El verdadero significado de la «luna de miel»


El verdadero significado de la «luna de miel».




No es infrecuente que algunos términos vayan adquiriendo un significado metafórico. El uso y las costumbres varían con el tiempo, y a veces cambian por completo el sentido que las originó.

Si hablamos de la luna de miel podríamos suponer que nos referimos a un breve período inmediatamente posterior al matrimonio, donde la pareja disfruta de una empalagosa ternura.

Desde luego, nos estaríamos equivocando.

Originalmente la luna de miel designaba una de las borracheras más prolongadas y legítimas a las que el hombre y la mujer podían entregarse dentro de un marco de legalidad.

El término luna de miel (honeymoon) se acuñó en la Edad Media, más precisamente en las islas británicas, aunque su tradición puede remontarse hasta los celtas.

La luna de miel medieval era parte de una tradición típica de las ceremonias nupciales. Básicamente la pareja de recién casados recibía como regalo una ración extraordinaria de hidromiel, bebida que se obtiene a través de la fermentación de la miel, la cual debía durar exactamente un ciclo lunar completo.

Se creía que este mes de profusa borrachera nupcial era indispensable para que la mujer pudiera procrear dentro del primer año de matrimonio. Si eso ocurría, el mérito no era atribuido a la virilidad del esposo o a la fertilidad de la novia, sino a la habilidad del maestro que había mezclado el hidromiel.

Esto, naturalmente, traía consecuencias nefastas en ciertos casos. Si la novia no quedaba embarazada luego del primer año de matrimonio la reputación del maestro quedaba hecha pedazos.

Para los celtas, la luna de miel era una especie de contrato con los dioses. La posiblidad de producir una nueva vida esta atada a la indulgencia divina; de tal forma que para facilitarla apelaban al rocío del cielo, es decir, a la miel, como vehículo de comunión.

Hay que decir también que durante la luna de miel de la Edad Media se gestaron otros ritos nupciales, como la torta o pastel de bodas. En este caso, no existe una razón trascendental detrás de ella, sino más bien un propósito de orden práctico.

Mientras el hidromiel corría profusamente entre los concurrentes a la boda los invitados debían dejar como regalo un pequeño pastel. Las casas más modestas no tenían el espacio disponible para albergar tantas vituallas, de modo que los pasteles se iban encimando a medida que llegaban.

Algunos medievalistas dudan acerca de esta explicación de la luna de miel, y en cambio deducen un significado aún más oscuro.

Es probable que este mes o ciclo lunar de embriaguez legitimada haya tenido como propósito retener al nuevo recién casado en su hogar durante el tiempo suficiente como para embarazar a su esposa.

Después de todo, un mes medieval era un lapso de tiempo considerablemente largo, habida cuenta de las enfermedades, guerras y la baja expectativa de vida. De tal forma que un mes en casa, completamente ebrio, sin posibilidad de salir y morir bajo cualquier pretexto, garantizaba al menos una buena cifra de refriegues y la oportunidad de dejar descendencia, si es que semejante nivel de alcohol en sangre permitía la consumación del matrimonio.

Resulta extraño que los vikingos no hayan aceptado esta tradición de borracheras legalizadas. La luna de miel nórdica era mucho más templada. Se la conocía como flitterwochen, literalmente: semana del oropel, período donde las novias utilizaban todas sus chucherías y ornamentos para agradar al novio; en este caso, peligrosamente sobrio.




El lado oscuro del amor. I Historias de amores prohibidos.


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