¿Soñar con otra persona es infidelidad?
El problema principal a la hora de interpretar el significado de un sueño es, desde luego, el soñador.
Los hechos que ocurren durante el sueño a menudo parecen contrarios a nuestros deseos, es decir, actos y situaciones que de ninguna forma querríamos experimentar. Esta evaluación del material onírico es, por supuesto, falsa; ya que los sueños son representaciones de deseos reprimidos.
Justamente por eso nos cuesta encontrar el verdadero significado de los sueños.
Cuando un soñador relata su sueño, no importa si es agradable o aterrador, como podría serlo una pesadilla, a menudo lo hace como si el autor de esas fantasías fuese otro.
Rara vez el soñador se hace cargo de sus sueños, es decir, que absolutamente todas las imágenes de sus sueños, aún las que repugnan a la razón, son de su propia cosecha.
Algo de eso ocurre con los sueños de infidelidad, es decir, sueños en los que soñamos con alguien que no es nuestra pareja.
Nuestro inconsciente es mucho menos tajante que nosotros, es decir, considera las cosas en bruto, sin traducciones ni represiones de ninguna índole. En su realidad no existe tal cosa como la infidelidad.
Los sueños tienen la capacidad única de agrupar los impulsos físicos, mentales y espirituales. Los deseos fluyen libres, sin censuras, y ciertamente sin nuestras valoraciones éticas y morales sobre la infidelidad.
Esto nos permite vivir con cierto grado de salud mental.
Si habría que definir al ser humano resulta menos oportuno decir que somos seres pensantes que seres que desean.
El deseo es un impulso. No se lo puede anular, pero sí restringir.
Esa es la tarea de nuestra consciencia.
¿Adónde van a parar esos deseos prisioneros?
Las posibilidades son muchas, pero lo cierto es que todos ellos se expresan a través de los sueños.
Sin embargo, nuestro inconsciente es demasiado hábil como para expresar esos deseos en términos que nuestra consciencia pueda traducir, y en consecuencia volver a reprimir.
De ese modo elabora símbolos, construcciones que enmascaran el deseo y lo representan a través de imágenes que, vistas a través de la consciencia, nos parecen sencillamente descabelladas.
No obstante, mientras soñamos rara vez consideramos que algo dentro del sueño es extraño.
Supongamos que, una soñadora mujer, siente un fuerte deseo por el mejor amigo de su novio. Naturalmente, la mayoría reprimiría ese deseo por considerarlo inadecuado, sin llegar siquiera a ser consciente de él. Sin embargo, el deseo ya fue forjado: está allí, alerta, acechante, aguardando el momento de ser representado en sueños.
Las formas de esa representación son muchas, la más conocida, sin embargo, es soñar que estamos dentro de un vehículo con alguien. Ninguna mente consciente sospechará que ese viaje simboliza el acto sexual, de modo que todos, consciente e inconsciente, se ven plenamente satisfechos: el primero por reprimir un impulso y el segundo por manifestarlo simbólicamente.
La infidelidad, por suerte, no tiene nada que ver con nuestros sueños. Allí las reglas las pone otro, afortunadamente, para que todos nuestros deseos sean satisfechos.
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