Método infalible para ser popular


Método infalible para ser popular.




—La popularidad, en todos los casos donde no es azarosa, es un síntoma de vulgaridad —declaró el profesor Lugano.

—Es posible. De todas formas, sería interesante ser popular al menos durante un día.

—Eso puede arreglarse fácilmente. ¿Tiene tiempo?

—Una o dos horas, como mucho.

—Excelente. Mucho más de lo necesario. Síganme.

Lo seguimos.

Ingresamos en un establecimiento de estética dudosa; sombrío y húmedo. Luego supimos que se trataba de una sociedad de fomento organizada por brujas y nigromantes ya retirados de la práctica ocultista.

La gente andaba sola, como aturdida, por el salón principal. Nadie advirtió nuestro ingreso hasta que el profesor Lugano empezó a caminar entre la multitud y a conversar brevemente con algunos de ellos.

En pocos minutos fue rodeado por una verdadera masa de nuevos acólitos que escuchaban atentamente sus ambiciosos delirios filosóficos.

Las mujeres lo miraban con atención. Los hombres lo observaban de reojo, rcelosos, ofendidos por su entrar abrupto, pero también intrigados por la fascinación que el profesor despertaba en todo aquel que lo escuchara.

Intentamos seguirle el paso, en la medida de lo posible, pero el grado de atención que el profesor Lugano conseguía de sus interlocutores solo podría compararse a una especie de fascinación hipnótica colectiva.

Nos retiramos del establecimiento entre ardorosas despedidas.

—¿Cómo diablos lo hizo, profesor?

—Muy sencillo, aunque debo confesar que este método para ser popular no me pertenece.

—¿De quién es?

El profesor arrancó una hoja de su libreta y anotó una dirección.

—Vayan y pregunten por un opúsculo de Fingal O'Flahertie. Tercer anaquel a la derecha. Cuarto libro. Página 76.

Sin dudarlo, nos dirigimos a la dirección que se nos había proporcionado.

Entramos a la librería. Preguntamos por un opúsculo de Fingal O'Flahertie. Buscamos el tercer anaquel a la derecha.

Encontramos el cuarto libro.

Leímos la página 76:


«Hable a toda mujer como si estuviera enamorado de ella, a todo hombre como si le estuviera aburriendo a usted; y muy pronto tendrá fama de poseer el más exquisito tacto social.»




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial, es el mismo método que utilizo.

Julia L. Pomposo dijo...

Bueno, me gustaría saber si en el caso de una mujer, funciona igual.
Saludos de amistad

Luis Aguilar dijo...

Desastroso resultado si al hablarle a la no muy bonita se cree que su interlocutor está enamorado. Ja.



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