¿Por qué las mujeres eligen al hombre equivocado?

En una mesa adyacente a la nuestra dos hombres cortejaban simultáneamente a una mujer. Ella, atractiva, convenientemente inteligente, se mostraba indecisa.

—¿Cuál de los dos logrará de conquistarla? —preguntó Masticardi.

—El cretino, desde luego —respondió el profesor Lugano.

—¿Y cuál de los dos es el cretino?

—El que logre conquistarla.

La mujer resolvió irse con el Caballero A. Gracias al reporte de un acólito que conocía de antemano sus estrategias de seducción luego supimos que, efectivamente, se trataba de un cretino.

—¿Cómo lo supo, profesor Lugano?

—Muy simple: las mujeres siempre eligen al hombre equivocado.

—No estoy de acuerdo, profesor —dijo Masticardi—. Eso significa dos cosas: que las mujeres que nos acompañan han elegido erróneamente o que todos los hombres son cretinos, haciendo que la elección de la mujer sea absolutamente irrelevante, pues el resultado siempre será el mismo.

—También existe una tercera posibilidad —razonó el acólito que conocía al Caballero A—, que el hombre equivocado que eligen las mujeres nunca es uno mismo y por eso los clasificamos así.

—La verdadera pregunta, o al menos la más interesante —comentó otro exégeta—, es por qué las mujeres eligen al hombre equivocado.

—La psicología tiene la respuesta —apuró Masticardi—; las mujeres idealizan al hombre y de inmediato lo ajustan a lo que ya desean secretamente de él. Otras temen quedarse solas, otras se aburren de los sujetos anodinos; otras adoran los desafíos y prefieren a los chicos malos, y todas, absolutamente todas, tienden a repetir sus errores de selección.

—Me pregunto si no tendrá algo que ver con una baja autoestima —arriesgó el otro exégeta.

—O una atroz dependencia emocional —agregó el acólito que conocía al Caballero A.

—O inseguridad...

—Si fuese cierto —añadió Masticardi—, es lógico pensar que las mujeres que eligen al hombre equivocado priorizan las necesidades del otro por encima de las suyas, acaso creyendo que el otro cambiará con el tiempo.

—Coincido. La mujer puede quedar ciega en su propia idealización, lo cual conduce a una eterna postergación del Yo.

—Tampoco descartemos la inclinación natural de toda mujer por creer que no existe un hombre mejor que el suyo, aunque éste sea un cretino con todas las letras.

—¿Usted qué opina, profesor? Hoy está particularmente callado.

—Que ninguna de esas conjeturas explica la pregunta inicial: ¿por qué las mujeres eligen al hombre equivocado?

Masticardi exigió la palabra.

—Las mujeres eligen al hombre equivocado porque son presas de un modelo, y la repetición de los errores de elección están directamente relacionados con la historia personal de cada una de ellas. La mujer es presa de sus creencias: cómo debe ser el amor, cómo debe ser el hombre, cómo debe ser una relación, etc. Si esos estereotipos se construyen sobre una personalidad defectuosa, es decir, una personalidad con una autoestima baja, siempre la llevarán a elegir al hombre equivocado. ¿Por qué creen que existen los horóscopos? ¡Para que alguien —Dios, los astros— se resposabilicen por sus pésimas elecciones sentimentales!

—Pero en ese caso no es la mujer quien elige al hombre equivocado. Es decir, la equivocada es la mujer que elige a un hombre que no logrará satisfacerla.

—Un axioma interesante: todos los hombres [menos yo] son el hombre equivocado.

—Desde luego, ninguna mujer creerá que es ella la equivocada. ¿Cuántas veces las oímos quejarse de que «siempre tropiezan con la misma piedra» o que «siempre les tocan hombres así»? Siendo «así» un elemento indescriptible. ¿Se dan cuenta? La piedra siempre es el otro, los hombres «le tocan», como si fuese el resultado de alguna condena kármica o de un azar tirando a caprichoso..

Masticardi debió reprimir un acceso de tos.

—Por favor, intervenga, profesor Lugano. Al parecer estamos en un atolladero. ¿Por qué las mujeres eligen al hombre equivocado?

—Porque son mejores que nosotros.

—¿Mejores? ¿A qué se refiere?

—En general, las mujeres se enamoran de quienes menos lo merecen.

—Eso ya lo sabemos. La pregunta es por qué.

—Porque ellas, al igual que las diosas paganas, no vinieron al mundo para premiar a los justos.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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