mundo entero susurrando;
las tímidas hierbas verdes que hacen el amor,
las plumas que crecen en la paloma gris,
el pequeño latido del corazón del colirrojo,
el golpeteo de los pies de la ardilla,
los guijarros arrastrados por las corrientes plateadas,
los juncos que hablan en sueños,
el silbido de las alas negras del murciélago,
el dulce tintineo de la campanillas azules,
la madera salvaje, zumbando;
todo lo que hay para escuchar
en el corazón de las cosas ocultas.
Pero nada de eso se oye entre el alboroto de los niños,
es por eso que deseaba el silencio,
no podía hacer mis sumas, ni cantar, ni tranquilizarme.
Y cuando, por eso, me enviaron arriba,
me arrodillé para decir mis oraciones;
¡pero el rey que se sienta en el campanario de tu iglesia
no tiene nada que ver con nosotras, las hadas!

A veces te complací, querido padre, querida madre,
aprendí todas mis lecciones y me gustó jugar,
y me adoré al hermanito pálido
a quien otro pájaro debe haber llamado.
¿Por qué me trajeron aquí para hacerme
no tan mala ni tan buena?
¿Por qué, a menos que sean malvados, quieren,
a pesar de eso, llevarme de regreso
a su bosque húmedo y salvaje?
Ahora, cada noche veré brillar las ventanas,
el resplandor de la lámpara dorada y el brillo rojo del fuego,
mientras nosotros jugamos entre las ramas ramas enroscadas,
cantando entre los árboles junto a la corriente.
Negras y frías son sus noches en el mundo;
y viven tanto tiempo y no sienten dolor:
creceré, pero nunca envejeceré,
siempre, siempre tendré mucho frío,
y nunca más regresaré.


Toll no bell for me, dear Father dear Mother,
Waste no sighs;
There are my sisters, there is my little brother
Who plays in the place called Paradise,
Your children all, your children for ever;
But I, so wild,
Your disgrace, with the queer brown face, was never,
Never, I know, but half your child!

In the garden at play, all day, last summer,
Far and away I heard
The sweet "tweet-tweet" of a strange new-comer,
The dearest, clearest call of a bird.
It lived down there in the deep green hollow,
My own old home, and the fairies say
The word of a bird is a thing to follow,
So I was away a night and a day.

One evening, too, by the nursery fire,
We snuggled close and sat roudn so still,
When suddenly as the wind blew higher,
Something scratched on the window-sill,
A pinched brown face peered in--I shivered;
No one listened or seemed to see;
The arms of it waved and the wings of it quivered,
Whoo--I knew it had come for me!
Some are as bad as bad can be!
All night long they danced in the rain,
Round and round in a dripping chain,
Threw their caps at the window-pane,
Tried to make me scream and shout
And fling the bedclothes all about:
I meant to stay in bed that night,
And if only you had left a light
They would never have got me out!

Sometimes I wouldn't speak, you see,
Or answer when you spoke to me,
Because in the long, still dusks of Spring
You can hear the whole world whispering;
The shy green grasses making love,
The feathers grow on the dear grey dove,
The tiny heart of the redstart beat,
The patter of the squirrel's feet,
The pebbles pushing in the silver streams,
The rushes talking in their dreams,
The swish-swish of the bat's black wings,
The wild-wood bluebell's sweet ting-tings,
Humming and hammering at your ear,
Everything there is to hear
In the heart of hidden things.
But not in the midst of the nursery riot,
That's why I wanted to be quiet,
Couldn't do my sums, or sing,
Or settle down to anything.
And when, for that, I was sent upstairs
I did kneel down to say my prayers;
But the King who sits on your high church steeple
Has nothing to do with us fairy people!

'Times I pleased you, dear Father, dear Mother,
Learned all my lessons and liked to play,
And dearly I loved the little pale brother
Whom some other bird must have called away.
Why did they bring me here to make me
Not quite bad and not quite good,
Why, unless They're wicked, do They want, in spite,
to take me
Back to Their wet, wild wood?
Now, every nithing I shall see the windows shining,
The gold lamp's glow, and the fire's red gleam,
While the best of us are twining twigs and the rest of us
are whining
In the hollow by the stream.
Black and chill are Their nights on the wold;
And They live so long and They feel no pain:
I shall grow up, but never grow old,
I shall always, always be very cold,
I shall never come back again!


Charlotte Mew
(1869-1928)




Poemas góticos. I Poemas de Charlotte Mew.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Charlotte Mew: El Changeling (The Changeling), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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