«Mis amores»: Delmira Agustini; poema y análisis


«Mis amores»: Delmira Agustini; poema y análisis.




Mis amores (Mis amores) es un poema de amor de la escritora uruguaya Delmira Agustini (1886-1914), publicado de manera póstuma en la antología de 1924: El rosario de Eros.

Delmira Agustini fue una mujer seductora, sensual, sedienta de emociones, de experiencias, de vida; pero esa desnudez del alma la condenaba a justificarse en la mirada del otro, a buscarse en espejos que, como sostiene Rubén Darío, confirmen su existir.

En Mis amores, quizás uno de los mejores poemas de amor de Delmira Agustini, el cuerpo femenino aparece como el vértice de una agonía que no encuentra alivio en el recuerdo. Es, en definitiva, un sarcófago de insomnio, de pasión, de deseo, de nostalgia, de anhelos de posesión, de frustrados amoríos.

En contraste, el cuerpo masculino prescinde de los rasgos neuróticos y obsesivos que Delmira Agustini le asigna al propio. En Mis amores, por ejemplo, el cuerpo del otro aparece en toda su extensión: brazos, cabeza, boca, manos, ojos:


¡Ah, entre todas las manos yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos;
de todas las cabezas, yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, ¡tus ojos sólo quiero!


Pero más adelante, también en Mis amores, Delmira Agustini reconcilia la multiplicidad de expresiones e invoca al elegido en términos absolutos:


¡Ven a mí mente a mente;
ven a mí, cuerpo a cuerpo!


En resumen, Mis amores es uno de esos poemas donde las preocupaciones estéticas del autor quedan sepultadas por la fuerza que se requiere para expresar las emociones más íntimas, en este caso, a través de aquellos amores inolvidables que repentinamente regresan del pasado.



Mis amores.
Mis amores, Delmira Agustini (1886-1914)

Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré yo misma para llorarlos todos.
La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, como maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abismo,
cabezas que quisieran descansar en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a las flores de invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas...
Me duelen como muertos...
¡Ah!... y los ojos... los ojos me duelen más: ¡son dobles...!
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran,
son caricias, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
de todas estas bocas que florecen mi lecho:
vasos rojos o pálidos de miel o de amargura
con lises de armonía o rosas de silencio,
de todos estos vasos donde bebí la vida,
De todos estos vasos donde la muerte bebo...
El jardín de sus bocas venenoso, embriagante,
en donde respiraba sus almas y sus cuerpos,
Humedecido en lágrimas
ha rodeado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas de destinos
secretos y alhajadas de anillos de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes de caricia;
manos que están colmadas de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal nunca visto,
manos en que se ve un intangible cetro;
pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño.
Con tristeza de alma,
se doblegan los cuerpos
sin velos, santamente
vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de mi entraña
como a invisible abismo se inclinan a mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, ¡tus ojos solos quiero!
Tú eres el más triste, por ser el más querido,
tú has llegado el primero por venir de más lejos...
¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca
y las pupilas claras que miré tanto tiempo!
Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: ¡cuerpo a cuerpo!
Tú me dirás qué has hecho de mi primer suspiro,
Tú me dirás qué has hecho del sueño de aquel beso...
Me dirás si lloraste cuando te dejé solo...
¡Y me dirás si has muerto...!
Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba lentamente,
y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo,
Y en el silencio ahondado de tiniebla,
y en la tiniebla ahondada de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta morirse
nuestro hijo: el recuerdo.

Delmira Agustini (1886-1914)




Más poemas góticos. I Poemas de Delmira Agustini.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del poema de Delmira Agustini: Mis amores (Mis amores) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Achurita dijo...

este escrito me recuerda al lema implícito de los góticos (y mío también): "como estar mal aun cuando las condiciones son favorables"??

quizás confundiendo a otros, recortando pasados incoercibles al hoy...

ese todo q nos desmitistifica el resto de los milagros del amor.



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