¿Por qué a los vampiros los mata la luz del sol?


¿Por qué a los vampiros los mata la luz del sol?




La leyenda popular sostiene que los vampiros mueren bajo la luz del sol; sin embargo, esta idea es relativamente nueva. De hecho, no existen referencias mitológicas que la sostengan.

Esta leyenda proviene en realidad de la película de vampiros de Wilhelm Murnau: Nosferatu: una sifonía de horror (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens), genial pieza cinematográfica del expresionismo alemán estrenada en 1922. Antes de aquella película no existen registros ni folklóricos ni mitológicos que afirmen que los vampiros pueden morir al entrar en contacto con la luz del sol.

De todos modos, si bien los vampiros de la leyenda no mueren a la luz del sol, como criaturas nocturnas están especialmente adaptadas a la noche, volviéndolos poco aptas, o completamente inútiles, durante el día. En cierta forma, los vampiros son víctimas de su propia especialización.

Las primeras leyendas de vampiros de la Edad Media nos hablan de hematófagos con graves dificultades para moverse a la luz del día, problemática que no deja de asombrar ya que sigue las mismas reglas de la naturaleza, es decir, de lo «natural», siendo los vampiros criaturas sobrenaturales.

Perfectamente adaptados a la vida nocturna, estos vampiros medievales vieron cómo sus capacidades y habilidades para atacar se redujeron notablemente durante el día, tal como les sucede a la mayoría de los depredadores nocturnos.

Los racionalistas se preguntaron por qué los vampiros odian la luz del sol y, en cambio, adoran a la luna, cuando ésta no tiene brillo propio, sino que refleja justamente la luz del sol. Bram Stoker, acaso mejor que nadie, recogió esta incógnita en la novela clásica de vampiros de 1897: Drácula (Dracula), y propuso un razonamiento muy interesante (ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes)

Los vampiros no odian la luz del sol porque esta sea la fuente de la vida. Tampoco mueren durante el día y mucho menos al recibir un rayo fortuito de sol. En realidad, los vampiros huyen de la luz del sol por una simple cuestión de adaptabilidad.

Veamos por qué:

Los humanos somos criaturas diurnas. Nuestro metabolismo sigue el ritmo de la luz del sol. El apetito, el sueño, están regulados por la ausencia o aumento de la luz del sol. Bram Stoker especula que los vampiros son una especie de depredadores naturales del hombre, en consecuencia, su momento de mayor fortaleza necesariamente debe coincidir con el de nuestras mayores debilidades.

En otras palabras, los vampiros pueden moverse con total tranquilidad durante el día, solo que allí sus presas (nosotros) nos encontramos con el metabolismo acelerado, en pleno dominio de nuestras facultades mentales y motrices, convirtiéndonos así en objetivos mucho más difíciles de atrapar.

Por el contrario, la noche oculta, teatraliza cuestiones que a la luz del sol resultan prosaicas, vacías de significados inquietantes.

Los vampiros, legendarios o narrativos, eligen la oscuridad porque coincide con nuestro momento de mayor debilidad, cuando dormimos indefensos en nuestros lechos, sumergidos en la antilógica del sueño: confusos, torpes, aturdidos.

A partir del Drácula de Bram Stoker, donde apenas se menciona superficialmente la debilidad en el conde durante el día, la literatura profundizó en ejemplos de vampiros rigurosamente chamuscados bajo la luz del sol.

En todo caso, los vampiros que mueren a la luz del sol tal vez sirvan de metáfora para los horrores nocturnos que se vuelven cenizas durante el día, de que aquellas sombras ominosas y cargadas de presagios funestos son, después de todo, meras elucubraciones que se hacen polvo bajo el luminoso peso de la razón.




Leyendas de vampiros. I Razas de vampiros.


Más literatura gótica:
El artículo: Por qué a los vampiros los mata la luz del sol fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

0 comentarios:



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Poema de Hannah Cowley.
Relato de Thomas Mann.
Apertura [y cierre] de Hill House.

Los finales de Lovecraft.
Poema de Wallace Stevens.
Relato de Algernon Blackwood.