Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant


Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant.




Hace poco hablamos acerca de la Gente Sombra (ver: Figuras humanas que caminan por tu casa de noche) y de la relación entre estas entidades y algunos fenómenos inquietantes, como la Parálisis del Sueño. En este sentido, las experiencias con Gente Sombra fueron haciéndose más y más comunes, pero esto no siempre fue así. De hecho, las experiencias con Gente Sombra son un fenómeno relativamente nuevo, así como lo fueron los avistamientos de ovnis a partir de la década del '50 del siglo pasado [ver: 5 tipos de Gente Sombra]

Partamos desde una hipótesis de trabajo un tanto audaz, pero probable. Aceptemos por un momento que la Gente Sombra existe, ya sean fantasmas, seres interdimensionales o entidades del plano astral; que existen y que están aquí, entre nosotros, pero que no estuvieron desde siempre, ya que no hay reportes de experiencias de este tipo antes del siglo XX. Y si existen, y están aquí, pero antes no, entonces es lícito suponer que hubo un momento y un lugar específicos que marcan el ingreso de estos seres en nuestro plano o nivel de realidad.

Pero, ¿dónde? ¿Cómo?

Quizás fue Guy de Maupassant, el gran escritor francés, quien le abrió las puertas de nuestra dimensión a la Gente Sombra.

Ese portal intedimensional es El Horla (Le Horla), un relato de terror publicado en 1887 sobre una versión más moderada, llamada Carta de un loco (Lettre d'un fou), publicada en la edición de octubre de 1886 de la revista Gil Blas. Allí, Guy de Maupassant relata la escalofriante experiencia de un hombre con una entidad sobrenatural, el Horla, la cual es idéntica a los actuales reportes de personas que aseguran recibir la indeseable visita de Gente Sombra.

En síntesis: el relato de Maupassant describe una serie de experiencias que no tienen antecedentes en su época, pero que cien años después de su publicación comienza a suceder de forma frecuente a miles de personas en todo el mundo.

El Horla, a través de un diario íntimo, relata el descenso de un joven aristócrata a los abismos de la locura, el cual comienza de forma muy sutil. En efecto, el narrador tiene miedo de dormir porque teme la aparición de una presencia oscura que lo atormenta, percibida casi siempre en la periferia de su visión, una presencia que va creciendo, que se va volviendo más y más densa, como si de algún modo adquiriera mayor poder a medida que sus las fuerzas del narrador se debilitan.


Anoche sentí que alguien se inclinaba sobre mí, poniendo su boca sobre la mía, bebiendo mi vida a través de mis labios. Sí, realmente sentí que me estaba chupando la vida, como lo haría una sanguijuela.

(Cette nuit, j’ai senti quelqu’un accroupi sur moi, et qui, sa bouche sur la mienne, buvait ma vie entre mes lèvres. Oui, il la puisait dans ma gorge, comme aurait fait une sangsue)


Esa primera fase que experimenta el narrador coincide con los informes sobre Gente Sombra, que siempre inician con algún tipo de Experiencia Aparicional, es decir, con sentirse observado y sentir presencias estando solo, y que éstas comienzan a aumentar su densidad mientras las fuerzas del sujeto disminuyen (ver: Espíritus que se pegan a las personas).

También la forma en la cual el Horla acecha al narrador al comienzo, inclinándose sobre él en la cama, es algo que repiten todas las personas que han tenido experiencias con la Gente Sombra y la Parálisis del Sueño (ver: Cuando algo invisible te respira en la cara antes de dormir).

El Horla (Gente Sombra) comienza presionando sobre la tendencia a la depresión del narrador. Este se despierta en medio de la noche, completamente sobresaltado, con sudores fríos, después de soñar que la criatura ha entrado en la habitación. Siente que lo están observando, pero no todo ocurre en el plano de lo subjetivo, sino que también ocurren fenómenos físicos que lo desconciertan. Por ejemplo, el vaso de agua que el narrador dejó en la meza de luz está vacío, a pesar de no haberlo bebido él mismo.

La palabra Horla es sugestiva respecto de la naturaleza de la criatura. No es una palabra francesa, sino un neologismo acuñado por Maupassant. Se ha sugerido que está formada por las palabras hors, «exterior»; y , «allí». En este contexto, Horla podría interpretarse transliteralmente como «el que está afuera». Claramente esto determina un factor externo, no un producto de la supuesta locura del narrador.

Las cosas se ponen cada vez peores para el narrador. A su estado de depresión general se añaden tormentos físicos, como la fiebre y el insomnio. Constantemente despierta en medio de la noche, paralizado, sin aliento, con la sensación de que alguien lo está mirando, y en ocasiones de que esa presencia invisible está sentada o apoyada sobre su pecho, quitándole el aire.

