El carnaval del asteroide


El carnaval del asteroide.




Los medios de comunicación anunciaron que el asteroide pasaría a una distancia segura de la Tierra. No nos importó; o mejor dicho, nos importó casi tanto como las noticias sobre el puto calentamiento global. No es que quisiéramos burlarnos de la ciencia; a ver si nos entendemos: era carnaval, y eso significa que los que no estábamos completamente borrachos en las calles padecíamos horribles resacas en nuestros hogares.

Algo sabíamos sobre ese suceso, desde luego. Había estado en las noticias durante semanas. Era imposible encender el televisor y no ver a un astrónomo hablando sobre el tema hasta escupir espuma por la boca; pero incluso un tema tan importante como el posible fin del mundo, con el transcurso de las horas, pierde actualidad.

La última noche de los festejos coincidió con la órbita más cercana del asteroide. El cielo tenía un tinte verdoso, enfermizo, para nada el brillo enceguecedor que todos esperábamos. Las autoridades habían colocado cronómetros en las pantallas de las avenidas principales para que todo el mundo supiera el momento exacto en el que el asteroide estaba más cerca del planeta. Los más ensimismados se habían descargado una aplicación para evitar las aglomeraciones.

La cuenta regresiva empezó cerca de la medianoche.


...9...


Créame si le digo que todo el mundo, al menos en las calles, repetía al unísono cada número. Boludeces a las que uno concede estando en una multitud.


...8...


Mi plan era besar a Julieta en los instantes previos al apocalipsis, si es que los científicos estaban equivocados. ¿Buscar refugio? El asteroide tenía un diámetro de aproximadamente doscientos kilómetros.


...7...


Dígame usted dónde mierda se puede esconder uno de semejante cascote.


...6...


En esas circunstancias lo mejor que puede hacerse es entregarse a proyectos desesperados: cometer un asesinato, confesar una indiscreción, vengarse, besar a alguien; y no necesariamente en ese orden.


...5...


Julieta estaba preciosa esa noche. Miraba hacia el cielo con el ojos encendidos de ansiedad.


...4...


Sus manos apretaban dos manojos de papeles de colores. Los entregaban los organizadores del carnaval, supuestamente, para celebrar el paso del asteroide. ¿Se imagina usted una forma más ridícula de festejar?


...3...


Por otro lado, la situación me resultaba ampliamente favorable. Quiero decir, si besaba a Julieta e inmediatamente se producía el fin del mundo, perfecto. Si, en cambio, nada extraño sucedía en el cielo, el revoleo de papeles de colores disimularía la audacia del beso.


...2...


Tal vez olvidé mencionar que Julieta estaba casada con mi hermano. Detalles que uno frecuentemente olvida en un contexto semejante.


...1...


Con un certero botellazo en la nuca puse fuera de combate a mi hermano. Julieta no lo advirtió. Ya he dicho que estaba absorta en el cielo. Sus rodillas se flexionaron un poco, como para dar un salto glorioso al final de la cuenta regresiva. Sentí que su brazo se deslizaba entre mis dedos, como si flotara.


...¡CERO!...


Nadie sabe qué ocurrió exactamente. Ningún astrónomo lo aclaró por televisión. Solo sabemos que esa noche los papeles de colores lanzados al aire nunca regresaron.




Relatos de terror. I Egosofía: filosofía del Yo.


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