Historia del símbolo del corazón.

Uno de los símbolos más extendidos universalmente es el símbolo del corazón. Ahora bien, todo símbolo es, en definitiva, una metáfora que expresa una idea, un concepto, en este caso, del corazón como centro de las emociones, especialmente del amor. No obstante, su pasado es notablemente oscuro y misterioso, a tal punto que su historia parece contradecir el significado actual que solemos atribuirle con ligereza.

El símbolo del corazón es, de hecho, bastante reciente. Proviene de la Edad Media, posiblemente a mediados del siglo XIII; y se lo utilizó en la heráldica como símbolo del amor filial. Por aquellos años, nadie que viese el símbolo del corazón osaría imaginar que tenía alguna relación con el amor romántico.

Ya en el siglo XIV comenzó a mutar ligeramente. El motivo clásico del caballero arrodillado que le ofrece una rosa a su amada, pronto comenzó a metamorfosearse en una extraña flor redondeada, similar al símbolo del corazón que conocemos actualmente.

Podemos pensar que esta evolución es también un retroceso. La rosa es una representación del corazón, pero una rosa con forma de corazón prescinde de toda metáfora, y, en consecuencia, de espíritu poético, convirtiéndose en una imagen directa que no ofrece margen a la imaginación.

Estos corazones pronto pasaron del romance a las representaciones espirituales, casi siempre en manos de monjes devotos que entregaban su corazón a Cristo. Extrañamente, por aquel entonces el corazón tenían una forma invertida, es decir, al revés del símbolo que hoy conocemos. Si bien el medioevo entendía los rudimentos de la anatomía, la convención del corazón invertido continuó siendo muy popular en el arte.

El verdadero origen del símbolo del corazón actual, es decir, del corazón de base aguda y dos hemisferios idénticos en la parte superior, surgió a principios del siglo XV. El viejo corazón de base redondeada solo sobrevivió en los naipes, y de hecho continúan vigentes. Pero la forma del corazón, invertido o no, estuvo asociado desde el comienzo con la figura femenina, más precisamente con su geografía íntima.

Aquellas primeras representaciones intelectualizadas del amor de las que hablábamos al comienzo, en cualquiera de sus formas, provienen de un símbolo cuyo cifrado esconde un mensaje que estremeció a los bibliotecarios del medioevo, cuyos libros a menudo estaban iluminados con una cifra incalculable de corazones, y, en consecuencia, de exquisitas blasfemias en rojo.

Cuando los monjes advirtieron el error ya era demasiado tarde. El símbolo del corazón estaba muy extendido como para erradicarlo de un solo golpe. Lo que sí hicieron, y con gran éxito, fue absorber el símbolo hacia la interpretación que deseaban darle, es decir, una idea de amor puro.

El verdadero símbolo del corazón agrupa dos imágenes que confluyen en un solo mensaje explícito.

Su forma combina la silueta de una semilla de la familia de las asteráceas y la vulva de la mujer. Esta semilla era utilizada para preparar brebajes contraceptivos, y su fusión con la imagen de la vulva ofrecía un mensaje claro a la mujer medieval en apuros: en este establecimiento se interrumpen embarazos.

Con el tiempo el símbolo del corazón fue adquiriendo los ribetes románticos que posee actualmente. No obstante, no deja de ser curioso que el verdadero pasado del Sagrado Corazón, de ese símbolo que vemos prácticamente en todas partes, en productos, publicidades e indumentarias, y llevado al paroxismo en la víspera de San Valentín; tenga su origen en un código clandestino.




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