El teatro de la vida.


El teatro de la vida.




—Existe un orden secreto, una sincronía, en todos los actos del hombre, aún en los más frívolos y aparentemente banales. Todos, constantemente, interpretamos un papel que otro ha escrito para nosotros.

—El demiurgo como guionista. ¿Se refiere a eso, profesor Lugano?

—En parte. Fíjese en la tragedia griega, y todavía antes, en el mito. Los dioses se regocijan en presenciar la misma historia una y otra vez, aunque con distintos intérpretes.

—La teoría del eterno retorno, de Nietchze.

—¡Pero no, hombre! No hablo de una repetición a nivel molecular, sino de ciclos, de mareas, de eventos que nunca cambian, que son inamovibles, aunque las personas que los interpretan vayan cambiando con el tiempo.

—En ese caso estaríamos en el escenario de un gran teatro cósmico.

—Sí, pero con la curiosidad de que el auditorio es siempre el mismo. Los que van cambiando son los actores.

—Teniendo en cuenta eso esta conversación ya se produjo entre otros hombres.

—Posiblemente.

—Y Dios, en su infinita paciencia, casi como un niño, disfruta del mismo acto repitiéndose una y otra vez.

—Exacto.

—Y a un par de metros nuestros un hombre se hurga los orificios nasales ignorando al niño que reclama una moneda, una mujer pasa la yema del dedo por un aparato que, me cuentan, se conoce absurdamente como «teléfono»; alguien sufre, alguien recuerda, alguien sufre porque recuerda, mientras un perro se lame los verga y la sobrina de doña Rita, a pesar de insistir con ese maquillaje horrendo, me parece cada día más hermosa.

—...

—Ahora que lo pienso, profesor Lugano, coincido con usted. La vida es un teatro.

—Con actores de mierda.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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