Consejos para ahorrar munición durante el apocalipsis.
Los parámetros de la misión eran claros: defender nuestra posición. Y lo hicimos, a costa de docenas de hombres, de todos, en realidad, salvo dos.
Mi compañero y yo retrocedimos hasta la abertura de una cueva olvidada, estableciendo un improvisado cuello de botella. La oscuridad a nuestras espaldas nos parecía encantadora comparada con la negra desolación que se extendía ante nosotros. Así esperamos a que los muertos se reagruparan.
Y entonces llegaron: cientos, miles; una inconcebible marea de cadáveres ambulantes.
Le alcancé a mi compañero la única arma de fuego que nos quedaba. Por suerte, las balas no eran un problema.
—¿Munición? —le pregunté.
—Sí, dos —respondió mi compañero.
Le alcancé dos cajas de 9 mm.
Mi compañero sacudió la cabeza, sin dejar de observar a los muertos que se aproximaban.
—Sólo dos —insistió, mientras cargaba el arma con dos relucientes proyectiles.
Egosofía: filosofía del Yo. I Diarios de antiayuda.
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1 comentarios:
Buen relato. Corto y contundente.
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