La Angustia es lo que nos salva de caer eternamente.
El filósofo danés Søren Kierkegaard llegó a una conclusión asombrosa en su libro de 1844: El concepto de la angustia (Begrebet Angest): en este mundo donde todo puede pasar, desde lo más horroroso a lo más placentero, son el Miedo y la Angustia lo que nos impide caer para siempre.
¿Caer? ¿Desde dónde?
Kierkegaard brinda algunas precisiones interesantes al respecto, que analizaremos más adelante, pero por ahora podemos suponer que la Angustia, en este contexto, es un medio salvación, una barrera, algo que nos amarra a la realidad ilusoria que hemos construido con tanto esfuerzo.
Caer, en este contexto, es una forma de descenso, de degradación, de un estado superior —y no muy bueno, por cierto— hacia uno inferior, aunque no necesariamente peor. La Angustia, entonces, impide que nos arrojemos al vacío, literalmente.
Hagamos el ejercicio Kierkegaardiano de imaginar un mundo en el que el robo no sea un delito, y por lo tanto no esté penado, ya sea por las leyes de la sociedad como por la moral y la ética. ¿Qué sucedería entonces?
El Miedo —a cometer un delito, a las consecuencias de nuestros actos— nos protege de ese estado, según el filósofo, inferior, en donde todo está permitido y, por lo tanto, donde la sociedad es inviable justamente porque los contratos sociales que nos unen no tienen valor alguno.
Kierkegaard entendía al Miedo en términos estéticos, no prácticos, de modo tal que recomienda a sus lectores entrenarse en las posibilidades más terribles que puedan imaginar. Una de las actividades más nobles del ser, asegura el filósofo, es anticiparse a su destino, la muerte, a través del miedo, y de esa forma aceptar cualquier experiencia terrible como parte de un proceso de preparación para lo inevitable.
En cierto modo, Kierkegaard es un defensor del Horror, en términos de género literario, cuando este todavía estaba en pañales. La mamadera, en ese entonces, la calentaba Edgar Allan Poe.
En la obra de E.A. Poe los conceptos de Kierkegaard estan casi ausentes, salvo la noción de que el Miedo puede derretir nuestro mundo, y que al disolver nuestra realidad limitada nos abre las puertas de lo fantástico, la cual, paradójicamente, es el inicio de un viaje de introspección.
Pongamos un ejemplo práctico:
En La caída de la Casa Usher (The Fall of the House of Usher), los eventos que llevan al derrumbe de la mansión son la expresión exterior de la psicología de los personajes. El colapso de la casa es análogo al deterioro psicológico de los protagonistas, es decir, lo exterior —la realidad— refleja un estado interior del ser. Kierkegaard es más práctico, y supone que nuestro Miedo es la expresión interior de los acontecimientos exteriores, no como reacción condicionada, digamos, sino como efecto de una causa mucho más inquietante.
Decir que lo de afuera influye en lo de adentro parece redundante. Después de todo, sentir miedo cuando algo exterior nos influye es perfectamente lógico, pero para nada redundante, porque el Exterior, en su forma más acabada, puede ser también Libertad, y es eso a lo que se refiere el filósofo cuando habla de «caer eternamente»: del miedo a la libertad absoluta.
Para Kierkegaard, el Miedo evolucionó en los seres humanos, se volvió más refinado, y se define por el concepto de Angustia.
Pero, ¿qué es la Angustia?
La Angustia es Miedo, solo que un miedo poco definido, un miedo no se sabe exactamente a qué, ni por qué, pero que está presente de un modo muy intenso en todos nosotros. Para Kierkegaard, la Angustia posee estas características difusas para enmascarar su verdadera naturaleza, y de ese modo evitar que caigamos hacia un estado inferior.
Para explicar la naturaleza de la Angustia, el filósofo utiliza la imagen de un hombre parado al borde de un precipicio. Cuando este se asoma hacia el abismo, experimenta una sensación concreta: miedo a caer; o mejor dicho, cree que siente miedo a caer. A lo que teme secretamente es a arrojarse al vacío.
Aquellos que sientan vértigo en determinadas circunstancias quizás entiendan esta sensación. El sujeto al borde del precipicio siente un miedo definido, concreto: caer, pero también angustia ante el impulso de arrojarse intencionalmente al vacío. Kierkegaard utiliza esta experiencia de angustia para representar nuestro miedo a la Libertad, una libertad que, por cierto, no tiene nada que ver con algo grato o satisfactorio, al menos no necesariamente, sino con una libertad cruda: la completa y absoluta libertad de elegir si vamos a arrojarnos o no al vacío.
El simple hecho de que tengamos la libertad de hacer algo, incluso cuando hablamos de las posibilidades más atroces, como quitarse la vida, o quitársela a alguien más, dispara en nuestra psique una barrera de defensa, llamada Angustia. Esa sensación de vértigo es lo que el filósofo denomina «mareo de libertad», un arnés, si se quiere, que nos impide caer eternamente.
Egosofía. I Taller literario.
Más literatura gótica:
- Cómo vencer, acompañado, el miedo a la soledad.
- El miedo a no poder despertar.
- ¿Por qué no hablamos sobre el miedo?
- 5 miedos atávicos que utilizan todas las películas de terror.
1 comentarios:
Muy interesante, gran artículo. Muchas gracias por compartirlo.
Publicar un comentario