El Horror, los Absolutos, y la importancia de la diversidad


El Horror, los Absolutos, y la importancia de la diversidad.




El Miedo puede surgir de diversas formas, pero el Horror es más exclusivo, digamos; depende de una sola condición: lo Absoluto.

Todos los Absolutos engendran Horror: el silencio absoluto, la oscuridad absoluta, y el más inimaginable de todos, a título personal: la luz absoluta.

Alguien, quizás, podría objetar que si el Mal fuese erradicado completamente del mundo, entonces solo existiría el Bien, es decir, el Bien Absoluto; pero, ¿no es esa una idea inquietante?

El efecto que producen los Absolutos se asemeja a mirar sobre el borde de un precipicio hacia un abismo sin fondo. Incluso el Absoluto a quien se nos ha enseñado a adorar, Dios, inspira un sentimiento de Horror.

Aun aquellos lemas que admitimos juiciosamente se convierten en emblemas del Horror en la absoluta literalidad: TODOS SOMOS UNO, TODOS SOMOS IGUALES.

Pero, ¿lo somos?

¿Acaso queremos serlo?

Está muy bien tener los mismos derechos, compartir las mismas obligaciones hacia un bien mayor, y necesariamente común, pero créame que no tengo ningún deseo de ser igual a nadie. No podría serlo. Ni podría usted. Eso supone cierta uniformidad, cierto candor publicitario. Mejor —y menos absoluto— es la Diversidad.

Tampoco es muy deseable que todos seamos uno. ¿Qué significa eso después de todo? Nada, probablemente. La unicidad excluye la Otredad, y el Otro es lo que debería importarnos.

¿Cuál es el valor de preocuparse por alguien más que, en definitiva, es Uno con nosotros? En todo caso, el valor de cualquier acto hacia alguien más radica en el reconocimiento de su Otredad, en el respeto por su propia existencia, independiente de nosotros e incluso de lo que pensamos en términos éticos y morales.

Los Absolutos, entonces, necesariamente producen Horror, porque son irreversibles, porque no admiten nada más.

Incluso nosotros mismos, si fuésemos despojados repentinamente de nuestras miserias, de nuestra malicia, de nuestros pequeños (o grandes) actos inconfesables, y accediésemos a un estado de absoluta bondad, ya no seríamos nosotros. Seríamos otro, un Otro radicalmente distinto, absolutamente irreconocible.




Taller literario. I Egosofía.


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2 comentarios:

Unknown dijo...

Realmente aterrador. Esa aspiración a la igualdad, no la volveré a pensar de la misma manera.

Unknown dijo...

En lo personal no me hace efecto, y bueno, no le veo aplicación alguna pues no es necesario hablar de maldad absoluta para sentir miedo, ese horror solo nos Iguala con lo absoluto que por un momento nos admite...



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