Casarse con un muerto: sobre el matrimonio post-mortem


Casarse con un muerto: sobre el matrimonio post-mortem.




¿Es posible contrarr matrimonio con una persona muerta? La respuesta, por asombrosa que parezca, es si. De hecho, existe una cifra bastante elevada de matrimonios post-mortem debidamente certificados.

La diferencia entre una persona viva y otra muerta es evidente, aunque jurídicamente compartan algunos derechos, entre ellos, el derecho a contraer matrimonio. Uno de los casos más recientes de matrimonio post-mortem se produjo en Francia, más precisamente en Dizy-le-Gros, un pequeño pueblo de alrededor de 1000 habitantes.

Allí, una joven llamada Karen pudo concretar el gran sueño de su vida: casarse con su novio, Anthony. La boda se celebró con algunos detalles poco habituales, entre ellos, que Anthony, el novio, habia fallecido dos años antes en un accidente automovilístico.

La legislación francesa es la única en Occidente que permite que una persona muerta y otra vida, o bien dos personas muertas, contraigan matrimonio legalmente. La ley que lo garantiza es el artículo 171 del Código Civil Francés.

Ahora bien, los matrimonios post-mortem no son fáciles de concretar. La única persona en toda Francia capaz de autorizarlo es nada menos que el presidente. Citamos parte del artículo 171 del código Civil Francés:


[«El Presidente de la República puede, por motivos graves, autorizar la celebración del matrimonio si uno de los futuros esposos falleció luego de haber cumplimentado formalidades oficiales que indicaban inequívocamente su consentimiento. En tal caso, los efectos del matrimonio son retroactivos a la fecha del día precedente al deceso del cónyuge. Sin embargo, tal matrimonio no entraña ningún derecho de sucesión ab-intestato en beneficio del esposo sobreviviente reputándose además que no existió ningún régimen matrimonial entre los esposos.»]


Esta antigua ley, que se creía en desuso, volvió a aplicarse cuando el presidente Nicolás Sarkozy autorizó la boda entre Karen y Anthony, generando un revuelo considerable.

El matrimonio post-mortem no se encuentra contemplado en ningún otro cuerpo legal occidental fuera de Francia. Este dato podría sugerir que semejante rareza jurídica, aún dentro de Francia, debe ser algo insual. Sin embargo, el promedio de bodas póstumas alcanza la cifra de 50 matrimonios anuales.

Existen varios casos conocidos de matrimonios entre personas vivas y muertas. Su origen, al menos en teoría, está relacionado con la guerra; es decir, con la muerte de soldados en distintos conflictos a través de la historia y cuya finalidad era darle un marco legal a sus parejas e hijos, que de otro modo serían considerados ilegítimos.

Si el matrimonio post-mortem resulta una verdadera rareza jurídica, ¿qué decir del divorcio póstumo?

En Alemania, por ejemplo, existía la figura del matrimonio con caídos, el leichentrauung, que no era otra cosa que la posibilidad de contraer matrimonio con un soldado muerto en combate.

En los casos en los que la viuda póstuma manifestaba algún tipo de comportamiento indigno, se sancionaba el Totenscheidung, es decir, el divorcio post-mortem, invocando el previsible deseo del fallecido de divorciarse de su infiel esposa.

Casarse con un muerto, como vemos, es un asunto delicado, ya que la mitad viva de la pareja debe actuar con la misma fidelidad y dedicación que la que se espera dentro de un matrimonio tradicional.

Ahora bien, una mirada menos genérica sobre el asunto del matrimonio post-mortem nos obliga a pensar en las desventajas de cualquier prolongación jurídica de una persona fallecida.

Históricamente hablando, este exceso permitió la gestación de uno de los episodios más vergonzosos para la Iglesia Católica: el macabro Sínodo Cadavérico, en donde el papa Esteban VI ordenó en 897 exhumar los restos de su predecesor, el papa Formoso, para someterlo a un juicio público y condenarlo, entre otras penas, a la amputación de tres dedos, algo que resultó notablemente dificultoso ya que el cuerpo del ex-pontífice manifestaba todos los síntomas de la descomposición.

Naturalmente, aquella ley francesa de la que hablábamos antes ha estimulado los más grotescos absurdos.

Tal vez el más extraño de todos sea el que involucra la figura del poeta Isidore Lucien Ducasse (1846-1870), más conocido como Conde de Lautréamont, autor de los Cantos de Maldoror (Les Chants de Maldoror). [ver: ¿Quién es Maldoror?: análisis de «Los Cantos de Maldoror»]

El Conde de Lautréamont falleció misteriosamente a la edad de 24 años. Gran parte de su vida permanece en el más absoluto misterio. En su tiempo, Los cantos de Maldoror, obra cumbre de la poesía maldita y prácticamente la Biblia del surrealismo, alcanzó una primera tirada de apenas diez ejemplares, ocultos y, en muchos casos, quemados en secreto por temor al escarnio público.

En 2004, tras largos años de insistir en vano, una joven norteamericana hizo público su pedido de contraer matrimonio con el poeta, recordemos, fallecido 134 años antes. La solicitud, formalizada a través de un pedido legal en Francia, fue desestimada por cuestiones obvias.




Misterios miserables. I El lado oscuro del amor.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Increible!! Si yo pudiera hacerlo me casaria con james dean o con victor hugo!!!! lu.



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