«El clérigo incestuoso»: Margarita de Angulema; relato y análisis


«El clérigo incestuoso»: Margarita de Angulema; relato y análisis.




El clérigo incestuoso (Hypocrisie d’un Curé) es un relato fantástico de Margarita de Angulema (1492-1549) —también llamada: Margarita de Francia, Margarita de Navarra o Margarita de Orléans—, noble francesa y princesa de la primera rama de Orléans de la dinastía de los Capetos.

El clérigo incestuoso apareció en un extraordinario libro de rarezas llamado Heptamerón (Heptameron), una colección de 72 cuentos fantásticos publicado póstumamente en 1558.

El Heptamerón, que significa «siete días», continúa la tradición y el modelo estructural del Decamerón de Boccaccio.

El escenario que encuadra las historias del Heptamerón es una amplia residencia de Cauterets, en los Pirineos, donde unos nobles ociosos se relatan algunos cuentos y leyendas para entretenerse mientras una tormenta les impide partir.

El clérigo incestuoso, así como otros cuentos del Heptamerón, son increíblemente polémicos para la fecha en la que Margarita de Angulema decidió recopilarlos. El hilo narrativo siempre atraviesa el romance prohibido, las infidelidades, el adulterio, la lascivia, temas que aún hoy son abordados con cierta cautela.

El clérigo incestuoso se inscribe en esta interesante tradición de escándalos.

Aqui, una inocente joven afirma estar embarazada sin haber tenido contacto con ningún hombre. Los agentes de la corte, siempre dispuestos a refutar misterios, especialmente cuando estos desafían el orden establecido, se dirigen hacia la parroquia donde la nueva virgen pasa sus días. Allí, tras presenciar un diálogo entre la joven y su hermano, quien es el sacerdote de aquella zona, se revelará el sórdido secreto de una pareja menos infrecuente que directamente blasfema.



El clérigo incestuoso.
Hypocrisie d’un Curé, Margarita de Angulema (1492-1549)« »
El conde Carlos de Angulema, padre del rey Francisco, primero de este nombre, príncipe fiel y temeroso de Dios, estaba en Cognac cuando alguien le contó que en una aldea cercana, llamada Chevres, vivía una muchacha virgen de conducta tan austera que era algo admirable, a pesar de lo cual había aparecido embarazada, sin intentar disimularlo, asegurando a todo el mundo que nunca había conocido varón y que no sabía cómo le había ocurrido, a no ser que fuera obra del Espíritu Santo.

El pueblo creyó, y la tenía y reputaba por una segunda Virgen María, ya que todos sabían que, desde su infancia, siempre fuera muy juiciosa y nunca hubo en ella un sólo signo de trivialidad. Practicaba no solamente los ayunos mandados por la Iglesia, sino también, por devoción, varias veces a la semana, y siempre que había algún servicio en la iglesia no se movía de allí. De modo que su vida era tan estimada por el pueblo que todos la iban a ver como si se tratara de un milagro, y se sentían muy felices pudiendo tocarle la ropa.

El sacerdote de la parroquia era su hermano, hombre entrado en años y de vida muy austera, apreciado de sus feligreses y tenido por santo, con opiniones tan rigurosas que hizo encerrar a su hermana en una casa, con lo que el pueblo estaba descontento; y tanto creció el rumor que las noticias (como os dije) llegaron a oídos del Conde, el cual, al ver el engaño en que estaba todo el mundo, quiso deshacerlo. Así que envió a un oidor y un limosnero (ambas personas muy de bien) para saber la verdad.

Estos llegaron al lugar y se informaron del caso lo más presurosamente que pudieron, dirigiéndose al cura, que estaba tan aburrido del asunto que les rogó asistieran a la verificación que esperaba hacer al día siguiente. El dicho cura, por la mañana, cantó misa, a la cual asistió su hermana, siempre de rodillas y muy abultada; y al final de la misa, el cura tomó el Corpus Domini y, en presencia de todos los asistentes, le dijo a su hermana:

—¡Malhadada de ti! He aquí a Aquel que sufrió muerte y pasión por ti, y ante Él te demando, ¿es cierto que eres virgen, como siempre me has asegurado?

Ella, audazmente y sin temor, le respondió que sí.

—¿Y cómo es posible que estés preñada si sigues siendo virgen?

Replicóle ella:

—No puedo dar otra razón, a no ser por obra y gracia del Espíritu Santo, que ha hecho en mí lo que le deseó; pero no puedo negar el bien que Dios me ha concedido al conservarme virgen, porque nunca tuve deseos de estar casada.

Entonces su hermano le dijo:

—Aquí te entrego el cuerpo precioso de Jesucristo, del cual recibirás tu condenación si no es tal como has dicho, de lo cual serán testigos estos señores aquí presentes, enviados por el señor Conde.

La muchacha, de casi trece años de edad, hizo este juramento:

—Acepto el cuerpo de Nuestro Señor, aquí presente, y que Él me condene, ante vuesas mercedes y ante vos mi hermano, si nunca me tocara hombre alguno que no fuerais vos.

El oidor y el limosnero se fueron muy confusos, creyendo que con tales juramentos no podía haber lugar a engaño, y dieron cuenta al Conde, queriendo persuadirlo para que creyera lo mismo que ellos. Pero éste, que era muy sabio, tras pensarlo bien, les hizo repetir de nuevo las palabras del juramento, y habiéndolas sopesado bien, les respondió:

—Os ha dicho que nunca la tocó otro hombre que no fuera su hermano, y yo pienso que en verdad ha sido su hermano quien le ha hecho el hijo y quiere encubrir su maldad con este gran fraude; y nosotros, que creemos que Jesucristo ya ha venido, no debemos esperar otro. Así que id allá y poned al cura en prisión; estoy seguro de que confesará la verdad.

Lo que fue hecho según su mandato, no sin grandes reproches por el escándalo que hacían a este hombre honrado; y así que el cura fue encarcelado, confesó su maldad y cómo había aconsejado a su hermana lo que tenía que decir para encubrir la vida que habían llevado juntos, no sólo con una excusa ligera, sino con un falso dar que pensar con el cual vivieran honrados por todo el mundo; y cuando se le reprochó cómo había podido ser tan malvado para hacerla jurar en falso sobre el Cuerpo de Nuestro Señor, respondió que no era tan atrevido y que había presentado un pan ni consagrado ni bendito.

Se dio cuenta de todo al conde de Angulema, quien pidió a la justicia que hiciera lo pertinente. Se esperó a que la hermana pariera, y después que naciera un hermoso niño, fueron quemados juntos hermano y hermana; y el pueblo sintió un gran asombro al ver monstruo tan horrible, y bajo vida tan sana y digna de encomio, reinar tan detestable vicio.

Margarita de Angulema (1492-1549)




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El análisis y resumen del relato de Margarita de Angulema: El clérigo incestuoso (Hypocrisie d’un Curé) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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