La chica que creía vivir en una película de Disney


La chica que creía vivir en una película de Disney.




De más está decir que vio todas las películas clásicas de Disney, lo cual nos permite pensar que la chica estaba convencida de que lo único importante en la vida era encontrar el amor.

No cualquier amor, desde luego, sino un amor absoluto, imperecedero, en una palabra: eterno.

Naturalmente, la chica no se entregó a suspiros fáciles. Necesitaba dificultades, muchas, a cada paso, y cuando no las encontraba las generaba ella misma aprovechando las estratagemas de los cuentos de hadas que tanto le gustaban.

Se echaba a dormir en los parques a la sombra de árboles añosos. En ese estado comatoso, más simulado que inducido, aguardaba el beso que la despertara.

Otras veces se entregaba a fatigosas tareas domésticas. Demandaba siempre los trabajos más esforzados, como lavar los pisos y fregar la ropa a mano.

Visitaba a su abuela con sospechosa regularidad, vistiendo una pragmática capucha roja.

Compraba hermosos zapatos pero sólo utilizaba uno, el otro lo descartaba cerca de los bailes, normalmente en el curso de colisión de algún muchacho que cumpliera sus estrictos requerimientos morales y estéticos.

Imaginaba hermanastras odiosas en todas partes, villanas perspicaces, padres sobreprotectores, hadas madrinas en las mariposas.

Cuidaba con dedicación a cualquier enano que se cruzara en su camino; incluso fue arrestada en varias ocasiones bajo el cargo de usurpación de morada, habida cuenta de su tendencia a irrumpir en los domicilios vacíos, comerse todo lo que encontraba y luego echarse a dormir.

Por fin, después de mucho buscar, la chica encontró a su príncipe azul.

El romance fue breve. Para comer perdices hasta reventar, creía, era necesario certificar ese vínculo ante las autoridades correspondientes.

La boda tuvo lugar en un hermoso bosque, que desde luego supuso encantado. Se sirvieron habichuelas y calabazas.

En el ocaso de la ceremonia se encadenaron con los anillos de rigor. Emocionada, la chica miró a los ojos de su príncipe azul y le dijo:

—Te amo, para siempre.

—Y yo a ti.

El beso capitular nunca se produjo. Faltaba algo.

La chica miró alrededor, desesperada. Y así permaneció, inmóvil, como todavía lo está, sola en el bosque, esperando que los animales empiecen a cantar.




Más Egosofía: filosofía del Yo. I Más cuentos de hadas.


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2 comentarios:

Unknown dijo...

No entendí el final. Pero estaba bueno.

Lady Flamer Chwe dijo...

Es hermoso,crudo,pero real ¿de donde lo obruviste?



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