El sueño de la tumba: una historia de amor


El sueño de la tumba: una historia de amor.




Para los demás el día comienza con ese frustrante desplazamiento entre el olvido del sueño y la aterradora conciencia del día.

Ya no recuerdo cuándo la conocí. Tampoco si llegué a conocerla realmente. El tiempo, como tantas otras cosas, se ha vuelto notablemente esquivo.

Las fechas, las cifras, las estaciones, no tienen ningún valor. Las horas no representan nada, salvo una masa inmóvil de instantes que rara vez se encadenan con otros.

Los días no me envuelven. No son míos. No pueden contenerme. Yo soy quien transita por esa abstracción y no al revés.

Mi relación con Ella no puede describirse con palabras convencionales ya que no nada hay convencional entre nosotros.

Lo que sí puedo describir es nuestro primer encuentro.

Ya he dicho que no puedo evocar cuándo nos conocimos, aunque el resto de aquella madrugada brille en mis recuerdos con una intensidad cegadora, estática, casi onírica. A veces pienso que nunca abandoné aquellas horas, que sigo allí, preso en una realidad tenebrosa que se ha transformado en recuerdo; que mi existencia, siguiendo alguna ley indescifrable, se ha detenido en sus ojos.

Era una noche despejada. El rocío profetizaba un amanecer glorioso. La vi caminando hacia mí con la mirada perdida en las estrellas. Sus pasos eran seguros, pero sobre sus hombros se adivinaba una carga, una culpa, quizás, o un dolor tan secreto como inconfesable.

Cuando nos cruzamos sus ojos me percibieron, o mejor dicho, me atravesaron.

Nunca había sentido algo semejante.

Por entonces estaba habituado a sentirme ignorado, invisible, a tal punto que a veces me perseguía la extraña obsesión de mirarme en cualquier cristal para verificar que realmente existía.

Su mirada duró apenas un instante, luego siguió caminando.

No sé qué impulso la obligó a retroceder. Nunca me lo dijo.

No alcé la mirada de inmediato, tal vez porque no quería incomodarla. Dejé que se acercara sin invadirla ni anticipar una cortesía urgente.

Se sentó justo frente a mí, sobre el pasto, y dijo:

—Sos lindo.

Mis ojos se trabaron en las estrellas, en los árboles, en cualquier otra cosa. No hubiese podido levantar la mirada aunque el destino del mundo dependiera de ello. Sentía mil palabras agitándose en mi boca. Hervían. Me quemaban.

Finalmente logré articular unas pocas palabras:

—¿Quién sos?

Silencio.

Ella tampoco me miraba.

—Parece que estamos igual de solos. —dijo, mientras arrancaba una flor seca del piso.

Me sentí incapaz de agregar nada. Formular un prosaico interrogatorio me pareció algo decididamente inadecuado.


Me senté junto a ella mientras la madrugada se deshacía en un silencio apenas roto por el distante y soñoliento rumor de los automóviles.

Los insectos se apretaban contra los faroles para captar las últimas vibraciones de calor.

Entonces amaneció.

Ella se incorporó y se arrancó unos pastos secos del vestido.

—Me gustó estar con vos. Creo que voy a volver. Me gusta tu compañía. —dijo, y se fue.

Desde entonces mi vida se convirtió en una eterna espera. La ansiedad me corroía por dentro, como un grito angustioso que nunca se termina de proferir pero que sigue latiendo en la imaginación con una intensidad que no deja lugar para otro pensamiento.

Así pasaron los días.

Pasaron las semanas.

Pasaron los meses.

Hasta que Ella apareció de nuevo.

Su ausencia me había permitido ensayar un torbellino de palabras, de preguntas, de declaraciones. Pero, otra vez, me sentí incapaz de emitir siquiera un sonido.

De nuevo se sentó en el pasto, frente a mí.

—¿Siempre estás acá? —preguntó.

