Cuando la tristeza nos vuelve inmortales


Cuando la tristeza nos vuelve inmortales.




—Mire, profesor Lugano. El hombre parece realmente triste.

Seguimos el dedo indiscreto que apuntaba hacia un hombre joven licuando su tristeza en alcohol, solo, cabizbajo con los antebrazos apoyados en la desgastada barra del bar.


—Seguramente sufre por amor. —aventuró alguien.

—¿Y por qué otra cosa valdría la pena sufrir? —filosofó otro.


Los minutos pasaron, lentos y apáticos, mientras el muchacho, todavía inmóvil, solo y cabizbajo, hundía sus ojos en los fugaces reflejos avinagrados que ondulaban en el vaso.

Los comentarios se sucedieron a toda velocidad:


—Nunca he visto una borrachera más extraña. ¡No ha bebido un solo trago!

—Creo que duerme.

—... que sueña.

—... que imagina.

—...que recuerda.

—Pobre diablo —comentó desfachatadamente Masticardi—. Sufrir por amor es una pérdida de tiempo.


El profesor Lugano emergió brevemente de su letargo.


—¿De tiempo? —preguntó, sumido en la confusión de sus repentinas y esporádicas siestas.

—Lo que escuchó, profesor: una pérdida de tiempo.


El muchacho se incorporó, pagó el vaso que no había bebido y ganó la puerta con absoluta tranquilidad.


—Ese hombre que acaba de irse ha ganado más tiempo del que a usted o a mi nos queda, compañero Masticardi.


Masticardi suspendió un gesto de incredulidad.


—No sea ridículo, profesor. Sufrir por amor es una absoluta pérdida de tiempo. Entre la ruptura, el desamor, el desengaño, la tristeza y el duelo que cada uno debe elaborar, podemos desperdiciar un tiempo valiosísimo.

—Su conjetura solo podría ser acertada si el tiempo fuese algo continuo. Insisto, aquel muchacho ha ganado mucho tiempo. En un rato de tristeza, de absorto sufrimiento, se aprende mucho más que en siglos de alborotada dicha.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso me conmovio el corazon



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