Los 8 Pecados Capitales


Los 8 pecados capitales.




Los Pecados Capitales, señala Tomás de Aquino, no son relevantes por su magnitud o gravedad puntual, sino porque a causa de ellos derivan incontables vicios. Más aún, anuncia que los Pecados Capitales son en definitiva una tendencia natural del ser humano caído, y por ello, notablemente difíciles de resistir.

Por cierto, los Siete Pecados Capitales no siempre fueron Siete. Hubo otros, con mayor o menor impacto y popularidad, que fueron reemplazados, superpuestos e incluso absorbidos por otros vicios, de tal forma que un pecador múltiple en un siglo podía convertirse en un pecador ocasional en otro, y acaso en un santo asceta. Más allá de estas variaciones impulsadas por la moda y cierto snobismo espiritual, hasta la llegada de Gregorio Magno los Pecados Capitales eran Ocho, sobre los que orbitaban otros de caracter más bien regional.

Evagrio Póntico (345-399), monje de sobrada ilustración en asuntos pecaminosos, dio cuenta de los Ocho Vicios [logismoi, en griego] u Ocho Espíritus Malvados, fuentes de todo acto o pensamiento indigno, y los separó en dos categorías. Curiosamente, uno de esos Pecados Capitales es la Tristeza, es decir, una suerte de desesperanza o hastío en relación con los asuntos mundanos.

Los Cuatro Vicios Concupiscibles [deseos de posesión] son: Gastrimargia: gula y embriedad. Philaguria: [«amor por el oro», avaricia]. Porneia [«lujuria»]. Xenodoxia [«vanagloria»]

Los Cuatro Vicios Irascibles [vicios que no son deseos, sino frustraciones producto de una privación] son: Orge [ira, crueldad, violencia]. Lupe [«tristeza»]. Acedia [«pereza»]. Uperèphania [orgullo].

Los Ocho Pecados Capitales fueron actualizados por Juan Casiano (360-435) en el siglo V. En su obra De instit. cænob, difunde algunas novedades, entre ellas, la soberbia.

Columbano de Lexehuil (540-615) y Alcuino de York (735-804) aceptaron los anuncios de Casiano, entre otras cosas, porque explicaban el origen pecaminoso de los actos diabólicos, en especial los actos de soberbia, hasta entonces, espiritualmente inimputables. En el siglo VI, el papa Gregorio Magno (540-604), como muchos otros pontífices, decidió modificar la lista de Pecados Capitales considerando que la tristeza es, después de todo, una forma de pereza. De este modo los Ocho Pecados Capitales se convirtieron en los Siete que actualmente están en vigencia. Más aún, a cada pecado se le asignó un patrocinador diabólico, es decir, un demonio particularmente interesado en estimularlo.

Lujuria [Asmodeo]. Pereza [Belfegor]. Gula [Belcebú]. Ira [Ammón]. Envidia [Leviatán]. Avaricia [Mammón]. Soberbia [Lucifer]

Con el tiempo los Pecados Capitales pasaron a denunciar a cualquier laico desprevenido, cuando originalmente fueron confeccionados para marcar el comportamiento monástico, y sus atribuciones cambiaron radicalmente. Esta mutación responde a cuestiones estadísticas. Tomados en su forma primigenia, los Pecados Capitales son más bien inocentes, e incluso una parte fundamental del pensamiento occidental y sus actitudes frente a la vida.

Veamos como pecaban nuestros atribulados ancestros, o qué pensaban en relación con cada Pecado Capital.

Lujuria [del latín Luxus, «abundancia»] pensamientos obsesivos con respecto al sexo. Deseo incontrolable.

Gula [del latín Gluttire, «tragar»] cualquier exceso, más allá de los evidentes, como la comida y la bebida, caían bajo su definición. En La Divina Comedia, Dante ubica a estos pecadores en el Purgatorio, obligados a pararse entre dos árboles e incapaces de alcanzar las jugosas frutas que penden de sus ramas.

Avaricia: [del latín Avere, «desear»] se aplica únicamente a la adquisición desmedida de riquezas materiales, siempre que el deseo no corresponda a una noble institución, como la Iglesia Católica.

Pereza [del latín Pigritia, «flojera»] originalmente se refería a la incapacidad de aceptar la existencia de uno mismo, entregándose al ocio como forma de vida.

Ira [del latín Ira, de igual significado] sentimiento de odio descontrolado.

Envidia [del latín Invidia, «poner la mirada»] deseo desmedido por lo ajeno.

Soberbia [del latín Superbia, «por encima»] sobrevaloración de la imporancia del individuo.

Si cada Pecado Capital está auspiciado por un demonio, debemos razonar que éstos, salvo casos excepcionales, han vencido en toda regla; haciendo de aquellos vicios condenables para el monje en reclusión una forma de vida legítima para el hombre moderno; acaso porque todo Pecado Capital esconde una parte inextirpable de la naturaleza humana; como la razón, la lógica, y la necesidad de pensar y resolver asuntos por uno mismo, instintos que, si seguimos la doctrina católica, provienen nada menos que de Lucifer, el eterno rebelde.




Mitos bíblicos. I Filología.


El artículo: Los Ocho Pecados Capitales fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

sergio dijo...

Hola.
Me dejaste pensando...
Si todos los extremos son malos y la estupidez es el extremo opuesto de la sagacidad. ¿Entonces la sagacidad es mala? Y ahora se me ocurre que para el cuerpo sí lo es al recordar la cantidad de gente cuyo cuerpo fue víctima de la manifestación de su inteligencia, como por ejemplo Sócrates.
Te iba a poner solo un chiste: ¿Que demonio patrocina la stupiditate?(no; no se latín: me copié del traductor de google)...
Gracias por tu artículo y te mando saludos.



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «La pequeña habitación» de Madeline Yale Wynne.
Poema de Emily Dickinson.
Relatos de Edith Nesbit.


Paranormal.
Poema de Charlotte Mew.
Relato de Walter de la Mare.