El ingrediente que no puede faltar en una buena película de terror


El ingrediente que no puede faltar en una buena película de terror.




Vi muchas películas de terror en mi vida. Muchas. Tantas que probablemente cualquiera que no sea yo subestime la cantidad de películas que he visto (ver: Miedos atávicos que utilizan todas las películas de terror).

Esto, naturalmente, no tiene ningún mérito. Las afinidades, los pequeños placeres, como la atracción por lo macabro, no exigen reconocimiento (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción). Simplemente lo menciono porque esa reincidencia me facilita encontrar el ingrediente que no puede faltar en una buena película de terror, o al menos el ingrediente indispensable para que una película de terror sea buena. Hay una diferencia sutil aquí.

Los estándares del horror van cambiado con el tiempo, por supuesto. Fuera de las grandes abstracciones, las cosas a las que tememos ahora no son las mismas que hace cuarenta años, y tampoco las representaciones cinematográficas que elegimos para enfrentar esos miedos (ver: Las propiedades terapéuticas del Horror). Sin embargo, nada de todo eso importa realmente para que una película sea buena o mala, incluso fuera de su contexto temporal.

No me refiero aquí a un ingrediente mágico, pero sí a un elemento insustituible para que una película sea buena. Hay otros desde luego, pero este no puede faltar. Tampoco lo menciono desde una especie de púlpito. Simplemente hago referencia a lo que funciona para mí.

La mejor manera de resumir este ingrediente es con la palabra Compromiso.

En general, las malas películas fallan en el compromiso.

Pensemos en la enorme cantidad de películas de terror que comienzan realmente bien, películas que, a priori, nos sugieren que estamos a punto de entrar en un terreno desconocido, pero que luego, durante el desarrollo, se desmoronan progresivamente. Salvo casos excepcionales, el problema no es la idea central de la película. Seamos sinceros, uno está dispuesto a admitir prácticamente cualquier argumento si la historia es consistente y, sobre todo, comprometida.

Pero, ¿qué hace que una película de terror se caiga a pedazos? ¿Y a qué diablos nos referimos con aquello de compromiso?

Todas las buenas películas de terror comparten este compromiso con la situación, no importa cuán tonta pueda parecer fuera de su contexto, incluso cuando esta se desborda y roza la frontera de lo grotesco. Las buenas películas se toman en serio a sí mismas.

Por el contrario, a menudo vemos que las malas películas de terror son justamente aquellas que no se toman en serio a sí mismas. Este descreimiento a veces asume la forma del humor, el cual puede desbaratar una película del género realmente fácil. Son como un amigo que se dispone a narrar un suceso extraño en el que no cree realmente. En consecuencia, tampoco nosotros creemos.

El compromiso es una forma de sinceridad. Cuando una película de terror se compromete completamente con la situación, puede hacer funcionar las historias más inverosímiles. El compromiso puede ser la diferencia entre dos horas olvidables un sábado a la noche y algo especial, algo a lo que terminaremos volviendo eventualmente.

Hay películas de terror que se mantienen sorprendentemente bien a través de los años porque tuvieron las agallas de comprometerse con su historia, mientras que otras se desmoronan porque nunca descubrieron cómo ser sinceras con el material. Cuál es la razón de esto, no lo sé.

No soy lo suficientemente ingenuo como para pensar que todos los directores de cine simplemente fracasan. En la actualidad, el horror está estandarizado, de tal manera que el género se asemeja más a una línea de producción que a un espacio de exploración. Buenas ideas no faltan, pero se pierden en esa línea de ensamblaje; y cuando algunas películas logran evadirlas, caen en los prejuicios de los realizadores.

Aquí entra a jugar el humor, usado por temor al absurdo y al grotesco; y fatigosos dispositivos para aflojar tensiones. Todo eso es producto de la desconfianza, de la falta de sinceridad y de compromiso con el material. Nada bueno puede salir de eso.

Podemos advertir esa diferencia en aquellas películas de terror que abordan temas posibles. Los asesinos son un gran ejemplo. ¿Dónde está el humor en El silencio de los inocentes? Respuesta: en ninguna parte. ¿Por qué? Porque hay un compromiso con el material, y en consecuencia no hay ninguna necesidad ni deseo por aflojar tensiones. Los temas improbables son los que despiertan mayor incertidumbre en el realizador. ¿No será mucho? ¿No estaremos entrando en el terreno de lo absurdo? ¿Cómo podemos resolverlo? ¡Ya sé! ¡Con un personaje capaz de hacer bromas en los momentos más inverosímiles!

En El Espejo Gótico no tenemos nada en contra del humor. Que no se nos malinterprete. Nos encanta el chocolate, pero no en una pizza.

El compromiso con el material original es el ingrediente indispensable de una buena película de terror; y, por tal caso, de toda obra de ficción que valga la pena. Muchos otros pueden faltar, pero no ese.




Taller gótico. I Cine gótico.


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