Por qué algunas palabras se nos quedan en la PUNTA DE LA LENGUA.
A todos nos ha ocurrido: venimos hablando normalmente y, en cierto punto, nos quedamos en blanco.
Peor que en blanco, porque sabemos perfectamente lo que queríamos decir, la palabra exacta que íbamos a emplear, solo que no la recordamos, aunque la tengamos en la PUNTA DE LA LENGUA.
Es frecuente que nuestro interlocutor, al presenciar nuestro estado de absoluto estupor, empiece a sugerir algunos términos sustitutos. Pero no. Rara vez el otro acierta la palabra que se ha quedado en la punta de la lengua.
—Hoy me siento un poco...
—¿Cansado?
—No, no es cansado. Me siento...
—¿Nervioso?
—Sí, bueno, no. No es exactamente nervioso. Es... Ay, ¡pero si lo tengo en la PUNTA DE LA LENGUA!
A continuación intentaremos descifrar por qué en ciertos momentos algunas palabras se resisten a salir: sustantivos, adverbios, adjetivos, e incluso nombres propios.
Uno puede trazar la filmografía de un actor, la discofrafía completa de un músico, y aún dibujar sus rostros con macabra precisión, pero a veces sencillamente no recordamos su maldito nombre. ¿Qué ha ocurrido en nuestro cerebro?
El fenómeno es conocido como PUNTA DE LA LENGUA, o Tip of the Tongue; y esencialmente consiste en un falla en la extracción y utilización de una palabra que conocemos perfectamente, pero que por el momento no podemos recordar.
Curiosamente, el fenómeno viene acompañado por la sensación de que EN CUALQUIER MOMENTO ESA PALABRA APARECERÁ, e incluso que es absurdo que la hayamos olvidado por completo.
Esta simple anécdota con la que todos podemos identificarnos evidencia que el acto de hablar no es tan sencillo como parece, y que acceso al léxico, a nuestro diccionario interno, es un proceso que se desarrolla por etapas.
En realidad, la sensación de que tenemos una palabra en la PUNTA DE LA LENGUA no significa que la hayamos olvidado. Por el contrario, a menudo el sujeto que experimenta el fenómeno puede recordar casi todo sobre ella: con qué letra empieza, su significado, así como una buena cantidad de sinónimos o incluso de palabras que suenan prácticamente igual.
Otra instancia que caracteriza al fenómeno de la PALABRA EN LA PUNTA DE LA LENGUA es la tensión y el esfuerzo que el sujeto experimenta mientras busca en su diccionario interno, y la posterior sensación de alivio cuando la palabra finalmente es hallada, o bien revelada por un interlocutor sagaz.
Actualmente existen dos hipótesis para explicar porque algunas palabras se quedan en la punta de la lengua.
La primera sostiene que, en determinados momentos, nuestra memoria sufre un ligero fallo; lo suficientemente fuerte como para olvidar momentáneamente una palabra pero no tanto como para bloquear por completo su significado.
Por eso mismo la palabra que se queda en la PUNTA DE LA LENGUA es lo único que no recordamos, ya que su significado, y el por qué íbamos a emplearla en nuestro discurso siguen siendo totalmente claros.
La segunda explicación, y tal vez la más interesante, sostiene que nuestro cerebro atraviesa una serie de etapas o fases para seleccionar las palabras más adecuadas dentro de nuestro léxico.
La palabra que tenemos en la PUNTA DE LA LENGUA no es completamente inaccesible. Es decir, podemos recordar a qué se refiere, e incluso tener una idea bastante aproximada de la letra con la cual empieza. En otros términos: tenemos a disposición todas las piezas que la conforman, salvo la palabra propiamente dicha.
Extrañamente, el factor emocional cumple un rol preponderante en la aparición del fenómeno.
Por ejemplo, es mucho más factible que una palabra se quede en la PUNTA DE LA LENGUA cuando está vinculada a un factor emocional, aunque éste sea distante, remoto, y aparentemente sin ninguna influencia sobre nosotros.
