Las tres leyes de Arthur C. Clarke.


Las tres leyes de Arthur C. Clarke.




Muchos autores de ciencia ficción han colaborado fuertemente con la ciencia. Isaac Asimov, por ejemplo, razonó las tres leyes de la robótica, que actualmente se utilizan en el estudio y desarrollo de inteligencias artificiales.

El más conocido de estos colaboradores acaso es Arthur C. Clarke (1917-2008), autor de novelas clásicas como: 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odissey) y Cita con Rama (Rendez-vous with Rama). Arthur Clarke formuló tres leyes que han trascendido el ámbito de la ciencia ficción y han pasado directamente a la ciencia tradicional [ver: La tercera Ley de Clarke en la Tierra Media]

Desde muy joven Arthur C. Clarke se interesó por las ciencias, en especial por la astronomía. A tal punto que en su adolescencia llegó a dibujar un preciso mapa de la luna utilizando únicamente un telescopio casero. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, donde sirvió como técnico en radares para la Royal Air Force y luego como diseñador de un sistema de defensa basado precisamente en radares, Arthur Clarke publicó un ensayo en el cual daba cuenta de las posibilidades de la órbita geoestacionaria de los satélites. Este ensayo le proporcionó un gran reconocimiento. De hecho, una de esas órbitas se llama actualmente Órbita Clarke; pero lo más importante es que le permitió comenzar a ganar una reputación más allá del terreno narrativo [ver: Gandalf y la tercera ley de Clarke]

Las Leyes de Clarke aparecieron progresivamente. La primera de ellas surgió en el ensayo: Peligros de la profecía: la falta de imaginación (Hazards of Prophecy: The Failure of Imagination), que a su vez fue incluido en la obra de 1962: Perfiles del futuro (Profiles of the Future). Allí podemos leer:


«Cuando un anciano y decrépito científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado.»


La segunda Ley de Clarke apareció en la reedición de 1973 de Perfiles del futuro. Allí anuncia:


«La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible.»


La tercera Ley de Clarke, sin dudas la más conocida de todas, propone:


«Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.»


Arthur Clarke imagina la posibilidad de que en el cosmos existan inteligencias notablemente avanzadas, con tecnologías que nos resultarían inimaginables; a tal punto que no podríamos distinguirlas de la magia.

En cierto sentido, no hace falta imaginar una brecha escandalosamente amplia entre nosotros y aquellas hipotéticas civilizaciones. Pensemos por un segundo lo que podría sentir un médico renacentista a bordo de un submarino o un transbordador espacial; o un sabio medieval frente a pantallas táctiles y raras variables de la conectividad.

Cualquiera de ellos, en cualquiera de los casos citados, seguramente pensará que frente a él se desarrolla un artilugio mágico, cuando no diabólico; salvo que sabio en cuestión sea nada menos que Leonardo, capaz de imaginar lo inimaginable.

Para finalizar diremos que Arthur Clarke continuó con sus razonamientos pero las Leyes cesaron en 1973. Como el propio Clarke declaró:


«Si tres leyes fueron suficientes para Newton, modestamente he decido parar aquí.»



Ciencia ficción. I Arthur C. Clarke.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno. No le hacía falta ni una sola ley más! Como a Neton. Buenísimo esto.

Unknown dijo...

Es la huella de las tres leyes de la robótica de Isaac Asimoc



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