Libros perdidos de la Biblioteca de Alejandría.


Libros perdidos de la Biblioteca de Alejandría.




La Biblioteca de Alejandría fue la biblioteca más grande de su tiempo. Estaba situada en la ciudad egipcia de Alejandría y fue fundada a principios del siglo III a.C. por Ptolomeo I. Se dice que en su época de esplendor llegó a albergar alrededor de 900.000 manuscritos.

Su gloria y tamaño eran tan impresionantes que el califa Omar se sintió sobrecogido por la cifra de libros que albergaba. Pero lo cierto es que sabemos muy poco sobre ella. Se cree que fue quemada por las tropas de Julio César en el año 48 a.C., pero algunos historiadores sostienen que apenas fue afectada por el fuego que se esparció velozmente por la ciudad.

El edificio tal vez cayó en el incendio, pero muchos manuscritos sobrevivieron. En la época de la dominación árabe de Alejandría, el califa Omar ordenó la destrucción de miles y miles de pergaminos. Para justificar esa masacre elaboró el siguiente razonamiento:


«Si [la Biblioteca] no contiene más de lo que hay en el Corán, es inútil, y es preciso quemarla; si contiene algo más, es mala, y también es preciso quemarla.»


Cualquiera haya sido su destino, la Biblioteca de Alejandría desapareció. Los manuscritos que no fueron quemados se dispersaron durante los saqueos de Aureliano, Diocleciano y Teodosio el Grande.

Menos aún conocemos la estructura interna de la Biblioteca de Alejandría, su organización y distribución. La falta de testimonios se suma a unas pocas afirmaciones contradictorias, cuestionables o directamente falaces. Lo poco que conocemos sobre ella son simples aproximaciones.

Por ejemplo, los libros de la Biblioteca de Alejandría fueron adquiridos en cuatro grandes períodos. Su fundador, Ptolomeo, aportó 200.000 volúmenes. Ptolomeo II, duplicó la cifra. Julio César incluyó 300.000 más y Marco Antonio sumó otros 200.000 en homenaje a Cleopatra, su amante, expropiándolos de la Biblioteca de Pérgamo.

Entre los libros perdidos de la Biblioteca de Alejandría caben destacar las obras del sacerdote babilónico Beroso: tres gruesos volúmenes titulados Historia del mundo, que abarcan la cifra asombrosa (y blasfema, al menos para el Antiguo Testamnto) de 432.000 años, desde la creación hasta el diluvio universal. La Biblioteca también albergaba las cien obras de Sófocles, de las cuales solo conocemos siete.

La ciencia y la filosofía quedaron irremediablemente maltrechas tras la caída de la Biblioteca de Alejandría. Se perdieron obras capitales, cuyo saber solo sería recuperado muchos siglos después. Por allí estaban las obras de Arquímedes, la Geometría de Euclides, la Trigonometría de Hiparco de Nicea y sus teorías geocéntricas; la contraria visión heliocéntrica de Aristarco, cuyo mérito siglos después fue desplazado hacia Copérnico; las Geografías de Eratóstenes; los estudios de Herófilo de Calcedonia, que concluyó que no es el corazón el hogar de la inteligencia, sino el cerebro; los raros diseños de Herón de Alejandría, inventor de curiosos engranajes, autómatas y de los principios del motor a vapor...

La pérdida de estos conocimientos retrasó a la humanidad y favoreció la oscuridad intelectual que creció como una nube voraz durante la Edad Media. A modo de homenaje, y acaso de reparación histórica, en 2002 la Unesco inauguró una nueva Biblioteca Alejandrina en la misma ciudad.




Más libros prohibidos. I Libros malditos.


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