La persistencia de la rosa.
Hace poco alguien comentaba con total lucidez acerca del carácter reciclable de la vida, y de cómo esta nunca cesa del todo sino que se transforma en algo más, a menudo irreconocible si tomamos como espejo su modelo original. Con este problema existencial sobre los hombros nos cruzamos casualmente con el profesor Lugano.
Como es sabido entre mozos y tertulianos, el profesor es un exégeta de la vieja guardia y quizás el humanista más pesimista que hayamos conocidos. Debatimos el tema en cuestión con relativa aspereza, hasta que llegamos a un acuerdo conciliador y nos jactamos de civilizados: la vida no se transforma, sino que busca persistir hasta el límite de sus posibilidades.
Después de echar en vivos términos a un comensal que especuló que quizás la vida pasa de un ser a otro a través de distintas mutaciones moleculares, por ejemplo, el hombre que muere y nutre la tierra que a su vez alimenta a un árbol, o un trébol, o un hongo.
Si bien esto es rigurosamente cierto a nivel orgánico, sostiene Lugano, hay una degradación paulatina en la vida. No podemos pensar, por romántico y poético que sea, que pasar de la vida humana al flujo de savia de un arbusto puede ser tomado como un salto de calidad.
Desde mi lugar, temiendo también el exilio edilicio, razoné que después de todo estábamos enfocando las cosas desde un ángulo equivocado. La vida es preciosa, frágil, aunque conviene operar como si no nos perteneciera por completo. En definitiva, ¿qué es nuestra psíquis sino un elemento "foráneo" dentro de nuestro cuerpo?
Ante el silencio que generó mi reflexión aproveché para redoblar la apuesta.
Podemos pensar que nuestro cuerpo orgánico se adapta a las necesidades y límites de la vida física, pero nada nos obliga a pensar en la psíquis como algo que está necesariamente sujeta al cuerpo. Aquellos que hablan de las neuronas como motores del pensamiento bien podrían creer que los cables que cuelgan de un poste son los generadores de la información que transportan.
El debate continuó, cada vez más acalorado, hasta que finalmente nos dispersamos en la madrugada. Caminé una o dos cuadras junto al profesor hasta que nos despedimos cordialmente en una esquina anónima del único barrio anarquista que he conocido.
Previamente, acaso para poder conciliar el sueño, acordamos que la vida, aún la vida que subyace en aquellas cosas probadamente muertas, busca persistir en su ser. La madera quiere ser siempre madera, la rosa una rosa, y nosotros fingir que nos interesan estos asuntos para distraernos de nuestra mortalidad.
Egosofía. I Filosofía del profesor Lugano.
El artículo: La persistencia de la rosa fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
3 comentarios:
Adapatación a la necesidad, eso resume mucho.
Buenas noches, soy de Valencia, en España, y mi marido es de Buenos Aires, y me gustaría saber si efectivamente existe ese barrio anarquista que se comenta en el texto y cual es su nombre. Gracias.
Hola Ade. Si, efectivamente existe. Su nombre es "Parque Chas", aunque fue eliminado como barrio por la dictadura militar del '76. Naturalmente, sus calles existen y su diseño fue pensado para eludir fugas y persecusiones policiales. Por eso tiene la fisionomía de un laberinto donde a menudo uno se para en una esquina que no es tal, o sobre un calle que desemboca en si misma.
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