«El cable nocturno»: H.F. Arnold; relato y análisis


«El cable nocturno»: H.F. Arnold; relato y análisis.




El cable nocturno (The Night Wire) es un relato de terror del escritor norteamericano H.F. Arnold (1902-1963), publicado en la edición de septiembre de 1926 de la revista Weird Tales, y desde entonces reeditado en numerosas antologías.

El cable nocturno, sin dudas el mejor cuento de H.F. Arnold, relata la historia de dos operadores de radio que recopilan reportes provenientes de todo el país. Durante el turno de noche, John Morgan comienza a recibir un extraño boletín informativo de un pueblo llamado Xebico, sobre el cual no tenía noticias. El reporte comienza por describir el avance de una impresionante cortina de niebla, dentro de la cual parecen moverse criaturas provenientes de otro plano de existencia [ver: La Niebla carpenteriana: análisis de «El Cable Nocturno»]

El cable nocturno fue uno de los relatos pulp más recordados de Weird Tales, y con motivos perfectamente razonables. El cuento no solo es aterrador, sino sumamente ingenioso, construyendo la aparición de la niebla y de los seres innombrables que a habitan a través de cables informativos que se van tornando más y más perturbadores a medida que la historia avanza.

También es importante mencionar que El cable nocturno de H.F. Arnold sirvió de fuente de inspiración para la película de terror de John Carpenter: La niebla (The Fog).




El cable nocturno.
The Night Wire, H.F. Arnold (1902-1963)


New York, 30 de Septiembre CP FLASH.

El embajador Holliwell murió hoy. El final le llegó súbitamente cuando el embajador estaba solo en su estudio...


Había algo extraño sobre este negocio de los cables nocturnos. Uno se sienta aquí en el último piso de un rascacielos y escucha los murmullos de la civilización. Nueva York, Londres, Calcuta, Bombay, Singapur... eran todos mis vecinos cuando se apagaban las luces de la calle y cuando el mundo se había ido a dormir. Solo, en la quietud de la noche, entre las dos y las cuatro, las operadoras abrían sus auriculares y las noticias le llegaban. Fuegos, desastres y suicidios. Asesinatos, multitudes, catástrofes. Algunas veces un terremoto con una lista de muertos tan larga como un brazo.

El hombre del cable nocturno podía llegar casi a dormirse, mientras escribía en su máquina con un dedo.

Una vez en un largo tiempo uno abría sus oídos y escuchaba. Podía escuchar cosas sobre alguien que conocía en Singapur, Halifax o París. Tal vez habría sido promovido, pero más probablemente habría sido asesinado o ahogado. Quizás habría decidido renunciar y tomar alguna salida bizarra. Muchas cosas interesantes había en las noticias. Pero no pasaba seguido. La mayoría del tiempo uno se sentaba y dormitaba un poco, y tap, tap en la máquina de escribir y siempre deseando estar en casa para poder dormir en una cama. Algunas veces, sin embargo, cosas extrañas pasaban. Una pasó la otra noche, y todavía no se repitió.

Eso espero.

Ustedes saben, yo manejo la oficina nocturna de una ciudad occidental marítima; el nombre no importa. Había solamente un operador nocturno en mi equipo, un compañero llamado John Morgan, de unos cuarenta años de edad, un tipo sobrio, que trabaja duro. Era uno de los mejores operadores que jamás conocí, era como un hombre doble. Esto significa que podía manejar dos instrumentos a la vez, y tipear las historias en diferentes máquinas al mismo tiempo. Solo conocí a otros dos tipos que podían hacer esto consistentemente, hora tras hora, sin jamás llegar a cometer un error.

Generalmente, acostumbrábamos a recibir un solo cable nocturno, pero algunas veces, cuando era tarde, y las noticias venían rápido, las oficinas de Chicago y Denver abrían un segundo cable, y entonces Morgan hacía lo suyo. Era un mago, un autómata mecánico que funcionaba maravillosamente, pero sin imaginación.

