Descartes vs. Lovecraft: una astilla clavada en el cerebro


Descartes vs. Lovecraft: una astilla clavada en el cerebro.




Las ideas no sólo reflejan una forma del ver y de entender la realidad, sino que, por su propia constitución, una idea acerca de lo que es, o de lo que no es, nos permite acceder a todo aquello que no pertenece a esos universos; y es allí, en ese terreno incierto, donde los grandes autores dejan su huella.

Confrontar las ideas de René Descartes con las de H.P. Lovecraft es desatinado, como la mayoría de los ejercicios intelectuales que valen la pena; sin embargo, en el reverso de las afirmaciones de uno podemos encontrar las conjeturas de otro.

Esos universos no se tocan, ni siquiera se rozan, y quizás por eso se reafirman mutuamente.

En las Meditaciones (Meditationes) de Descartes, más precisamente en la tercera, donde el filósofo se empeña en demostrar la existencia de Dios desde una perspectiva epistemológica, podemos encontrar a H.P. Lovecraft y sus Mitos de Cthulhu, desde luego, en el lado oscuro de esas reflexiones.

Vayamos por partes.

Descartes traza una clara distinción entre lo que él llama Realidad Objetiva y Realidad Formal. La Realidad Objetiva es algo así como una concepción, una idea, un pensamiento, sin compromiso de existencia; es decir, la idea de un algo sin que ese algo necesariamente exista en términos reales.

Ejemplo.

Todos podemos imaginar a un dragón sin pensar que los dragones existen. Es decir, podemos elaborar la idea o el concepto de un dragón —un reptil enorme que escupe fuego— sabiendo que éste no puede ser aplicado sobre algo real.

Por otro lado, Descartes habla de Realidad Formal, de un concepto forjado a partir de algo que realmente existe, como el ornitorrinco y las estrellas de mar.

Por ejemplo, pensar en un Vampiro, aunque éstos no existan, equivale a decir que los vampiros poseen una Realidad Objetiva, ya que podemos imaginarlos, pero no una Realidad Formal, debido a que el concepto que los agrupa —seres nocturnos, sobrenaturales, que beben sangre— no está construido a partir de algo que de hecho existe.

La ficción suele inscribirse en uno de esos dos universos, la Realidad Objetiva y la Realidad Formal, o en los dos simultáneamente; pero muy pocos autores han sido capaces de elegir la tercera opción, aquella que Descartes no formula, pero que existe en el lado oscuro de su filosofía.

H.P. Lovecraft es uno de esos autores.

¿Pero cuál es esa tercera alternativa?

¿Qué puede existir más allá de lo real y de lo imaginario?

Así como los vampiros y los dragones —retorciendo sin escrúpulos el vocabulario de Descartes— son Realidades Objetivas (y no Formales), y el ornitorrinco y las estrellas de mar son Realidades Formales (y no Objetivas), H.P. Lovecraft propone algo más.

Ese algo más no pertenece a ninguna de las dos categorías. Pertenece a la tercera: la de lo indescriptible, o mejor dicho, a la categoría de aquello que bien puede ser real o imaginario, pero que de ningún modo podemos reducir a un concepto Objetivo o Formal: algo indescriptible, un clic, una astilla clavada en el cerebro.

De eso se trata el Horror Cósmico en última instancia, género en el que podríamos incluir a Arthur Machen, Algernon Blackwood, y tantos otros grandes maestros.

Colores que caen del espacio, Seres Interdimensionales, Voraces criaturas biológicas en un Multiverso inaccesible; todo eso es parte de la obra de H.P. Lovecraft, pero también de esa tercera alternativa que Descartes se abstiene de mencionar: aquello que, independientemente de su Realidad Objetiva o Formal, está más allá de nuestra imaginación.




Más sobre H.P. Lovecraft. I Taller literario.


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2 comentarios:

Unknown dijo...

Cuando se plantea está tercera opción, yo me imaginé la dualidad existente entre los creyentes y los ateos, o a los que afirman haber tenido experiencias sobrenaturales vs los que tratan de explicar estos sucesos mediante la razón.

Santiago Castillo dijo...

Tengo entwndido que un filósofo español, Millán Puelles, ha tratado la cuestión del tipo de existencia de los objetos ficticios o ideales.

También, desde otro ángulo totalmente diferente, Jesús G. Maestro, en su teoría de la literatura, establece como determinante de la obra literaria su carácter ficticio.

No soy experto ni en filosofía ni en literatura, por ello remito a internet como fuente inicial de información sobre el tema.



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