Is Dahut: la amante insaciable


El mito de Is Dahut: la amante insaciable.




Is Dahut fue denunciada como súcubo a lo largo de toda la Edad Media, ya que su espíritu libidinoso se encarnó en una princesa bretona de Cornualles que pasó a la historia como la mujer más insaciable que halla existido.

Las crónicas vociferan que el apetito erótico de Is Dahut era tan desproporcionado que llevó a la muerte por agotamiento a todos los nobles y guerreros de la corte del rey Gradlon, su padre, hecho que colmó la paciencia del regente y debilitó notablemente las defensas del reino.

Ahora bien, en este punto conviene hacer un alto. La leyenda de Is Dahut está fuertemente vinculada al mito de la Atlántida, aquella ciudad perdida en medio del océano cuyo nombre parece reverberar a lo largo de todas las mitologías.

En primer lugar, Is Dahut es una deformación medieval del verdadero nombre de aquella doncella de amoríos implacables. Su nombre original era Ahes, llamada Dahut únicamente por su padre. La leyenda sostiene que Ahes estaba perdidamente enamorada del mar, por lo cual le pidió a su padre, el rey Gradlon, que construyera para ella una ciudad marítima.

De este modo fue construida la ciudad de Ys, cuyos cimientos se aferraban al fondo del mar como imponentes tentáculos.

En la Edad Media el mito de Ys se degradó notablemente. Exégetas miserables defendieron la postura de que Ys no era de hecho una ciudad submarina, sino que toda la bretaña se había hundido paulatinamente, dejando aquí y allí pequeñas franjas de tierra frente a la bahía de Douarnenez.

Lo cierto es que la leyenda primitiva no habla de una ciudad submarina, sino de una ciudad asediada por graves inundaciones. El rey Gradlon construyó un anillo que la protegía de la marea alta, así como del asedio de buques beligerantes.

La ciudad de Ys creció y se convirtió en la urbe más extraordinaria de Occidente, hasta que las pasiones desmedidas de Dahut la condenaron a la destrucción.

Se dice que Dahut tenía la costumbre de organizar bacanales fastuosas, donde no faltaba el vino aromatizado y los amoríos colectivos. Adicionalmente, comenzó a cultivar el pésimo hábito de asesinar a sus amantes con la llegada del amanecer.

Cierto día, las festividades abominables de Ys fueron presenciadas por San Guénolé, quien censuró a los gritos la corrupción y la infamia en las que había caído la ciudad, y les advirtió a sus pobladores sobre la ira de Dios.

Previsiblemente, Dahut se burló de las amonestaciones del santo enseñándole la vulva.

Tiempo después, un caballero vestido de rojo llegó a la ciudad de Ys y solicitó una entrevista con la princesa Dahut. Ella aceptó, y caminaron juntos por el anillo que rodeaba la ciudad. Cuando estuvieron solos el caballero reveló su verdadera identidad: Satanás.

Cualquier persona temerosa de Dios habría huido de inmediato ante la presencia del príncipe de las tinieblas, pero no Dahut. La princesa era demasiado curiosa en todo lo referente al amor ilegítimo, de modo que le pidió al demonio que la ponga al tanto de las posibilidades del amor clandestino en el infierno.

Este choque de pasiones fue tan impresionante, que el anillo que rodeaba la ciudad comenzó a agrietarse hasta que finalmente colapsó. El rey Gradlon alcanzó a rescatar a su hija de la catástrofe y juntos remontaron vuelo sobre el caballo del monarca, llamado Morvarc'h.

Antes de llegar a tierra firme San Guénolé le gritó al rey que se deshaga del demonio detrás de él. Gradlon interpretó que el santo hablaba de su hija, y la arrojó al mar.

Largos años han pasado desde que Dahut y el mar finalmente se unieron. Se dice que las campanas de la ciudad de Ys todavía pueden oírse desde Francia cuando las aguas están en calma. Incluso existe una leyenda que asegura que cuando París sea tragada por el mar, la ciudad de Ys resurgirá de las olas embravecidas.

De hecho, París, en bretón, significa "similar a Ys".

Exégetas modernos proponen que el mito de la ciudad de Ys y Dahut simbolizan la victoria del cristianismo (la moral de San Guénolé) sobre el druidismo (la lujuria de Dahut). No obstante, el rey Gradlon buscó consuelo en la sabiduría de los druidas, quienes condenaron la ética cristiana por considerarla impropia de las necesidades del amor.

San Guénole, por su parte, intentó tranquilizar al monarca sugiriendo que Dahut se había transformado en la profunda y ancha bahía de Douarnenez. Los sabios druidas rechazaron de plano esta posibilidad, e interpretaron que aquello era una metáfora excesiva y agraviante de la perpetua amplitud y humedad de la princesa.



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1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Ese pensamiento retrogado. Una mujer es generosa con sus encantos y la estigmatizan. Cuando deberían hacerle una estatua.



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