El origen del aburrimiento


El origen del aburrimiento.




Todos nos aburrimos, y por «todos» incluyo a Dios.

La idea no es de mi cosecha. Muchos filósofos han escrito sobre el aburrimiento. Schopenhauer y Nietzshe lo abordaron con incontrastable apatía. El primero calculó que apenas el dolor y la miseria le conceden una tregua al hombre, el aburrimiento se cierra sobre él como una criatura tentacular.

Kierkegaard, menos proclive a asumir el estado anímico de aquello que estudiaba, razonó que el aburrimiento es el único motivo por el cual existe el universo. No se trata aquí de un aburrimiento estático, sino sucesivo: Dios se aburrió y por eso creó a Adán; Adán y Dios se aburrieron y por eso crearon a Eva, y así sucesivamente hasta llegar a Kierkegaard y a usted mismo.

Por otro lado, Pascal sostuvo la teoría de que el aburrimiento es el gran enemigo de la humanidad, pues lo enfrenta con su destino, la muerte. Acto seguido alaba los beneficios de la diversión. Sin ella [argumenta] el hombre cae fácilmente en el aburrimiento, mientras que a través de la diversión uno puede llegar a la muerte inadvertidamente.

Heidegger opinó que el aburrimiento es una «fracción de la nada», un jirón de la nulidad absoluta; y que el hombre en realidad se aburre de ser él mismo.

No obstante estas especulaciones juiciosas, el aburrimiento es anterior al hastío de los filósofos. Todas las lenguas antiguas tenían una palabra para definirlo, en consecuencia, podemos pensar que Sartre nos jugó una mala pasada al sentenciar que el aburrimiento es propio del hombre culto y estéticamente insatisfecho.

Por ejemplo, en Inglés Antiguo existía el término borian, «ensartar», asociando al aburrimiento con algo que no está en nosotros, sino que viene de afuera. Las lenguas germánicas poseían un término análogo, buron, que derivaría en el norso bora, el alemán bohren y el inglés moderno bore. Todos ellos provienen de la raíz indoeuropea bher, «perforar»; que también podemos rastrear en la palabra griega pharao, «arar», y el latín forare, «aburrir».

Pero nuestro aburrimiento, al menos en apariencia, tiene poco en común con el espíritu cortante de la antigüedad. Su orígen es, de hecho, aún más extraño.

La palabra española «aburrir» proviene del latín aborrere [del prefijo ab, «sin», y horrere, «horror»]. Para algunos estudiosos apáticos esto tiene que ver con la idea del aburrimiento como una desnudez de sentido, del hombre que nada teme pues nada tiene para perder. El miedo, en tal caso, sería el antídoto perfecto para el aburrimiento. Quizás por eso sus síntomas son rigurosamente desconocidos en tiempos de guerra.




Egosofía. I Filosofía del profesor Lugano.


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1 comentarios:

arturo dijo...

los artículos de este blog son algo adictivos, son las 2 y 42 am y en vez de dormir, estoy pensando en si aquel aburrimiento que me azota, esta allí porque no me apego a nada,"nada que perder"... será que le falta miedo a la vida del hombre moderno?... eso me emociona mas que la diversión como antídoto.... como sea, mi punto es que cada articulo me abre los ojos y me aleja mas del reno de los sueños.

excelente trabajo sigan asi, porfavor



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