Bibliomancia: el arte de leer el futuro en los libros.
La Bibliomancia es uno de los métodos de adivinación que mejor ha resistido los embates del racionalismo, justamente porque ofrece un material concreto de interpretación.
Al contrario de lo que ocurre con otras mancias, mediante las cuales el oficiante debe interpretar vísceras, reflejos, humo, rastros de café y otras infusiones, sombras, polígonos, raras simetrías geométricas, la Bibliomancia se vale de un elemento que habita en casi todas las casas del planeta: un libro.
La palabra Bibliomancia proviene del griego biblion, «libro»; y manteia, «adivinar». Su significado es bastante claro y no requiere mayores precisiones. Para practicar la Bibliomancia tampoco hacen falta mayores instrucciones. Basta tomar un libro cualquiera, abrir una página al azar, leerla e interpretarla adaptando su contenido al problema o situación que deseamos consultar.
Si bien históricamente la Bibliomancia se valió de la Biblia para adivinar sus misterios apelando a su santidad; cualquier libro es proclive de ser interpretado; ya que en cierta medida todos los libros son sagrados, aún aquellos catalogados de «malditos». En definitiva, la santidad de un texto siempre es subjetiva.
Existen distintas posibilidades para la Bibliomancia. Por ejemplo, durante el Imperio Romano se utilizaba la biblia del paganismo, la Eneida de Virgilio. La Edad Media, como ya vimos, prefirió la Biblia y sus misteriosos simbolismos. No obstante estas discrepancias, el método era siempre el mismo. Una vez seleccionada la página al azar se leía el primer párrafo, que era interpretado según los cuestionamientos del oficiante. Por ejemplo, supongamos que deseamos consultar sobre el destino de un viaje, en cuyo caso tomamos [por ejemplo] el primer tomo de Los héroes (On Heroes), de Thomas Carlyle, y pasamos las páginas rápidamente hasta detenernos en alguna, siempre siguiendo un sentido azaroso. En nuestro caso, el recorrido nos llevó a la página 56:
[«Ilimitadamente, esta conducta constituiría por si sola uno de los signos más deplorables.»]
Acto seguido, el oficiante debe interpretar el párrafo, en nuestro caso, el final misterioso de una oración que no promete demasiado venturoso para nuestro viaje.
Otros tipos de Bibliomancia requieren ingredientes externos al somero repaso de páginas por parte del ejecutante. En uno de ellos el libro era abierto justo por la mitad y ubicado a la intemperie, entonces se aguardaba que el viento fuese corriendo las páginas hasta que se decidía [también al azar] intervenir.
Otro método de Bibliomancia consistía en arrojar un libro al piso y leer el primer párrafo por donde se había abierto. Con esto se creía que cuanto menor fuese la intervención del lector mayor eficacia podía hallarse en el párrafo que el destino seleccionó por él.
Bastante inconformes sobre la profecía de Carlyle nos propusimos examinar otras posibilidades, esta vez, a propósito del destino de este artículo. Para ello apelamos a un lenguaje menos académico y, en cambio, infinitamente más simbólico y rico. Con cierto pavor tomamos una descoyuntada antología de William Blake, la sometemos a la acción del viento, y nos acercamos al primer verso en la página 62.
[«Qué se le ha hecho, ella no lo sabe
y si la interrogáis jurará que no lo ignora.
Sea favorable o no, a nadie le cabe culpa.
Sobre nadie ha de recaer orgullo ni vergüenza.»]
Misterios. I Libros prohibidas.
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2 comentarios:
Me ha gustado el final del articulo, me dejo pensando en que, como la gente puede creer o como no, eso sera cosa de cada uno y ni bien ni mal, sino a cada quien lo que le acomode, ¿no?, ^^ gracias por el articulo.
Yo de chico tenia la manía de practicar eso, pero ya se me había olvidado; Lo aplicare, porque bien es sabido que el azar y el destino son dos caras de la misma cosa.
Nosotros hacemos al destino, el nos hace a nosotros; Se podría interpretar todo como un consejo
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