Al inicio, el narrador no cuestiona su cordura. Recién cuando el Horla comienza a dominar progresivamente sus pensamientos se pregunta si de hecho no está loco. El episodio del vaso vacío lo convence de que no lo está, ya que durante los episodios de parálisis del sueño es consciente de todo lo que sucede a su alrededor, y que hasta es capaz de analizar la situación con absoluta lucidez.

La presencia del Horla se vuelve cada vez más intolerable a medida que éste adquiere mayor densidad. En general es una criatura invisible, al menos a simple vista; no obstante, posee una consistencia material, ya que puede mover objetos físicos, como una rosa o las páginas de un libro, y también beber agua, leche, y empañar los espejos. También parece ser capaz de comunicarse a través del habla. El propio narrador asegura que el Horla fue quien le susurró al oído ese nombre.

Hay otras similitudes entre el Horla y la Gente Sombra, por ejemplo el hecho de no tratarse de una entidad única. En efecto, hay muchos Horlas. Maupassant comenta al inicio del relato que existe una especie de éxodo desde San Pablo, Brasil, de personas que aseguran estar siendo perseguidas por criaturas invisibles que tratan de controlar sus pensamientos.

El propio narrador tuvo la mala fortuna de estar cerca de una embarcación proveniente del Brasil, momento en el cual el Horla se habría pegado a él.


Las personas angustiadas abandonan sus hogares, abandonan sus aldeas, abandonan sus cultivos, alegando ser perseguidos, poseídos, gobernados como ganado humano por seres invisibles pero tangibles, vampiros que se alimentan de sus vidas mientras duermen.

(Les habitants éperdus quittent leurs maisons, désertent leurs villages, abandonnent leurs cultures, se disant poursuivis, possédés, gouvernés comme un bétail humain par des êtres invisibles bien que tangibles, des sortes de vampires qui se nourrissent de leur vie, pendant leur sommeil)


Ahora bien, resulta difícil explicar qué quiere la Gente Sombra, pero podemos tener alguna certeza en relación a las intenciones del Horla: convertir a la humanidad en alimento. Así lo concluye H.P. Lovecraft en el ensayo: El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), donde alaba a Maupassant y El Horla:


Un ser invisible que influye en las mentes de los demás y parece ser la vanguardia de una horda de organismos extraterrestres que llegaron a la tierra para subyugar a la humanidad.


Vencido, el narrador entiende que es incapaz de vencer al Horla. Prende fuego su  casa y se suicida.

Maupassant es brillante en El Horla. Constantemente juega con símbolos y contrastes. Por ejemplo, al inicio, la prosa del narrador está llena de descripciones de luz y de belleza. Pero cuando el Horla comienza a acecharlo la narrativa pega un giro repentino. Las descripciones se tornan más oscuras mientras se genera una especie de relación de causa y efecto: la depresión es la representación psicológica del Horla, mientras que los sudores fríos, la parálisis del sueño, la fiebre, son sus manifestaciones físicas.

En este punto Maupassant emplea un recurso notable. Cuando el Horla finalmente logra dominar parte de la psique del narrador, éste comienza a cuestionar su cordura, algo razonable, por otro lado, pero que juega a favor de la intenciones de la entidad. Es decir, si uno es un ser interdimensional que se alimenta de la energía de alguien, es deseable que éste crea que está loco, y no en la verosimilitud del fenómeno.

Aquí es justo decir que Maupassant atravesaba un período particularmente depresivo de su vida cuando escribió este relato. De hecho, padecía de sífilis, y se encontraba al borde de la muerte. En este contexto, el deterioro mental y físico del protagonista es análogo al del propio Maupassant, cuya salud y cordura declinaban irreversiblemente. Es fácil caer en la tentación de afirmar que el Horla, en definitiva, es una representación simbólica de la sífilis misma, pero no lo haremos.

Ya entrando en el resbaladizo terreno de la imaginación, es interesante considerar la posibilidad de que el Horla no solo haya vencido al narrador, sino que además se apropió de la voluntad de su creador, Guy de Maupassant, con el objetivo de existir en nuestro plano físico.

Quizás lo consiguió, y desde entonces ha estado reuniendo fuerzas para manifestarse de manera cada vez más grosera entre nosotros, pero siempre produciendo la misma sintomatología entre sus víctimas: parálisis del sueño, terrores nocturnos, sudores fríos, y la sensación de que alguien más nos observa desde un rincón oscuro de la habitación.




Parapsicología. I Fenómenos paranormales.


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