Un microcuento de Navidad


Un microcuento de Navidad.




—Los accidentes siempre ocurren en esta época del año —pensó, mientras se incorporaba con dificultad—. La gente se apresura demasiado con las compras de Navidad y todo eso.

Tuvo que frotar la lengua contra los dientes para sacarse el sabor a asfalto de la boca.

—Tendría que llamar a alguien para que venga a recogerme —pensó.

¿Llamar a quién?

¿Había alguien a quién llamar?

Como pudo, caminó unos metros y se sentó en el cordón de la vereda. El golpe seguramente había sido fuerte. Le dolían regiones del cuerpo que ni siquiera conocía.

—Seamos sensatos —pensó—. Si estoy en la calle seguramente me dirigía hacia algún lado, de modo tal que sí hay alguien a quién llamar.

Pero no lo recordaba.

Ni a ese alguien ni hacia dónde se dirigía.

De lo único que estaba seguro era la fecha: Navidad. Imposible equivocarse con tanto árbol decorado en la calle, tanta atmósfera de alegría, de color, de desesperación.

Escupió sangre hacia un costado.

Era Navidad y no recordaba quién era ni hacia dónde se dirigía.

—¡Los documentos! —pensó.

Se palpó los bolsillos pero no encontró nada.

Entonces miró a su alrededor buscando algo que lo oriente, algo familiar, cualquier cosa.

Nada.

Se limpió la sangre de las manos en los pantalones rojos. Frustrado, tomó una piedra y se la arrojó a un reno que mascaba tranquilamente la hierba de un jardín, junto a los restos de un trineo.

Si solo pudiese recordar quién carajo era.




Microficciones. I Relatos de terror.


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1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y debe de ser por eso que algunos regalos no llegan.



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