El profesor Lugano y la teoría de los 5 minutos


El profesor Lugano y la teoría de los 5 minutos.




—Mi esposa me engaña, profesor Lugano.

—Lo sé.

—¿Lo sabe?

—Conozco los síntomas del desliz ilegítimo. Además, ella vino a verme y me lo confesó todo. Acaba de irse hace dos minutos. Pero no se preocupe. Solo lo ha engañado una vez.

—¿Cómo puede estar tan seguro?

—Sencillamente porque no ha tenido tiempo. El universo existe desde hace cinco minutos.

—¿Está burlándose de mi, profesor?

—En absoluto. Solo cito una teoría de Bertrand Russell. Según él, el universo solo existe desde hace cinco minutos. Nadie ha podido demostrar lo contrario.

—Pero si eso es cierto, Bertrand Rusell nunca existió.

—Precisamente.

—Y qué me dice de los recuerdos, de las arquitecturas, de los fósiles, de los ojos de mi madre muerta...

—Todo eso puede explicarse siguiendo el mismo principio. El universo apareció, tal como está, hace cinco minutos, incluídos nuestros recuerdos, nuestros ancestros, nuestro pasado. Dios se empeña en una constante recapitulación. Cada cinco minutos el universo se rehace. Antes de ese lapso, tal vez, fui yo el engañado y usted el exégeta que procuró consolarme.

—Déjeme decirle que su hipótesis no me tranquiliza en absoluto, profesor. Si el universo tiene solo cinco minutos de existencia, es realmente poco para que mi esposa se haya sentido tentada a engañarme.

—Creo que no ha llegado a entender el alcance de la propuesta de Russell. Esos cinco minutos son eternos, se rehacen a sí mismos, se recomponen utilizando un número finito de átomos. Aunque la traición de su esposa sea peligrosamente reciente, para ella es el producto de toda una vida que juzga real y concreta. Me permito citar a Borges:


«Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente.»


—¿Borges también fue cornudo?

—¿Quién puede jactarse de lo contrario?

—¿Aún en un universo de cinco minutos?

—Aún así.

—Ahora que lo pienso, si su hipótesis resulta ser cierta mi esposa necesariamente debió engañarme con usted. Quiero decir, si estuvo aquí hace unos minutos no tuvo tiempo de entregarse a los brazos de alguien más.

—Es cierto.

—¿Lo confiesa?

—Desde luego. Le quedan exáctamente diez segundos para matarme. Más allá de eso nos espera el vacío.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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