Por qué es imposible reencontrarse con alguien [paradoja de Teseo]

—Me siento pletórico, profesor Lugano. Acabo de reencontrarme con alguien que no veía desde hacía años.

—Eso es imposible, hombre.

—¡Por supuesto que es posible! Acabo de corroborarlo. Se trata de una vieja novia del colegio secundario. Noemí.

—¿Ella sigue en el colegio?

—Desde luego que no.

—¿Sigue siendo soltera?

—No. Se ha casado y actualmente está divorciada.

—Entiendo. Pero insiste en seguir llamándose Noemí.

—Efectivamente.

—Me temo que usted ha caído en una paradoja fundamental: conocida como Paradoja de Teseo.

—¿El mismo Teseo qué mató al Minotauro?

—Exacto. Plutarco relata que la madera del mítico barco de Teseo fue reemplazada paulatinamente, generación tras generación, hasta que del original solo quedaron recuerdos. Acto seguido, el filósofo se pregunta: «¿podemos seguir llamándolo barco de Teseo cuando ya no posee ninguna de sus piezas originales?».

—Creo entender a qué se refiere, profesor. Pero esto es distinto. Quiero decir, estamos hablando de una persona, no de un barco.

—Precisamente. No solo es imposible reencontrarse con alguien, ya que ese alguien invariablemente será distinto del que conocimos; por lo tanto, será otro. Todo reencuentro con alguien conocido es, en realidad, el primer encuentro con un desconocido.

—Me perturba un poco esa idea, profesor.

—Descuide. No es algo nuevo para usted. De hecho. Lo viene experimentando diariamente.

—¿Sí?

—Por supuesto. Cada mañana, al mirarse en el espejo, está usted viendo a alguien que no conocía; y acaso reafirmando aquel inquietante pensamiento de Heráclito: «Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces».




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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