Gamigín: un demonio en el Purgatorio.
Por alguna oscura negociación que ningún grimorio o libro prohibido revela, Gamigín es el único demonio que tiene libre acceso al Purgatorio.
Esta licencia demoníaca para moverse libremente fuera del infierno no es novedosa, aunque solo Gamigín puede acceder al Purgatorio. Otros demonios poseen órbitas de acción menos extraordinarias, aunque igualmente asombrosas.
Por ejemplo, Belfegor es el demonio embajador del infierno en Francia; Asmodeo se reunía periódicamente con Oscar Wilde; Nurmur con Beethoven y Motzart; Zorneo con el marqués de Sade; Baalberith patrocina personalmente los estudios jurídicos; Dybbuk busca incesantemente un vientre fértil en el cual encarnar; Emy entra y sale del Paraíso con total desentendimiento; Endrialfo se ocupa de aconsejar a los políticos...
Los ejemplos se multiplican.
Ahora bien, se ignora si Gamigín de hecho trabaja en el Purgatorio para captar indecisos y llevarlos al infierno; o si su filosofía del desgano y la apatía lo convierte en un insólito apologista de las virtudes celestiales.
Otra característica poco heterodoxa de Gamigín es que jamás deja de acudir a la convocatoria de sus fieles.
En realidad, Gamigín nunca deja de complacer los pedidos que se le hacen.
Paradójicamente, este régimen de aceptación incluye también a los exorcistas, quienes saben que sólo basta pedírselo gentilmente para que Gamigín abandone sin demora el cuerpo del posesos.
Este exceso de camaradería convirtió a Gamigín en escolta de las almas del Purgatorio, a quienes acompaña bajo la forma de un caballo imposible.
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