Conocí al amigo imaginario de mi hijo


Conocí al amigo imaginario de mi hijo.




Compartimos otro caso interesante del Consultorio Paranormal de El Espejo Gótico, esta vez acerca de dos inquietantes amigos imaginarios (ver: ¿Amigos imaginarios o espíritus reales?). Al finalizar el relato de nuestra visitante analizaremos el caso.


***

Conocía al amigo imaginario de mi hijo. Bueno, en realidad conocí a sus dos amigos imaginarios. Sí, dos, como si con uno no fuese suficiente.

El otro día, mi hijo de cinco años y yo estábamos solos en casa, cuando me susurró lo siguiente al oído (con mano ahuecada y todo, como cuando va a contar un secreto)

—Tengo dos amigos en mi cuarto.

El tono era inexpresivo, como si no fuera gran cosa lo que me estaba contando, a pesar de que estamos en cuarentena y claramente no había ningún amigo suyo en su cuarto. Sin agregar nada más, me tomó de a mano y me llevó a su habitación.

—Bien —dije—. ¿Están aquí ahora?

—Sí.

—¿Puedes verlos?

—Sí.

—¿Yo puedo verlos?

—¡NO!

—¿Por qué no?

(Un instante de vacilación)

—No quieren que sepas que están aquí.

Para no extenderme mucho, después de un interrogatorio en el tono más dulce que pude emplear, aprendí lo más importante: los dos eran agradables. No le piden que haga cosas raras, como matar a mamá mientras duerme o tirar al gato por la ventana.

También obtuve información interesante sobre su aspecto. Uno tiene una forma redondeada, como una pelota, y el otro es como un rayo de luz. Solo se dejan ver de noche.

Bien, después de hacer algunas búsquedas encontré que el tema de los amigos imaginarios es normal a esa edad, y que he hecho es una señal de una mente creativa. También leí por ahí que hay que fomentar un diálogo abierto sobre los amigos imaginarios, y no mentir y decir que una también puede verlos. Al parecer, son muy sensibles ante esto.

Una semana después del episodio de la revelación, en medio de la noche, mi hijo me despertó sacudiéndome un hombro. Me incorporé a medias en la cama.

—¿Qué pasa?

Con su mejor estilo dramático se inclinó sobre mi, otra vez, con la mano ahuecada como para contarme un secreto, y susurró:

—Quieren conocerte ahora.

Prácticamente salté de la cama.

—¿Qué? ¿Quién?

Suspiró, como si mi pregunta fuese tan obvia que no valía la pena responderla.

—¡Mis amigos! ¿Quién va a ser?

—¿Ahora?

—Sí.

Mientras caminábamos por el pasillo pensé que necesitaba un arma o algo así, y que esa sola idea era algo estúpido realmente. De todos modos agarré un paraguas en el camino.

Nos detuvimos en la puerta de su cuarto.

—¿Están ahí ahora?

—Estaban, hace un rato.

—¿Están de buen humor?

—Creo que sí.

—¿Debería hablar con ellos? ¿Presentarme?

—No lo sé.

No pude sacarle nada más. Tenía que entrar.

—Muy bien, entremos.

Así que entramos.

Estaba oscuro. Traté de agudizar a vista para ver si había algo arrinconado en alguna parte, pero no pude ver nada más que el contorno de la cama, así que encendí la luz.

—¡NO! —gritó él.

—¿Qué? ¿Qué pasó?

—Las luces tienen que estar apagadas.

Por supuesto.

—Y la puerta también tiene que estar cerrada —agregó.

Mierda.

—Ahora sentate en el piso, má. Ahí.

Ridículo, claro, pero es mi hijo, así que obedezco.

Después de un minuto interminable, dijo con un tono de reproche:

—Se fueron.

Alivio.

—Qué pena —mentí—. ¿Hice algo mal?

—No, solo tenían que irse.

—Ah, me alegro que no se hayan ofendido entonces.

—Si —dijo él, ladeando un poco la cabeza, como si tratara de escuchar algo.

—¿Ahora qué?

—Están en tu cuarto. Quieren que vayas sola.

***


Todos tuvimos compañeros imaginarios en la infancia, por ejemplo, jugando al fútbol solos pero imaginando que somos parte de un equipo. Estos compañeros imaginarios tienen la función de escenificar el juego, de darle un contexto, una verosimilitud. Algo muy distinto son los amigos imaginarios (ver: Historia real de una amiga imaginaria escrita por una niña).

Desde la perspectiva de un adulto es difícil descifrar hasta dónde un niño juega y habla con un compañero imaginario y cuándo estos se transforman en amigos imaginarios. Curiosamente, esa dificultad incluye a las personas adultas que hayan tenido amigos imaginarios en su infancia.

Lo cierto es que los niños se relacionan con el mundo de una forma mucho más abierta que nosotros. La mente infantil no tiene tantos prejuicios acerca de qué es real y qué es imaginario. De hecho, no son conceptos excluyentes para ellos; y están acostumbrados a vivir en una realidad donde lo objetivo y lo imaginario se entrelazan mutuamente.

La mayoría de los amigos imaginarios son exactamente eso, imaginarios, y eso en sí mismo tiene algo de inquietante para los adultos.

Por otro lado, la imaginación infantil no es demasiado estable, ni se rige por una continuidad de factores; varía enormemente, a tal punto que si a un niño se le solicita una descripción de su amigo imaginario difícilmente nos dirá lo mismo en dos ocasiones diferentes. Un día puede ser un soldado, y otro un músico. Por eso es importante personalizarlo y averiguar el nombre del amigo imaginario para saber cuándo el niño se está refiriendo a él. Los dibujos pueden ser una gran ayuda (ver: Significado de los dibujos de los niños)

Otro rasgo interesante de los amigos imaginarios es que los niños siempre se refieren a ellos como un igual. No hay un líder y un seguidor, son pares.

No es aconsejable negar la existencia de amigos imaginarios ante un niño que afirma tener uno, o como en este caso, dos. Lo más probable es que comience a desconfiar del adulto y, en consecuencia, a excluirlo de cualquier comentario respecto del amigo imaginario. Lo mejor que podemos hacer es tomar una postura comprensiva, abierta; de ese modo el niño brindará información sobre su amigo imaginario sin que se lo solicite.

Hay casos, como el que nos ha compartido nuestra amiga el día de hoy, en donde el amigo imaginario adopta cualidades asombrosas, como por ejemplo tomar la forma de luces y colores (ver: Cuando los niños ven fantasmas).

Muchas veces los chicos se sienten inseguros al hablar con un mayor sobre sus amigos imaginarios. Sin embargo, la necesidad de expresar sus preocupaciones suele ser más fuerte que su recelo o miedo ante una posibe falta de comprensión. En el caso de nuestra amiga, parece que su hijo la ha hecho participar de la finalización de su relación con su amigo imaginario, como si de algún modo lo transfiriese al cuarto de su madre, y por lo tanto lejos del suyo. Algo perturbador, sin duda, pero saludable; mucho más que nuestro anterior caso con amigos imaginarios (ver: El Hombre del Sombrero y la Amiga Imaginaria)




Consultorio paranormal. I Fenómenos paranormales.


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