Pergamino de Chinon: el libro de los templarios


Pergamino de Chinon: el libro de los templarios.




Existe un mito muy difundido sobre los Caballeros Templarios, reforzado por innumerables novelas y relatos, en donde se presenta a la Orden como una pseudo-secta condenada por el Vaticano y aniquilada por la envidia y la muñeca política de Felipe el Hermoso.

En parte, esto es rigurosamente cierto, pero la historia nunca concluye con un solo evento, sino que se dilluye en una secuencia de hechos menores, a menudo, inclasificables.

Todos hemos leído con fruición los informes, novelizados o no, que detallan la masacre de los caballeros templarios (ver: La maldición del último templario) y su posterior exilio hacia tierras ignotas; sobre sus secretos, tesoros, ceremonias, y un sinnúmero de leyendas. Pero hay algo que pocos conocen.

Ese algo se llama Pergamino de Chinon.

Primero repasemos el final de los templarios en un par de párrafos (para horror del historiador).

La Orden del Temple tuvo un enemigo central, nada menos que Felipe IV, rey de Francia, cuya codicia lo llevó a elaborar un plan de aniquilación para hacerse con las riquezas de la Orden. En un principio, el Papa se resistió a integrar la conspiración, pero finalmente cedió a las presiones de la corte francesa, y confirma las acusaciones de herejía, por cierto, falsas, pensadas por Felipe para justificar la matanza y la apropiación de bienes.

En realidad, la acusación fue de apostasía y simonía, es decir: ultraje a Cristo, idolatría, rituales obscenos y sodomía. Acto seguido se procede a la tortura y muerte de todos los templarios en diversos países europeos, cuyo comienzo ha quedado marcado en un infame Viernes 13. La muerte del «interrogado» estaba asegurada aunque éste se retractase, ya que el objetivo central era apropiarse de las riquezas de la Orden.

El paradigma de esta matanza queda impregnado en la figura de Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple; quemado vivo a las puertas de la catedral de Notre Dame en 1314 (ver: Revelación de los templarios: guardianes de la verdadera identidad de Cristo).

Ahora bien, hasta aquí todo es historia pura, sin interpretaciones de ninguna clase. Los templarios fueron diezmados a lo largo y ancho de Europa, y su nombre fue asociado a incontables herejías. No obstante, existe un documento que registra una suerte de mea culpa por parte del Vaticano, llamado El pergamino de Chinon.

El Pergamino de Chinon es un documento publicado por Étienne Baluze en el siglo XVII en su obra capital: La vida de los Papas de Avignón (Vitae Paparum Avenionensis). Este pergamino, célebre a causa de los recientes descubrimientos de Barbara Frale, señala la asombrosa intención del Papa Clemente V, quien quiso absolver al último Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, y a otros líderes templarios, de las acusaciones hechas por la Santa Inquisición.

El pergamino está fechado en Chinon, del diecisiete al veinte de agosto de 1308. El Vaticano posee una copia bajo la clasificación Archivum Arcis, Armarium D 218.

Este detalle, muy incómodo para los novelizadores de conspiraciones, señala severas diferencias entre las ideas de la corte de Francia y el Vaticano. Para los primeros, el cargo de herejía era una mera formalidad, una justificación, si se quiere, para la apropiación de bienes; mientras que para el Vaticano contenía otras referencias, acaso imposibles de eludir si el acusado pedía perdón.

Y eso mismo hizo Jacques de Molay antes de ser quemado. Tanto él como otros jefes de la Orden del Temple solicitaron el perdón de la iglesia para eludir la pira. El perdón fue otorgado oficialmente por Clemente V en el Pergamino de Chinon, cuyo contenido fue obviado por las autoridades de París.

Todo parece indicar que esta absolución jamás llegó a los oídos de Jacques de Molay, quien antes de morir en 1314 maldijo a Clemente V y a Felipe IV; detalle que adquirió notoriedad cuando ambos regentes murieron misteriosamente antes de concluir el año.




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