¿Cuál es la «vida real»?

—Tengo terribles dificultades para adaptarme a la vida real, profesor Lugano.

—¿A qué se refiere por «vida real»?

—-Bueno... justamente a lo real, a lo concreto, a lo objetivo.

—Básicamente a todo aquello sobre lo que dos o más personas pueden convenir que existe objetivamente.

—No podría haberlo definido mejor, profesor.

—O sea que esta manzana que usted y yo vemos sobre la mesa es más real que su sueño de convertirse en frenólogo.

—No creo que esa sea una forma adecuada de expresarlo.

—¿La manzana es más real que sus ideales, más concreta que el amor que siente por su novia, más objetiva que su deseo de superarse?

—Claramente no.

—Y sin embargo la manzana pertenece al orbe de lo real, y sus sueños, en cambio, a una esfera más grande y propia que las arquitecturas de lo tangible. ¿Por qué entonces querría adaptarse a lo que inocentemente denomina como realidad? Ni sus sueños ni su amor ni su deseo se encuentran en ella.

—Supongo que por una simple cuestión de supervivencia.

—Eso lo entiendo, y hasta me parece razonable. Uno debe subsistir de alguna forma, de modo que la "vida real" suele definir aquel mundo en el que nos movemos. No obstante, es legítimo preguntarnos si las cosas en realidad no son a la inversa. Ese mundo del que le hablo no es igual para todos. La realidad no es la misma para nosotros, sentados cómodamente en un establecimiento de cuestionable criterio gastronómico, que el de William Blake, por ejemplo, que de pequeño, narró cierta vez, asistió al funeral de un hada.

—¿A qué se refiere concretamente, profesor?

—Que tal vez la realidad no es otra cosa que el sustento de nuestro universo interno. El mundo real es paradójicamente una fantasía.

—No estoy seguro de entenderlo, profesor.

—Piense lo siguiente. Para la mayoría de nosotros la vida real es justamente la vida que no llevamos, salvo en nuestra mente y en nuestras fantasías. Por eso nuestra sociedad encierra con diligencia a los locos, a los poetas y a los profetas, porque de alguna forma que no comprendemos ellos han encontrado una grieta, una fisura, entre el significado y el significante, entre la cosa y la palabra que la define, volviéndolas una y la misma.

—¿Entonces debo dejar de lado mi necesidad de adaptarme a la realidad?

—No lo pondría en esos términos. Lo mejor que puede hacer es definir su propia realidad. Que nadie se la imponga. Hay tipos desalmados en el mundo, exégetas miserables que descreen de la veracidad del mito y en cambio defienden la objetividad de un electrodoméstico. Nadie que no sea un cretino consumado puede asignarle a Afrodita una naturaleza inverosímil y, en cambio, considerar que un microondas gravita sobre la más objetiva realidad.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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