Estuve a punto de responder afirmativamente, cuando Ella, de repente, empezó a reírse.

—Perdón —dijo—. A veces hago chistes malos cuando estoy nerviosa.

Creo que me sentí halagado.

—No hay problema —dije—. A mí me pasa lo mismo.

—Soy Eugenia. Encantada de conocerte, Martín.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Ella jugaba distraídamente con las flores inflamadas por el rocío. Pensé que lo mejor era hablar de cualquier otra cosa. Si Ella quería decirme cómo sabía mi nombre tarde o temprano lo haría.

—¿Te gustan? —le pregunté, mientras intenté inútilmente arrancar una flor.

—No me gustan estas flores —dijo—. Me gustan las rosas y los jazmines, especialmente los jazmines.

Entonces levantó la vista y me miró. Con cierta timidez alzó una mano como para acariciarme el rostro, pero se detuvo.

—¿Ya te dije que sos lindo?

—Si, el otro día cuando...

—Mirá, Martín, me gusta tu compañía, pero no sé, me parece extraño todo esto. No sé que me pasa. Debo estar un poco loca por hablar con vos. A veces creo que tengo algo malo adentro, como si todo me doliese el doble que a los demás.

Ella se acomodó el cabello detrás de la oreja. Pude ver las marcas en sus muñecas.

—Me duele vivir. ¿Me entendés?

—Si.

—¿Me vas a ayudar?

Durante un segundo sentí algo extraño. No era miedo, al menos no en el sentido convencional de la palabra, sino algo verdaderamente sobrecogedor, como los ecos de una pesadilla que continúa brevemente aún después de despertar.

—¿Ayudarte? ¿Con qué?

—Sola no puedo. Ya lo intenté, pero no pude. Cada segundo que pasa es peor, no puedo pensar en otra cosa. Necesito tu ayuda para hacerlo.

Estas palabras marcaron otro silencio interminable. Yo, en cambio, me volví repentinamente elocuente. Le di una serie incontable de ridículos argumentos, le expliqué que era una locura, que era joven, que seguramente había miles de cosas por las cuales valía la pena seguir adelante. Lo dije todo y aún un poco más.

Ella seguía con los ojos en las flores, inmune, inalcanzable.

—Voy a volver mañana a la noche, cuando los guardias estén durmiendo. Por favor, necesito que me ayudes, Martín.

Y se fue.

Las sombras se dispersaban.

Me apresuro a contarte esta historia, aunque probablemente nadie me esté oyendo. La hora se aproxima y Ella puede llegar en cualquier momento. No quiero hacerla esperar.

Resolví que no voy a ayudarla. El amor, dicen por ahí, es desear para objeto amado una felicidad completa, aún cuando esa felicidad nos excluya. Yo no creo que este sea el caso: la amo y la necesito viva; necesito su sonrisa, sus ojos, sus dedos que arrancan flores muertas.

La necesito porque sin Ella soy de vuelta una nada.

Pero sé también que las objeciones, por sensatas que puedan ser, son perfectamente inútiles. Ella ha tomado su decisión y yo no puedo cambiarla, no en éstas condiciones.

Ya la veo saltar el muro. Se acerca con un resplandor metálico en la mano.

Aún hoy no sé por qué me eligió; por qué mi nombre, ya erosionado por incontables tormentas, le pareció adecuado para sentarse y contar el alfabeto indescifrable de las flores, cuando alrededor hay tantas otras lápidas que duermen en silencio.




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El relato: El sueño de la tumba: una historia de amor fue escrito por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

18 comentarios:

Cat dijo...

Una hermosa historia. Cuando era pequeña, a veces tambien le hablaba a los objetos inanimados, tumbas, muñecas etc..., porque tenía la sensación de que me prestaban más atención que las personas, no se burlaban de lo que decía, no lo iban contando por ahí etc...