La noche del 16 él se mostró cansado. Fue la primera y última vez que lo escuché decir una palabra acerca de sí mismo, y lo traté por tres años. Eran justo las tres de la mañana y teníamos solo un cable. Estaba cabeceando sobre los reportes en mi escritorio y sin prestar mucha atención, cuando habló:

—Jim —dijo—, ¿no sientes como que estamos muy encerrados aquí?

—¿Por qué? No, John —respondí—, pero abre la ventana si lo deseas.

—No importa —dijo—, supongo que solo estoy un poco cansado.

Eso fue todo lo que dijo, y yo continué trabajando.

Cada diez minutos, más o menos, yo caminaba y tomaba una pila de copias de las que él había tipidiado por triplicado. Debieron haber pasado unos veinte minutos desde que habló cunado me di cuenta que tenía abierto el segundo cable y que estaba usando ambas máquinas de escribir. Pensé que era muy inusual, ya que no estaba pasando nada que fuera caliente.

En mi siguiente caminata tomé las copias de ambas máquinas y las llevé a mi escritorio, para ordenar los duplicados. El primer cable tenía el tipo de cosas normales y solo lo miré apresuradamente. Luego miré la segunda pila de copias. La recuerdo particularmente, ya que la historia era sobre una ciudad de la que jamás había escuchado hablar antes: Xebico.

Este era el despacho. Salvé un duplicado de esto de nuestros archivos:


Xebico, Sept 16 CP BOLETÍN

La niebla más pesada en la historia de la ciudad se extendió sobre el poblado a las 4 en punto de la tarde de ayer. Todo el tráfico se paró y la bruma cayó como una tela sobre todo. Las luces de intensidad ordinaria no podían atravesar el fenómeno, que está creciendo constantemente. Los científicos hasta ahora no han podido ponerse de acuerdo sobre su origen, y la oficina meteorológica local declara que nunca antes había ocurrido algo así en la historia de la ciudad. A las 7 P.M. de anoche las autoridades municipales...


En fin, esto era todo lo que había. Nada fuera de lo normal en la oficina, pero, como dije antes, me fijé en la historia a causa del nombre de la ciudad. Debieron haber pasado unos quince minutos hasta que me acerqué por otro destajo de copias. Morgan se había dejado caer en su silla y había corrido su lámpara eléctrica de manera que no le llegue a los ojos y solo alumbre la parte superior de las dos máquinas. Solo las cosas usuales en la pila de la derecha, pero en la de la izquierda había otro cable de Xebico. Todos los despachos venían en tomas, o sea que las partes de varias historias diferentes estaban unidas todas entre sí; solo eran uno o dos párrafos de cada una por vez.

Esta segunda historia estaba marcada como Sube la niebla. Esta es la copia:


A las 7 P.M. la niebla ha aumentado marcadamente. Todas las luces son ahora invisibles y la ciudad entera está cubierta por la oscuridad más absoluta. Como una peculiaridad del fenómeno, la neblina es acompañada por un olor malsano, comparable a nada experimentado anteriormente.


Abajo estaba la acostumbrada indicación de la hora, 3:27, y las iniciales del operador, JM.

Hubo solamente una historia más en la pila del segundo cable. Esta es:


2a. Niebla Xebico.

La explicación del origen de la niebla difiere grandemente. Entre lo más inusual está la del sacristán de la iglesia local, que anda a tientas buscando el camino a su oficina en condición histérica. Él declaró que la niebla se originó en el camposanto del pueblo. Lo primero que se vio fue una suave neblina gris que surgió desde el interior de la tierra de las tumbas, declaró. Luego comenzó a subir cada vez más alto. Una brisa subterránea pareció extenderla, ya que se cuarteó y luego se volvió a unir. Niebla fantasma, contorsionándose en angustiosas y extrañas formas y figuras. Y luego, en el espeso centro del grueso de la niebla, algo se movió.

—Me volví y corrí de ese maldito lugar —aseguró el testigo—. Detrás mío escuché gritos viniendo de las casas que bordeaban el cementerio.

