Hieródulas: las siervas del amor


Hieródulas: las siervas del amor.




La prostitución conoció en la Antigua Grecia una forma que sería poco plausible en los templos cristianos, y que floreció de manera tal que incluso puede compararse con el éxtasis religioso de los santos y mártires que saturan el aire de las iglesias.

Afrodita, diosa del amor, nacida de la espuma que se levantó del mar cuando el miembro descomunal de Urano fue prolijamente amputado por Cronos, tenía en Corinto el templo más extraordinario del que se tenga noticias.

Allí vivían las Hieródulas, las Siervas Sagradas del Amor, cuyo número, invariable, ascendía a mil hermosas mujeres. Todas ellas practicaban lo que los académicos constreñidos definen como prostitución religiosa o ritual, pero lo que realmente sucedía dentro de los muros marmóreos de Corinto en nada se parece a nuestro concepto, a menudo peyorativo, sobre las trabajadoras sexuales.

Las Hieródulas eran mujeres libres, cuyo único nexo en común era la belleza y el amor por la Diosa. Todas ellas se ofrecían libremente como siervas del templo, donde practicaban, entre otras numerosas actividades, el amor como vehículo de trascendencia espiritual. Por cierto, las Hieródulas recibían una suma considerable por sus operaciones amatorias, que casi siempre pasaban a engrosar los bienes del templo; pero en modo alguno estaban obligadas a practicar sus servicios.

Por el contrario, las Hieródulas no sólo elegían a sus clientes, sino las sumas y propiedades que recibirían, o que no recibirían en absoluto, siempre que el devoto fuese de su agrado.

Cuando el cristianismo revisó el pasado descubrió que los templos de Afrodita en Corinto y Erice podían resultar seductores para las almas pecadoras, de modo que adornaron su revisionismo con severas acusaciones de prostitución y otras operaciones escandalosas. Sin embargo, la verdadera historia de las Hieródulas persistió en algunos pocos historiadores clásicos, que relatan con asombro el ejército de bellezas de Afrodita, aquellas mil deidades terrenales, extravagantes y oficiosas, cuya labor principal consistía en expander el reino de la Diosa en el áspero corazón de los hombres.

Entre estas mujeres estaba Eugea, descrita por Pausanias como la más bella y encantadora de las siervas de Afrodita en Corinto. Su gracia y técnica eran tan extraordinarias que los hombres más ricos de Grecia y el Cercano Oriente se acercaban al templo sólo para morir en sus brazos.

Se dice que nadie sobrevivía una noche con ella, y que sus víctimas eran recibidas en el Olimpo por la mismísima Afrodita, orgullosa de su sierva predilecta, a quien había enseñado el arte de amar de un modo tan perfecto, tan divino y absoluto, que los hombres mortales se entregaban alegremente a la muerte con tal de sentir en carne propia las delicias reservadas únicamente a los inmortales.

Las técnicas de Eugea, superficialmente comentadas por Pausanias, pertenecen a un orden secreto, fugitivo, ya que nadie pudo atestiguarlas sin morir en un abismal éxtasis de gozo. Antes de pasar una noche con ella se debía dejar una pequeña fortuna en las arcas del templo y un juramento por escrito de que la sombra inmortal que nos envuelve, para nosotros, el alma, no revelaría los secretos sensuales de Eugea ni siquiera en el gélido Hades o los remotos Campos Occidentales.

Una vez ofrecidas estas garantías, el devoto ingresaba a una cámara en penumbras, donde una mujer envuelta en mil velos de seda aguardaba en el lecho. Acto seguido, la Hieródula iniciaba sus operaciones fantásticas, gemidos y acrobacias de corte divinio, celestial, besos de una tersura sobrehumana que estremecían la piel y llenaban el corazón con el deseo implacable de morir allí, en el mismo instante en que el sol se intuía en las montañas lejanas.

Pausanias, cínico, anuncia que Eugea participó en la muerte de miles de hombres. Magentas, filósofo sensual y afín a los excesos, sugiere que la muerte en brazos de una mujer es, quizás, el mejor final al los hombres inteligentes pueden aspirar.

Miles de sombras en el Hades corroboran esa conjetura.




Mitos griegos. I Feminología.


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4 comentarios:

Patricia K. Olivera dijo...

Que interesante historia!!
Gracias por compartir!!

saludos!!

LORD SHADOW dijo...

ES GRATO SABER QUE ESTA PARTE DE LA HISTORIA NO CAE EN EL OLVIDO!!!

Unknown dijo...

No sabía nada de las siervas del amor... Que interesante historia, hasta dan ganas de seguir averiguando sobre este tema con nuestro buen amigo google XD
Muy buen aporte, muchas gracias!!

James dijo...

Es interesante lo que uno puede enterar con un poco de tiempo, hoy en muchas partes del mundo a la mujer ya no se la ve como una "Reyna" sino como un objeto, creo que los valores no se deberían perder nunca. felicidades por este artículo



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