«El amor asesinado»: Emilia Bazán; relato y análisis


«El amor asesinado»: Emilia Bazán; relato y análisis.




El amor asesinado (El amor asesinado) es un relato fantástico de la escritora española Emilia Bazán (1851-1921), publicado en la antología de 1895: Cuentos de amor (Cuentos de amor).

Entre tantos relatos de terror, de vampiros, fantasmas y licántropos, hoy nos permitimos una breve licencia: hablar de amor.

Claro que, teniendo en cuenta la coyuntura de El Espejo Gótico, el amor del que nos proponemos hablar no es en modo alguno convencional.

El amor no es una propiedad o un don que se encuentra, por fortuna o arduo rastreo, sino un bien propio que debe liberarse. El amor no se busca, se regala; sin distinguir si del otro lado encontrará un reflejo en donde descansar.

Al menos así lo entendió la autora. Para ella, y puntualmente en El amor asesinado, una de las grandes obras de Emilia Pardo Bazán. el amor no solo es la máxima experiencia humana sino también nuestra peor y más exquisita condena.

Podemos vivir bajo su dicha o presos de sus cadenas, y así como nuestros sueños pueden embriagarnos con las escenas más seductoras sin extraviarnos de la realidad, el amor es tanto un sendero como un fin, un anhelo que cumple su deseo antes de ser formulado.

En este magnífico cuento fantástico de Emilia Bazán somos testigos de lo que sucede cuando creemos que el amor reside fuera de su morada natural, es decir, fuera de nosotros mismos.



El amor asesinado.
El amor asesinado, Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

Nunca podrá decirse que la infeliz Eva omitió ningún medio lícito de zafarse de aquel tunantuelo de Amor, que la perseguía sin dejarle punto de reposo.

Empezó poniendo tierra en medio, viajando para romper el hechizo que sujeta al alma a los lugares donde por primera vez se nos aparece el Amor. Precaución inútil, tiempo perdido; pues el pícaro rapaz se subió a la zaga del coche, se agazapó bajo los asientos del tren, más adelante se deslizó en el saquillo de mano, y por último en los bolsillos de la viajera. En cada punto donde Eva se detenía, sacaba el Amor su cabecita maliciosa y le decía con sonrisa picaresca y confidencial: «No me separo de ti. Vamos juntos.»

Entonces Eva, que no se dormía, mandó construir una altísima torre bien resguardada con cubos, bastiones, fosos y contrafosos, defendida por guardias veteranos, y con rastrillos y macizas puertas chapeadas y claveteadas de hierro, cerradas día y noche. Pero al abrir la ventana, un anochecer que se asomó agobiada de tedio a mirar el campo y a gozar la apacible y melancólica luz de la luna saliente, el rapaz se coló en la estancia; y si bien le expulsó de ella y colocó rejas dobles, con agudos pinchos, y se encarceló voluntariamente, sólo consiguió Eva que el amor entrase por las hendiduras de la pared, por los canalones del tejado o por el agujero de la llave.

Furiosa, hizo tomar las grietas y calafatear los intersticios, creyéndose a salvo de atrevimientos y demasías; mas no contaba con lo ducho que es en tretas y picardihuelas el Amor. El muy maldito se disolvió en los átomos del aire, y envuelto en ellos se le metió en boca y pulmones, de modo que Eva se pasó el día respirándole, exaltada, loca, con una fiebre muy semejante a la que causa la atmósfera sobresaturada de oxígeno.

Ya fuera de tino, desesperando de poder tener a raya al malvado Amor, Eva comenzó a pensar en la manera de librarse de él definitivamente, a toda costa, sin reparar en medios ni detenerse en escrúpulos. Entre el Amor y Eva, la lucha era a muerte, y no importaba el cómo se vencía, sino sólo obtener la victoria.

Eva se conocía bien, no porque fuese muy reflexiva, sino porque poseía instinto sagaz y certero; y conociéndose, sabía que era capaz de engatusar con maulas y zalamerías al mismo diablo, que no al Amor, de suyo inflamable y fácil de seducir. Propúsose, pues, chasquear al Amor, y desembarazarse de él sobre seguro y traicioneramente, asesinándole.

Preparó sus redes y anzuelos, y poniendo en ellos cebo de flores y de miel dulcísima, atrajo al Amor haciéndole graciosos guiños y dirigiéndole sonrisas de embriagadora ternura y palabras entre graves y mimosas, en voz velada por la emoción, de notas más melodiosas que las del agua cuando se destrenza sobre guijas o cae suspirando en morisca fuente.

El Amor acudió volando, alegre, gentil, feliz, aturdido y confiado como niño, impetuoso y engreído como mancebo, plácido y sereno como varón vigoroso.

Eva le acogió en su regazo; acaricióle con felina blandura; sirvióle golosinas; le arrulló para que se adormeciese tranquilo, y así que le vio calmarse recostando en su pecho la cabeza, se preparó a estrangularle, apretándole la garganta con rabia y brío.

Un sentimiento de pena y lástima la contuvo, sin embargo, breves instantes. ¡Estaba tan lindo, tan divinamente hermoso el condenado Amor aquel! Sobre sus mejillas de nácar, palidecidas por la felicidad, caía una lluvia de rizos de oro, finos como las mismas hebras de la luz; y de su boca purpúrea, risueña aún, de entre la doble sarta de piñones mondados de sus dientes, salía un soplo aromático, igual y puro. Sus azules pupilas, entreabiertas, húmedas, conservaban la languidez dichosa de los últimos instantes; y plegadas sobre su cuerpo de helénicas proporciones, sus alas color de rosa parecían pétalos arrancados. Eva notó ganas de llorar...

No había remedio; tenía que asesinarle si quería vivir digna, respetada, libre..., no cerrando los ojos por no ver al muchacho, apretó las manos enérgicamente, largo, largo tiempo, horrorizada del estertor que oía, del quejido sordo y lúgubre exhalado por el Amor agonizante.

Al fin, Eva soltó a la víctima y la contempló... El Amor ni respiraba ni se rebullía; estaba muerto.

Al punto mismo que se cercioraba de esto, la criminal percibió un dolor terrible, extraño, inexplicable, algo como una ola de sangre que ascendía a su cerebro, y como un aro de hierro que oprimía gradualmente su pecho, asfixiándola. Comprendió lo que sucedía...

El Amor a quien creía tener en brazos, estaba más adentro, en su mismo corazón, y Eva, al asesinarle, se había suicidado.

Emilia Bazán (1851-1921)




Más relatos góticos. I Relatos de Emilia Bazán.


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El resumen y análisis del cuento de Emilia Bazán: El amor asesinado (El amor asesinado) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

Achurita dijo...

qué buen blog.




por favor.

Lilandra dijo...

Asesinar al amor. Me parece la historia de mi vida. Bazán me tiene atrapada entre cada relato que leo de ella, su vida se refleja en sus obras, al parecer no quería amar pero se dió cuenta que no podía vivir sin amor. Es tal vez esta una de las causas de sus intensos y fugaces amores.

Este relato en particular ha calado hondo.

Anónimo dijo...

Está muy sencillo y muy poético, Lo que a mi me hace identificar es como el amor es una obsesión tan dominante que hasta el mismo instinto te hace que decapites tu placer y te envuelve con el dolor.



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