La fórmula mágica del cine de terror: la Sombra de la Normalidad


La fórmula mágica del cine de terror: la Sombra de la Normalidad.




El sabor de los ingredientes cambia, pero la fórmula mágica del cine de terror es la misma. Podemos resumirla en la combinación de tres variables:


a- Lo Anormal (que de aquí en adelante llamaremos: «Monstruo», figura que incluye tanto a las criaturas sobrenaturales como demonios, vampiros, hombres lobo, fantasmas, etc, así también como a asesinos y Villanos humanos en general).

b- La Normalidad: el protagonista y su círculo íntimo.

c- La relación entre el punto A y el B.


Esta es, brutalmente resumida, la fórmula básica del cine de terror. Ahora vayamos un poco más allá.

El Monstruo —decíamos, la síntesis de lo Anormal— es variable en sus formas y manifestaciones, pero en general refleja las ansiedades y miedos de la sociedad, que a su vez se resume en la figura del Protagonista.

Quizás lo más interesante del cine de terror es cómo el Monstruo y la Normalidad evolucionan a lo largo del film. De hecho, podemos pensar que una buena película de terror es la historia de un proceso que clarifica la auténtica relación entre el Monstruo y la Normalidad.

Si pensamos en el cine clásico de terror, el Monstruo generalmente funciona como una especie de doppelgänger, de doble, que reúne los aspectos reprimidos o prohibidos de la figura del Protagonista. Es decir, el Monstruo no es un opuesto, sino más bien el Protagonista pero bajo una luz diferente, de ahí que se lo considere como una Sombra de la Realidad.

Alguien podría cuestionar aquí en qué se parecen Ripley y el Xenomorfo, o cualquiera de las ocasionales contrincantes de Jason Voorhees, Michael Myers, Freddy Krueger, y una larga lista de macheteros de ultratumba. Al principio de la película, poco y nada. Es en la confrontación final donde las semejanzas se revelan.

Por algo TODAS las protagonistas mujeres en el cine de terror, invariablemente, se «masculinizan» al final para enfrentar al Monstruo. Rara vez son Chicas Malas, sino más bien mujeres que, al final, rechazan la feminidad tal cual está establecida en la sociedad y luchan contra el Monstruo —y sus coloridos accesorios penetrantes— en un terreno de igualdad.

Sigamos.

La aparición del Monstruo siempre coincide con algún tipo de tensión entre el protagonista y su círculo íntimo. A veces es una muerte —la típica «pérdida»—, la mudanza a una nueva casa —irremediablemente embrujada—, un nacimiento, o cierta disfuncionalidad familiar. Estos son los motivos principales.

A partir de los años ´60 casi todas las películas de terror están estructuradas alrededor del núcleo familiar del protagonista, dentro del cual, además de pareja e hijos, podemos incluir a su círculo de amigos.

De hecho, el cine clásico de terror habitualmente sitúa al Monstruo como un outsider, un extraño, alguien que viene de afuera. Pensemos por ejemplo en los primeros íconos del género —Lugosi, Karloff, entre otros—, básicamente actores europeos, en ciertos casos, con un repertorio limitado en el manejo del idioma inglés.

Estos Monstruos siempre vienen de otro lado, ya sea de Transilvania, el espacio exterior o el fondo de una laguna.

Desde la llegada de Norman Bates en Psicosis (Psycho), de Alfred Hitchcock —basada en la novela de Robert Bloch— el cine de terror hollywoodense reconoció al horror como parte de la familia, y, por lo tanto, como algo incestuoso.

No es caprichoso que, a partir de esta época, el Monstruo asuma una faceta más perversa que la de sus predecesores.

Es decir que la fórmula mágica del cine de terror casi siempre tiene que ver con la relación entre el Monstruo y el Protagonista, y cómo ambos extremos empiezan a acercarse mutuamente.

Al conocer lo motivos que impulsan al Monstruo a ser lo que es, poco a poco se despoja de su aparente irracionalidad; en otras palabras: se humaniza: Pazuzu quiere vengarse del padre Merrin, es decir, no posee a Regan —hija de una madre divorciada = conflicto familiar— al azar, algo sin dudas mucho más aterrador, sino como parte de un plan elaborado meticulosamente. El mismo móvil —la venganza— justifica los actos atroces cometidos por asesinos de ultratumba.

Por otro lado, el protagonista debe sufrir una progresiva metamorfosis en la cual asume una actitud más determinada que al comienzo. Deja de escapar, por decirlo de algún modo, y llega por fin a confrontar al Monstruo en su propio terreno.

Desde ya que el género ha sufrido muchos cambios con el transcurso del tiempo, pero la Sombra de la Realidad se mantiene prácticamente inalterable; en parte, porque es efectiva para reflejar nuestros miedos y ansiedades, aunque luego su realización deje bastante que desear.




Cine de terror. I Relatos de terror.


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