Mucho antes de que Sigmund Freud se ocupara del tema, en 1890 el investigador William James publicó un interesante libro titulado: Los principios de la psicología (The Principles of Psychology) y donde establece que el fenómeno ocurre en todos los idiomas, y que casi todos ellos se refieren a él de un modo similar: PUNTA DE LA LENGUA, en español; Tip of the tongue, en inglés; Bout de la langue, en francés; entre otros.
La psicología tradicional —no la psicolingüistica, la cual le asigna otros factores— opina que las palabras en la punta de la lengua son producto de la combinación entre lo que el sujeto quiere decir y lo que su inconsciente se rehúsa a revelar, lo cual produce un bloqueo momentáneo.
Roger Brown y David McNeill —Aprendizaje verbal y comportamiento verbal (Verbal Learning and Verbal Behavior, 1966)— suscribieron a esta teoría, y establecieron que las palabras en la punta de la lengua son un fenómeno que abarca a todas las culturas, géneros, edades; y que ocurre en sujetos que hablan uno, dos o diez idiomas diferentes.
La hipótesis del bloqueo, por su parte, argumenta que las palabras en la punta de la lengua ocurren cuando nuestro cerebro busca una palabra determinada en su diccionario interno, pero selecciona una apresuradamente, que puede ser plausible pero inexacta.
Volvamos al ejemplo anterior:
—Me siento un poco...
Supongamos que el sujeto intentaba decir ANSIOSO, pero su cerebro, en cambio, eligió apresuradamente la palabra NERVIOSO. Aquí ocurre el bloqueo.
El sujeto reconoce que la palabra NERVIOSO es incorrecta, pero no puede acceder al término original, ANSIOSO, ya que este fue bloqueado, o mejor dicho, inhibido.
Todas las palabras relacionadas a la que ha sido inhibida, incluidos los sinónimos, son ineficaces para lograr que el sujeto recuerde la palabra que tiene en la punta de la lengua. De hecho, cualquier sugerencia que uno haga se convierte en un refuerzo del bloqueo, y perjudican la habilidad de recuperar la palabra perdida.
Generalmente, la palabra en la punta de la lengua aparece de repente, muchos minutos después de que fue inhibida, y casi siempre cuando el sujeto ya no la necesita.
La hipótesis del bloqueo también sugiere que, en ocasiones, nuestro diccionario mental, es decir, el archivo de palabras que nuestro cerebro administra para comunicarse con los demás, cuenta con términos inhibidores que le permiten bloquear determinados estados de ánimo.
En otras palabras, lo que se bloquea no es la palabra en la punta de la lengua, sino lo que esa palabra puede detonar en nuestro cerebro en términos emocionales.
A pesar de su fuerza, nuestro inconsciente no cuenta con la potestad necesaria para bloquear una emoción; por ejemplo, la tristeza. Lo que sí puede hacer es administrar un inhibidor para que ciertas palabras nunca lleguen a la superficie de la consciencia, y de ese modo evitar que la emoción atada al término se manifieste en una situación social.
Por eso los inhibidores, o bloqueadores, solo mantienen una palabra en la punta de la lengua durante un lapso determinado, que generalmente coincide con la cercanía con otras personas o con la duración de una conversación determinada.
Ahora bien, cuando la palabra en la punta de la lengua por fin aparece, el sujeto experimenta una mezcla entre satisfacción, alivio, y una sensación de absurdo.
¿Cómo puede ser posible que la haya olvidado?
¿Cómo es posible que una palabra tan inocente se haya borrado por completo de mi memoria?
Las respuestas a estas preguntas se encuentran en la palabra en la punta de la lengua, una vez que la hayamos recuperado, desde luego.
La emoción atada a la palabra, incluso cuando se trate del nombre de un actor, de un músico, o de un objeto inocuo, es la verdadera clave de por qué el cerebro ha decidido bloquearla durante una conversación; presumiblemente para mantenernos a salvo de que esa emoción ascienda hacia la superficie de la consciencia en una situación de interacción social.
Descubrir cuál es esa emoción, y por qué la hemos asociado a una palabra determinada, es la única forma de descifrar por qué el fenómeno ha ocurrido en primer lugar.
El lado oscuro de la psicología. I Diarios de antiayuda.
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