Algo me tira de los pies en la cama.
A continuación compartimos otro interesante correo que llegó al Consultorio Paranormal de El Espejo Gótico.
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Hola. Soy Ana, tengo 25 años, y quiero compartir mi experiencia con El Espejo Gótico. Últimamente han estado ocurriendo cosas muy extrañas en mi casa. Trataré de divagar lo menos posible, pero advierto que esta será una historia bastante larga. Espero que no les resulte aburrida. Fue, de hecho, la experiencia más aterradora que he tenido.
Martín, mi hermano, y yo, quedamos solos con mi madre desde muy pequeños. Ella es enfermera, y durante la semana trabajaba en un hospital, mientras que los fines de semana cuidaba a una anciana que vivía en nuestro edificio. A veces, cuando no tenía con quién dejarnos, nos llevaba a su departamento. Esta señora se llamaba Elsa. Era un amor, realmente. Creo que tendría más de noventa años o algo así. Siempre nos trató con mucha ternura, pero bueno, a veces los ancianos son un poco inquietantes desde la perspectiva de los niños.
Creo que era su cabello, muy negro y abundante, siempre despeinado, lo que me producía cierta sensación de rechazo. También despedía un olor muy fuerte, no desagradable, sino todo lo contrario: a jazmines, pero tan intenso, tan dulzón, que parecía quedarse pegado al paladar (ver: ¿Pueden los espíritus tocarte?)
En cierto punto (yo tendría alrededor de 13 años) Elsa quedó completamente postrada en cama debido a su obesidad. Mi madre la atendía a diario, mientras nosotros le dábamos charla. Esta mujer solía bromear diciendo que, cuando muriera, vendría a tirar de nuestros pies cuendo estuviésemos dormidos...
Los problemas empezaron cuando Elsa murió.
A partir de entonces, mi hermano y yo sentimos que algo nos tiraba de los pies por la noche, literalmente. No era algo violento, pero lo suficientemente fuerte como para arrancarte del sueño (ver: ).
Se sentía como un peso tangible en las piernas. En un par de ocasiones incluso sentí que me quitaban la manta. Podía sentirla sobre mi piel, deslizándose poco a poco, hasta que de repente una fuerza invisible la arrancaba del todo. Todavía siento escalofríos al recordarlo, porque expresamente me había tapado la cara con la manta en esa ocasión. Tampoco me sentí sola en la habitación (ver: Cuando algo invisible te toca)
Esto duró algunas semanas, intermitentemente. De vez en cuando, en el curso de los años, la sensación de algún tipo de contacto físico en los pies regresaba, como si alguien tirara de mis tobillos. Claramente podría sentir la presión en la piel. Nunca pude ver nada concretamente, pero sí sentir sus manos, sus dedos. Realmente era muy desagradable.
En general, la experiencia terminaba siempre del mismo modo: cuando sentía que esos dedos invisibles se entrelazaban alrededor de mis tobillos, luego venía un pequeño tirón. Entonces a menudo pateaba mi pierna para liberarme, y la sensación desaparecía abruptamente. Una noche me incorporé y grité que me dejara en paz. Y lo hizo, durante años, hasta hace un par de semanas.
Hace tres noches tuve una de las experiencias más intensas. Como ya han visto, he tenido algunas otras en el pasado, pero esta se destaca por encima del resto. Sucedió el domingo por la noche, la primera noche que paso en mi nuevo departamento.
Me desperté a las 03:33 a.m. (ver: ¿Qué ocurre a las 03:33 de la madrugada?) Todo estaba tranquilo y, sobre todo, silencioso. Sentí una brisa fresca, muy agradable, en mi pierna derecha (que estaba destapada), pero mis dedos estaban completamente congelados (ver: Cuando algo invisible te respira en la cara). Instintivamente estiré el brazo derecho para alcanzar la persiana. Digo que el movimiento fue instintivo porque lo hice como para alcanzar la persiana de mi anterior departamento.
Soy prácticamente inútil cuando estoy en este estado entre el sueño y la vigilia. Apenas puedo abrir los ojos; de manera tal que me senté en la cama, con los ojos cerrados, al darme cuenta de dónde estaba y que necesitaba estirarme un poco más para alcanzar la persiana. Semidormida, fue tanteando el marco de la ventana. Estaba cerrada.
Pensé que me había olvidado de cerrar la puerta del dormitorio (costumbres que una adquiere cuando no vive sola). Me las arreglé para frotarme los ojos y abrirlos por completo. Todo normal: sombras, los contornos de los muebles, nada alarmante. A través de las cortinas se filtraba algo de luz, muy tenue, sobre el piso y la pared opuesta, donde está la puerta de la habitación... completamente cerrada (ver: Una sombra se sienta en el borde de mi cama).
Recuerdo que enfoqué la vista para asegurarme de que estuviese cerrada del todo, porque la brisa en las piernas se sentía cada vez con más intensidad. En este punto estaba completamente despierta, sentada al borde de la cama. Olía a jazmines en el cuarto (ver: Entidades que se manifiestan a través del aroma)
De repente, lo que hasta ese instante era una brisa fresca se convirtió en algo cálido en la piel, algo húmedo y desagradable. Miré hacia abajo, y quise gritar mientras mis ojos se adaptaban. Apenas pude emitir un gemido patético (ver: «Estoy aquí»: algo susurra debajo de mi cama).
