El collar de fideos


El collar de fideos.




Sonará absurdo, ya lo sé, pero lo primero que pensé fue que nunca en la puta vida me olvidaría del collar de fideos.

Absurdo, es cierto, pero también muy humano. Somos verdaderos maestros en el arte de percibir lo superfluo, y no solo eso, sino que somos capaces de imprimirlo en la memoria de modo tal que ya no sea posible borrarlo.

Me encantaría, le juro, acordarme de otra cosa que no fuese el collar de fideos. Ella estaba tan contenta cuando nuestros hijos se lo regalaron.

Lo habían hecho en secreto, para su cumpleaños. Usted ya sabe como son los chicos: amasan un muñeco de plastilina, un dibujo indescifrable, y uno actúa como si se trataran de grandes obras de arte. Quién sabe, a lo mejor lo son.

Habíamos pasado la mañana entera diseñando el collar. Desde luego, a mí se me encargó la compra de los materiales. Para ser sincero, el proyecto me entusiasmó. Hasta el año pasado, los chicos eran incapaces de concebir algo más elaborado que un manchón de colores sobre un papel, más parecido a un test de Rorschach que a un regalo de cumpleaños.

Usted seguramente se imaginará el desorden que hicieron, y probablemente se quedará corto; pero lo cierto es que el collar quedó hermoso.

A la noche salimos a cenar, los cuatro. Los chicos estaban muy ansiosos por entregarle el regalo, y apenas consiguieron aguantar hasta el momento del postre. Ella estaba realmente sorprendida; de verdad. La conozco desde hace muchos años como para reconocer un gesto fingido. De inmediato se colocó el collar alrededor del cuello y nos preguntó cómo le quedaba. Los chicos estaban muy orgullosos. Lo cierto es que le quedaba muy bien; incluso la camarera que nos atendió en el restaurante dijo que era un collar magnífico.

De repente algo pasó: algo que pasa en todas partes, todo el tiempo, pero que esta vez nos pasó a nosotros. Se armó cierto revuelo alrededor, cierta agitación, pero la verdad es que recuerdo muy poco de los hechos circunstanciales de esa noche.

Lo único que puedo decirle es que lo supe como se saben tantas otras cosas, sin que haya que analizarlas demasiado: nunca en la puta vida me voy a olvidar del collar de fideos; eso pensé, literalmente, mientras las cuentas de colores volaban por el aire y los paramédicos dejaban de golpearle el pecho.




Egosofía: filosofía del Yo. I Diarios de antiayuda.


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