A pesar de que la versión del sacristán ha sido desacreditada, una partida está investigando.


No era una extraña historia, ya que estábamos acostumbrados a este tipo de cosas, ya que muchas historias inusuales venían en los cablegramas. Pero por alguna razón, quizás por la quietud general de esa noche, el reporte de la niebla me causó una gran impresión. Fui casi con espanto sobre las pilas de copias. Morgan no se movió, y el único sonido en la habitación fue el tap-tap de la sonda. Era ominoso y exasperante.

Hubo otra historia desde Xebico en la pila de copias. La tomé ansiosamente.


Nueva versión Niebla Xebico CP

La partida de rescate que llegó a las 11 P.M. para investigar la extraña versión sobre el origen de la niebla que desde ayer ha estado opacando la ciudad, no ha regresado. Otra partida más numerosa ha sido despachada.

Entretanto, la niebla se ha puesto más abundante. Se cuela a través de las grietas en las paredes y llena los ambientes con un depresivo olor a putrefacción. Es opresivo, aterrorizante, trae la impresión sutil de cosas muertas durante mucho tiempo.

Los pobladores de la ciudad han dejado sus casas y han ido a tientas hacia la iglesia local, donde los curas llevan a cabo servicios de oración. La escena está más allá de toda descripción. Tanto los niños como los adultos están asustados y muchos entran en pánico. Entre el vapor que cubre parcialmente el auditorio de la iglesia, un viejo sacerdote reza por el bienestar de su grey. Del público alternadamente se ven escenas de llanto y desesperación. Desde las afueras de la ciudad se escuchan llantos de voces desconocidas. Su eco a través de la niebla provoca extrañas cadencias menores. Los sonidos se parecen al sonido del viento silbando en un gigantesco túnel. Pero la noche está calma y no hay viento. La segunda partida de rescate... (más)


Soy un hombre calmado y nunca, en los últimos doce años que llevaba con los cables, me había excitado tanto. Pero igual me levanté de mi asiento y caminé hacia la ventana. Podía estar equivocado, ¿o allá a lo lejos, en el desfiladero de la ciudad, estaba viendo un débil rastro de neblina?

Supuse que sería mi imaginación.

En la oficina el click de la sonda parecía haber elevado el ritmo de su tono. Morgan no se había movido de su asiento. Su cabeza hundida entre sus hombros, sacaba las hojas fuera de las máquinas de escribir con un dedo de cada mano. Parecía adormecido, pero no; continuamente, eficientemente, las dos máquinas matraqueaban línea tras línea, implacablemente y sin esfuerzo, como la muerte misma. Había algo acerca del monótono movimiento de las teclas que me fascinaba. Caminé y me paré detrás de su silla, leyendo sobre su hombro las cosas que tipiaba, letra por letra.



Flash Xebico CP

No habrá más boletines desde esta oficina. Lo imposible ha pasado. Ningún mensaje ha llegado a esta oficina durante los últimos veinte minutos. Fuimos aislados del exterior y hasta de las calles de afuera. Voy a estar con el cablegrama hasta el final.

Este es el fin. Desde las 4 P.M. de ayer la niebla ha cubierto toda la ciudad. Siguiendo los reportes del sacristán de la iglesia, dos partidas de rescate fueron enviadas a investigar las condiciones en las afueras de la ciudad. Ninguna de las partidas regresó y no hemos recibido palabra de ellas. Casi con certeza se puede decir que nunca regresarán. Desde mi máquina puedo mirar abajo, a la calle. Por la posición de esta habitación, en el piso trece, se puede ver casi toda la ciudad. Ahora veo solamente una espesa capa de negrura donde habitualmente había luz y vida.

Me temo que los gemidos que se escuchan constantemente desde las afueras de la ciudad son los gritos de muerte de los habitantes.

