«El castillo»: Robert Graves; poema y análisis.


«El castillo»: Robert Graves; poema y análisis.




«Morir y despertar sudando a la luz de la luna,
en el mismo patio, sin dormir como antes.»



El Castillo (The Castle) es un poema gótico del escritor inglés Robert Graves (1895-1985), publicado en la antología de 1940: No más fantasmas (No More Ghosts).

El Castillo, uno de los mejores poemas de Robert Graves, describe un espacio dantesco, deprimente, repleto de imágenes macabras, que acaso representa un tipo de encierro más psicológico que físico.

El Orador enumera las experiencias que lo afligen en este lugar y describe sus intentos de escapar. Al final, no hay escape, porque el Castillo es, de hecho, su propia mente. A pesar de todos sus intentos, se ve obligado a repetir una y otra vez su experiencia traumática:


«Morir y despertar sudando a la luz de la luna,
en el mismo patio, sin dormir como antes.»


El autor luchó en la Primera Guerra Mundial, y El Castillo, publicado un par de décadas después, evoca sus recuerdos de las trincheras. Al igual que muchos adolescentes traumatizados en la Gran Guerra, Robert Graves sólo deseaba no ver más fantasmas —de ahí el título de la antología—, pero eso rara vez es concedido. Al igual que para Sigmund Freud, los «fantasmas» de Robert Graves son manifestaciones del trauma; o más específicamente, la intrusión no deseada de sentimientos y recuerdos asociados con traumas personales.

Los seres humanos nos apoyamos en la experiencia de continuidad, es decir, en la sensación de que vivimos en una relación continua, rítmica y predecible con el mundo: actividad/descanso, obligaciones/ocio, obtener/gastar, sociabilizar/soledad, etc. Si decidimos desviarnos un poco de estos ciclos, por ejemplo, durante las vacaciones, estos cambios no representan ninguna amenaza. Sin embargo, si la continuidad de la vida se ve alterada por causas que no son predecibles ni están bajo nuestro control, serguramente reaccionaremos con una buena dosis de ansiedad y estrés. El «trauma», en su forma más genérica, podría definirse como una violación grave del ritmo y la continuidad esperados en la vida del individuo.

Siendo adolescente, Robert Graves fue arrancado de la vida que conocía y llevado, como millones de muchachos, a la inimaginable miseria de la guerra de trincheras. Ante una situación de peligro extremo, el instinto humano se debate entre luchar o huír, pero la guerra de trincheras prohibía estas acciones. Avanzar o retroceder [luchar o huir] no eran opciones. El soldado estaba atrapado, como un niño que no puede accionar el mecanismo de lucha o huída ante la agresión de un adulto.

Robert Graves se encuentra entre los muchos soldados sobrevivientes sufrieron secuelas emocionales. Desde 1919 en adelante [al menos hasta 1928], experimentó ensoñaciones que, según él, «persistieron como una vida alternativa». En estos episodios, los rostros de personas desconocidas en la calle adquirían las facciones de amigos que habían muerto en las trincheras. No podía utilizar el teléfono [por miedo a escuchar la voz de sus compañeros fallecidos], se sentía mal si viajaba en tren y ver a más de dos personas en un día le impedía conciliar el sueño. En su autobiografía menciona algunos síntomas adicionales:


«El miedo al gas me obsesionaba tanto que incluso el aroma de las flores del jardín era suficiente para hacerme temblar, mientras que el ruido del motor de un coche me hacía caer de bruces o correr a esconderme.»


Todas estas anomalías son equivalentes a los «fantasmas» [recuerdos traumáticos] que perturban el «castillo» [la mente], llevándolo al extremo opuesto del concepto de Hogar [en términos de espacio seguro y pensamientos ordenados]. En cierto modo, los «fantasmas» [recuerdos traumáticos] están desvinculados del tiempo lineal que experimentamos en la «normalidad». Son fragmentos del pasado a los que no sólo se puede acceder a través de la memoria, sino que irrumpen en el presente, avasallando todo a su paso. Por supuesto, Robert Graves sabía que sus amigos habían muerto en las trincheras, pero sus «fantasmas» seguían apareciendo en los rostros de personas desconocidas, y él mismo, como alguien que vive en una casa embrujada y nada puede hacer para evitar que sus entidades se manifiesten, estaba indefenso ante sus intrusiones [ver: Casas como metáfora de la psique en el Horror]

Toda historia de fantasmas nos aleja del tiempo tradicional [donde el presente es el presente, el pasado el pasado y cada uno permanece dentro de sus propios límites] y nos transporta a un espacio donde el pasado irrumpe violentamente en el presente. Las analogías que pueden establecerse entre esto y la experiencia traumática son claras: atrapado en un pasado del que no puede escapar [trastorno de estrés postraumático], Robert Graves está encerrado en un bucle de apariciones fantasmales:


No hay escapatoria,
no hay tal cosa; soñar con nuevas dimensiones,
burlar el jaque mate pintando la túnica del rey
para que se deslice como una reina;
o gritar: «¡Pesadilla, pesadilla!»
como un cuerpo en el pozo del cólera,
bajo una carga de cadáveres;
o golpear la cabeza contra esas paredes ciegas,
entrar en la mazmorra, atormentar los ojos
con duplicadas apariciones encadenadas,
y volverse frenético de miedo...
Morir y despertar sudando a la luz de la luna
en el mismo patio, sin dormir como antes.


Robert Graves poseía un humor extraordinario, a tal punto solía bromear con su apellido, sugiriendo que él mismo funcionaba como una especie de «tumba» itinerante de recuerdos desagradables. Esa pequeña distancia ganada con el humor le permitió tomar en serio a los fantasmas, dándoles diferentes usos y resonancias a lo largo de su obra. El Castillo es una de ellas.




El Castillo.
The Castle, Robert Graves (1895-1985)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Muros, montículos, apretadas corrugaciones de oscuridad,
luz de luna sobre la hierba seca.
Caminando por este patio, sin dormir, afiebrado;
planeando usar —pero por definición
no hay salida, no hay salida—
escaleras de cuerda, vigas de madera, poleas,
un cohete zumbando sobre los muros y el foso,
máquinas fáciles de improvisar.

No hay escapatoria,
no hay tal cosa; soñar con nuevas dimensiones,
burlar el jaque mate pintando la túnica del rey
para que se deslice como una reina;
o gritar: «¡Pesadilla, pesadilla!»
como un cuerpo en el pozo del cólera
bajo una carga de cadáveres;
o golpear la cabeza contra esas paredes ciegas,
entrar en la mazmorra, atormentar los ojos
con duplicadas apariciones encadenadas,
y volverse frenético de miedo...
Morir y despertar sudando a la luz de la luna
en el mismo patio, sin dormir como antes.


Walls, mounds, enclosing corrugations
Of darkness, moonlight on dry grass.
Walking this courtyard, sleepless, in fever;
Planning to use — but by definition
There’s no way out, no way out —
Rope-ladders, baulks of timber, pulleys,
A rocket whizzing over the walls and moat —
Machines easy to improvise.

No escape,
No such thing; to dream of new dimensions,
Cheating checkmate by painting the king’s robe
So that he slides like a queen;
Or to cry, ‘Nightmare, nightmare!’
Like a corpse in the cholera-pit
Under a load of corpses;
Or to run the head against these blind walls,
Enter the dungeon, torment the eyes
With apparitions chained two and two,
And go frantic with fear —
To die and wake up sweating by moonlight
In the same courtyard, sleepless as before.


Robert Graves (1895-1985)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de Robert Graves.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Robert Graves: El Castillo (The Castle), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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