Anónimo dijo...

sublime historia de amor estoy convencida de que un amor tan especial entre estos dos seres es mas real y leal que un amor entre un hombre y una mujer.
a veces yo sueño con un amor imposible lo siento aunque no lo conozco , se que esta ahi cerca de mi
es imposible de describir tales emociones.
gracias por hacernos soñar.

Anónimo dijo...

Hola, hace tiempo que ojeo por aquí y e de decir que este texto me ha encantado.. es tan.. guau... a mi me parece hermoso. Un beso, está genial el relato ^^.

calavera dijo...

eciosidad de relato es increible me encanta

engelver dijo...

sublime y fascinante al pensar que alla una historia que relate lo que normalmente es real para mi... hace poco que rebiso este lugar encantador y no me habia armado de valor para opinar ...

Anónimo dijo...

The Princess Dark

Esta preciosa esta historia, la cual demuestra que para el amor no hay ningun obstaculo, de verdad despierta emociones en cuanto lo empiezas a leer, lo unico que puedo decir es que esta BELLISIMA esta historia.

Debora dijo...

Que triste... me ha hecho llorar...
tienes mis más sinceras felicitaciones.

Yas dijo...

Hermoso, la verdad ni siquiera me di cuenta de que era tuyo el poema.
Es bueno no ser la unica que se siente asi, como una sombra.

Jordys dijo...

Cuan glorioso sera el dia en que verdaderamente podamos amar...

Anónimo dijo...

ola, no soy gotico, no soy emo, nose q es lo q soy, soy un pokito d todo, creo, bueno, nose quien lo escribio, m gustaria saberlo, pero no importa. M encanto muchisimo este relato, nose, pero m gustan estas istorias, siento algo raro al leerlo, nose un sentimiento raro, nose, lo q siento al leerlo es imposible de describir con tan solo letras, m encanto, esta reeeeeee... nose, es tan ... nose pero m gusta mucho, esperaria q nadie llegase a tal punto, como lo es el suicidio, por q yo creo q lo mejor d la vida es el amor, no lo se, nunka comparti algo asi con alguien, bueno solo por unos instantes, en el primer beso, aunke ya no le importe, se q ay alguien q m espera y eso creo... q ni c acerca a lo q m izo sentir este relato, nose como terminar, m despido.... EthernamenT IlucionadO.

Anónimo dijo...

Debo decir que es un relato/poema, o lo que sea, asombrosamente increible. Me fascinaria poder conocerlo Señor Aelfwine. Pero pues debo decir que no creo poder hacerlo. Mis mas sinceras felicitaciones.

Rodolfo Soria (Lodor Airos). Un increible Blog el que usted posee.

Anónimo dijo...

la verdad supagina es de lo mejor y creame que es la mejor inspiracion que tengo

ruben-13 dijo...

sublime es esta historia me recordo tantas veces k pense acerlo
como su suabe voz me llamaba para estar juntos en la eternidad y como tantas veces me puso en situaciones k no se como llege asta ahi solo x estar enbrujado en su encantobueno continuando con esta historia me necantanto

Anónimo dijo...

Hermosa Historia... sin palabras...

Anónimo dijo...

omm la verdad es la historia que estaba buscando me canse de lo tipico y esto es algo diferente me encanta ,porque al leer palabra tras palabra me volvio la ilusion de lo que yo creia era solo una tonteria algo q no existia a creer en el amor verdadero ,esto me pone a reflexionar yo pensaba como martin q yo soy una persona insignificante y como yo hay muchos pero esto nos dice q el amor existe y se mira por lo q son las personas y el amor existe parea todos a un mas alla

Persefone dijo...

Me ha encantado..

Unknown dijo...

Es poco decir que me ha encantado. Se parece a uno que yacía en el fondo de mi mente. es como si yo hubiera pasado lo mismo. Gracias por adivinar. Es uno de mis favoritos.

Anónimo dijo...

No encuentro las palabras adecuadas para describir lo que siento al leer esto.Sublime.



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