Los sonidos crecen constantemente en volumen y cada vez se acercan más al centro de la ciudad. La niebla aún cubre todo. Está más densa que antes, y su condición ha cambiado. En vez de una impenetrable muralla de vapor oloroso y opaco, ahora se ven remolinos y contorsiones de una masa informe que se retuerce como si agonizara. Ahora la masa se parte y puedo ver atisbos de las calles. La gente está corriendo para un lado y para el otro, gritando con desesperación. Un alboroto de sonidos llega hasta la ventana, y por encima de todo está el inmenso silbido de vientos invisibles e imperceptibles.

La niebla nuevamente cubre toda la ciudad y el silbido se acerca más y más.

Ahora está directamente bajo esta oficina.

¡Dios! Hace un instante la bruma se abrió y pude vislumbrar las calles allá abajo.

-La niebla no es un simple vapor. ¡Vive! Al lado de cada grito y lamento humano hay una figura, un aura de extraños matices y colores. ¡Cómo las formas están trepando! ¡Tal y cómo un ser viviente!

Los hombres y mujeres están caídos, de bruces. Las figuras de la niebla los cubren amablemente. Están de rodillas sobre ellos. Ellos están... no me atrevo a decirlo. Los cuerpos han sido desarrapados de sus vestimentas. Están siendo consumidos, por partes. Una piadosa capa de vapor ha cubierto nuevamente la escena. No puedo ver más. Debajo mío la niebla está cambiando de colores. Parece alumbrado por fuegos infernales. No, no es así. He cometido una equivocación. Los colores vienen de arriba, son reflecciones del cielo.

¡Arriba! ¡Arriba! El cielo entero está en llamas. Colores como nunca antes habían sido vistos por hombres o demonios. Las llamas se mueven, han comenzado a entremezclarse; los colores se reconfiguran. Son tan brillantes que mis ojos no los soportan. Ahora están comenzando a arremolinarse, provocando círculos como espirales. Es como un calidoscopio de brillo sobrenatural.

He hecho un descubrimiento. No hay nada dañino en las luces. Irradian fuerza, alegría. Pero por su gran potencia, hace daño. Como veo, se acercan cada vez más. Millones de millas con la velocidad de la luz. Sí, es una luz como de una quintaesencia de todas las luces. Bajo la misma la niebla se disuelve en calina radiante, un espectro de cientos de luces, un arco iris fatuo.

Ahora puedo ver las calles. ¡Están llenas de gente! Las luces se acercan, están sobre mí. Me envuelven...



El mensaje se detuvo abruptamente. El cablegrama desde Xebico estaba muerto.

Bajo mis ojos en el angosto círculo de luz verdecina de la lámpara, se detuvo la impresión, en el medio de la página. La estancia se llenó con una solemne quietud, un silencio vagamente impresionante, potente. Miré a Morgan. Sus manos habían caído fríamente a sus costados, mientras su cuerpo estaba peculiarmente encorvado. Moví la lámpara, para iluminar su rostro. Sus ojos estaban fijos. Con un súbito presentimiento, di un paso a su lado y llamé a Chicago a través del cablegrama. Luego de un segundo, respondió. ¿Por qué? Había algo malo ahí. Chicago estaba reportando que el cable Dos no había sido utilizado en ningún momento de la noche.

—¡Morgan! —grité— ¡Morgan! Despierta, no era verdad. Alguien nos estuvo embaucando.

En mi ímpetu lo aferré del hombro.

Su cuerpo estaba muy frío. Morgan había estado muerto durante cuatro horas.

¿Pudo ser que su mente sensitiva y dedos automáticos habían continuado grabando impresiones luego del fin? Nunca lo sabré, ya que nunca más volví a trabajar en el turno nocturno. Busqué en un atlas mundial y nunca encontré ninguna ciudad con el nombre Xebico. Lo que fuera que mató a John Morgan seguirá siendo un misterio.


H.F. Arnold (1902-1963)




Relatos góticos. I Relatos de H.F. Arnold.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de H.F. Arnold: El cable nocturno (The Night Wire), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente blog, me encanta



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