¿Quién es el asesino? ¡El lector!
El relato de detectives, la novela policial, el cine de género, todos nos han ofrecido un amplio catálogo de posibles asesinos: el mayordomo, el gorila, el narrador, el actor ignoto (pero de rostro semiconocido, que delata cierta criminalidad), incluso la propia víctima, han terminado siendo los verdaderos responsables del homicidio, casi siempre descubiertos por un investigador sagaz.
Todo parece indicar que el género está agotado. Desde Dupin para acá, se han explorado todas las posibilidades. Bueno, no todas exactamente.
Umberto Eco, en el ensayo Estructura de la novela de detectives, anunció que el grupo OULIPO, dedicado a rastrear patrones y estructuras literarias a través de las matemáticas, analizó todas las historias sobre asesinatos, y descubrió, con cierta alarma, que todavía queda una por escribir; una historia en la que el asesino sea el lector.
Antes de continuar debo advertirle, estimado lector, que a partir de aquí usted también es un sospechoso.
Los investigadores de la OULIPO diseccionaron situaciones y mecanismos conocidos en el género policial. Como era de esperar, encontraron un sinnúmero de posibilidades ya utilizadas, salvo una: que el asesino sea el lector. A partir de allí surgieron algunas rarezas dignas de ser mencionadas.
François le Lionnais, miembro de OULIPO, reveló los culpables más inusuales en la en la ficción detectivesca: Satanás (encarnado en el asesino), Dios, un animal, y el más audaz de todos: el narrador; cuestión que involucra directamente a Agatha Christie, acusada de jugar sucio con el lector al convertir al narrador en el culpable en El asesinato de Roger Ackroyd (The Murder of Roger Ackroyd). Esta obra propulsaría las reglas de Henry Van Dine, que establecen de algún modo los parámetros lícitos del género.
Otra categoría interesante incluye la posibilidad de que el nombre del culpable aparezca en la portada del libro. Esto permitiría que el asesino sea el autor del libro, no necesariamente el narrador.
Ahora bien, hacer que el lector sea el asesino es un asunto difícil, por no decir imposible; sin embargo, François Le Lionnais afirmó que él mismo había descubierto una solución racional para convertir al lector en el culpable. Desde entonces se han intentado varias soluciones.
La de Jean-Louis Bailly es una de las más ingeniosas. En la novela: La dispersión de las cenizas (La Dispersion des Cendres), el narrador, que quiere terminar con su vida, aclara que, al alcanzar cierto número de ventas, las regalías del libro irán a parar automáticamente a un asesino a sueldo, contratado para matarlo en esas circunstancias, de manera tal que los lectores, por el simple hecho de comprar el libro, están pagándole al sicario. En la tira publicitaria sobre la cubierta del libro puede leerse:
Si compras este libro, eres un asesino. Si lo lees, sabrás por qué.
La misteriosa propuesta de Lionnais de convertir al lector en el asesino finalmente se resolvió en 1989, con el relato de Peter Lovesey: Youdunnit, o «Tulohiciste».
Youdunnit es un relato corto, de unas ocho páginas. El título es fundamental, como en toda historia breve, ya que esa palabra se incluye en la primera página donde comienza el relato, es decir, es el incipit, la primera palabra del texto, con lo cual juega un papel sumamente importante en el desarrollo de la historia.
El pronombre You, «tú», se repite inmediatamente y se aísla en la primera página, solo para asegurarse de que hemos entendido la premisa: el personaje principal del cuento es el lector. De hecho, un personaje desconocido, llamado alguien, nos pide amablemente que entremos en la historia, después de advertirnos que quizás no soportemos el resultado, ya que se trata de la historia de un asesinato. Seguir leyendo es acordar que, a partir de ahí, somos el protagonista.
Ese intercambio metaficcional incluye la aparición de un relato dentro de otro relato, así como homenajes, principalmente a Edgar Allan Poe y Dorothy L. Sayers; y por fin la solución al enigma de Le Lionnais, quien afirmó en una ocasión:
Uno de estos días espero descubrir que el el lector lo hizo.
Y esto es exactamente lo que ocurre en Youdunnit.
Por alguna razón, el extraño narrador parece saber todo lo que el lector estuvo haciendo, incluida el arma que hemos utilizado para cometer el crimen. Naturalmente, no revelaré aquí estos detalles, pero baste decir que la historia culmina con un giro asombroso, realmente.
Algo similar, aunque no en términos sobrenaturales, se observa en un cuento de Graham Greene titulado: Prueba positiva (Proof Positive), en el que un espiritista le dice a su audiencia que el espíritu sobrevive al cuerpo; y ciertamente sabe de qué está hablando ya que está muerto desde hace una semana.
Otra solución interesante al dilema del lector como asesino fue explorada por Max Dorra en el cuento: ¿Me permites decirte que mataste? (Vous permettez que je vous dise tue?), que comienza con la siguiente afirmación:
Voy a narrar la historia de un asesinato. Normal, para una novela de detectives, El problema es que el asesino eres tú. Sí, tú.
Más allá de estos intentos, muchos de los cuales resultan verdaderamente ingeniosos, resulta difícil imaginar una historia en la que el lector sea el asesino, realmente el asesino, y que esta culpabilidad se distribuya sobre todos los lectores que caigan sobre sus páginas.
Le Lionnais afirma haber encontrado una solución racional al problema, pero se abstuvo de compartirla; y no lo culpamos. Distribuir esa hipótesis implica que él, antes que cualquier autor que la utilice, y cualquier lector que termine siendo empujado a cometer un crimen insensato, sea en realidad el verdadero responsable, con lo cual la formulación de su propuesta automáticamente la invalidaría.
Taller literario. I Egosofía.
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1 comentarios:
Original planteo.
Un recurso puede ser la elipsis, algo que se puede hacer en una historieta.
Sugiriendo en varias viñetas que está por ocurrir un asesinato. Pasar a un plano exterior, con un grito. Y un ave nocturna mirando hacia el lector, como acusador.
Se acaba de sugerir un asesinato, pero no se lo muestra. El lector, sugerido por las escenas, es quien ha decidido que hay una muerte violenta. Por lo tanto es el asesino, salvo que sea un lector desconfiado.
¿Podría hacerse en una novela o cuento?
Seguramente, el autor es el asesino. Es quien decide matar a un personaje, por más que use argumentos como la autonomía de los personajes. Incluso es el autor intelectual.
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