Una mujer obesa, de cabello muy oscuro y despeinado, estaba agachada junto a la cama, justo fuera de la luz que se filtraba entre las cortinas. Nos miramos a los ojos, yo, totalmente paralizada por el horror. Pude escuchar como crujía la piel de sus labios mientras los retraía trantando de sonreír. Lentamente se inclinó hacia adelante, aún mirándome a los ojos, mientras fruncía los labios y sacaba una lengua negra para lamerme los dedos de los pies.
Entendí que era eso lo que había estado sintiendo como algo frío, y luego cálido y húmedo, en los pies. Mi mente sencillamente no pudo soportarlo. Me cubrí los ojos con las manos, me incorporé violentamente, y sin mirar crucé corriendo la habitación para encender la luz principal.
No había nada allí.
La sensación había desparecido también, quiero decir, la brisa, pero todavía tenía la impresión de que mis pies estaban húmedos...
Creo que no hace falta decir que no dormí durante el resto de esa noche. Me fui al comedor, me preparé un café (varios, en realidad) y traté de racionalizar todo el asunto. Ciertamente estaba medio dormida cuando todo ocurrió, pero al existir tantos factores diferentes, tantas sensaciones, incluso al tacto, me sentí incapaz de clasificarlo como una pesadilla particularmente vívida. Pensé en mi madre, que también había fallecido hace unos años. Le pedí ayuda, incluso pude escuchar mi voz interior, llamándola, como cuando mi hermano me molestaba.
Entonces decidí que lo mejor que podía hacer era compartir la experiencia con El Espejo Gótico, un sitio que visito a menudo y que suele abordar temas similares.
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(En este punto recibimos el correo de Ana. Teniendo en cuenta las características de su caso, la instamos a hablar con su hermano, quien también conocía a Elsa y, quizás, también haya tenido alguna experiencia similar. Unos días después nos llegó otro correo, esta vez de Martín)
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Tuve este sueño la otra noche. Estoy en una habitación que no reconozco. Estoy acostado en la cama. Me despierto (todavía en el sueño, todavía en la habitación que no reconozco) y siento que me tiran de los pies, muy fuerte. Era como si me estuviera deslizando hacia abajo por la cama. El punto es que sentí un tirón, que se originó a los pies de la cama, pero en realidad no tengo ninguna sensación de que algo me esté agarrando los pies o los tobillos.
Se siente muy vívido, muy real; tan fuerte que me despierto en mi cama de verdad, en mi cuarto (ver: ¡Algo sacude la cama!). Así que ahora estoy despierto. Ya no siento que me están tirando de los pies. Naturalmente, me doy cuenta que tuve una pesadilla. Fui al baño, y me metí de nuevo en la cama. Me dormí relativamente rápido.
En algún momento empiezo a soñar nuevamente con la habitación que no reconozco. Estoy acostado de nuevo en la cama, boca abajo, como si tratara de dormir. La única puerta de la habitación está cerrada. Esta vez puedo escuchar una voz.
Suena como si una niña estuviese susurrando al otro lado de la puerta. La reconocí de inmediato: era la voz de mi hermana, Ana; no su voz actual, sino la que tenía cuando era pequeña (ver: Escuchar fantasmas de niños que ríen y lloran en la casa).
No estoy seguro si lo que sucedió a continuación ocurrió en el sueño o en el mundo real. Visualmente me pareció que sucedió en el mundo real.
La vi a Elsa, por el rabillo del ojo, arrastrándose por el piso desde el lado derecho de la cama hacia los pies de esta. Siento unos dedos cerrándose sobre mis tobillos (ver: Entidades que se obsesionan con los vivos).
En medio de todo esto sigo escuchando la voz de mi hermana, al otro lado de la puerta, sollozando.
Estaba aterrorizado.
Como estaba acostado boca abajo en realidad no podía ver mis pies, pero me siento deslizándome por la cama, aunque muy lentamente. No traté de detenerlo. Creo que no habría podido moverme aunque lo hubiese intentado. Por alguna razón, traté de hablar. Intenté decir «Hola» tres veces, pero todo lo que salió fue una especie de jadeo.
Lo que sucedió a continuación fue muy rápido.
El llanto de mi hermana se hizo más fuerte. Entonces me dí cuenta que ella estaba llamando a mi madre, quien ha estado muerta desde hace un par de años ya.
Ya no sé si en el sueño o en la realidad, ví a mi madre entrando a mi habitación, con su uniforme de enfermera y su mejor sonrisa. No puedo decir que fuese una visión reluciente, quiero decir, como en las películas, pero la blancura de su ropa y de su piel claramente contrastaban con la negrura del cuarto.
—¡Elsa! —llamó mi madre muy dulcemente.
Un gruñido sin sentido le respondió.
—Elsa —repitió—. Vamos. Es hora de irse esta vez.
Entonces vi un bulto negro, enorme, como si alguien muy grande anduviera en cuatro patas, pero muy rápidamente. Se deslizó junto a mi madre, de pie en el umbral de la pierta, y se perdió en el pasillo. Creo que protestaba.
Sé que todo esto probablemente haya sido un sueño. Lo es, casi con toda certeza, pero desde que Ana me escribió su experiencia ya no sé qué pensar.
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Consultorio paranormal. I Fenómenos paranormales.
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