Nunca queremos lo que pensamos que deseamos.
Después de nuestra pobre disertación acerca de los Finales Felices, el profesor Lugano incluyó esta problemática en una cátedra subterránea para sus más selectos acólitos. El tema en cuestión era la felicidad, y más aún, la felicidad como desviación sobre los intereses esenciales del ser.
—La felicidad es la aspiración de los conformistas —empezó Lugano—. Si lo pensamos bien, la felicidad realmente no encaja con nuestra estructura emocional, sino todo lo contrario.
—Pero, profesor —lo interrumpió uno de sus seguidores—, con esta idea usted destroza los mismos principios por los cuales cada persona en este mundo se levanta por las mañanas. Quiero decir, todos deseamos la felicidad.
—Sostengo que todo aquel que piense en la felicidad como un bien a conseguir sufre una severa deformación cognitiva.
—Me permito disentir con eso, profesor.
—Permítase todo lo que quiera. Eso no lo hace menos cierto. Nadie realmente desea alcanzar la felicidad. De hecho, hay algo decadente en esa idea, algo que no se ajusta ni siquiera ligeramente a lo que somos. ¿Cuénteme a qué se dedica?
—Soy cocinero, profesor.
—Muy bien. Ahora imagínese en la vorágine de la cocina, preparando la cena para, digamos, unas cincuenta personas. Imagine la presión, el cansancio, el agotamiento mental, la exigencia de la tarea. Ahora trate de insertar la felicidad en ese proceso y verá que realmente no encaja. Sin embargo, a pesar de que la felicidad no entre en la ecuación en ese momento usted está mucho más cerca de ella que cuando todo el trabajo esté terminado.
—¿Por qué no podría entrar la felicidad en el proceso?
—Porque la felicidad prescinde del dolor. No lo incluye ni lo admite. Y usted, haciendo lo que le gusta, está dispuesto a sufrir en el proceso. Por eso me atrevo a afirmar que la felicidad carece de ética; es, en definitiva, inmoral.
—Pero eso excluye para siempre el deseo de obtener algo, por ejemplo, un trabajo bien hecho.
—El problema radica en que ni usted ni nadie en el mundo quiere conseguir aquello que desea. Más aún, lo que usted desea no es real. Usted piensa que desea algo, cree que lo necesita, que por alguna razón misteriosa lo cambiará o lo llevará a un nivel de satisfacción mayor del que actualmente se encuentra, pero en realidad todo eso es un engaño de la mente.
—Me atrevo a intervenir, profesor -dijo otro de los acólitos-. De hecho, me permito intervenir con brutal honestidad, si me lo permite.
—Adelante.
—Para demostrarle que su filosofía está equivocada le daré un pequeño ejemplo personal. -anunció el hombre- Estoy casado desde hace veinte años. Desde hace dos años mantengo una relación paralela con una mujer encantadora. Por principios, y tal vez por cobardía, sé que nunca abandonaré a mi esposa, pero creo que si ella muere finalmente podré ser feliz con mi amante.
Con un ademán que fingió ser casual el acólito mostró a la concurrencia que llevaba un revólver bajo el saco.
—Pienso matarla esta noche —agregó el hombre.
—¿Y piensa que de ese modo será feliz?
—Pienso que al menos se abriría la posibilidad de ser feliz con mi amante.
—Le aseguro que se equivoca —dijo el profesor en un tono más confidencial—. Su problema es claramente cognitivo. Usted piensa que si su esposa sale del cuadro finalmente podrá ampliar sus experiencias con su amante y de ese modo alcanzar la felicidad que siente estando con ella.
—Precisamente.
—Usted peca de algo peor que la estupidez —dijo Lugano—. Peca de inocente.
—No lo creo. Hay una sola bala en este revólver con un nombre marcado.
—Podrá haber una sola bala, pero créame que tiene dos nombres marcados —calculó Lugano—. Usted está seguro de saber lo que quiere, pero cuando consiga su objetivo se dará cuenta de su error, me temo que demasiado tarde. Verá que la situación es mucho más compleja de lo que parece. Usted no desea realmente la felicidad, es decir, no desea ser una presencia excluyente en la vida de su amante. Lo que usted desea ya lo tiene. Su amante lo satisface justamente porque es un algo lejano, algo sobre lo que sueña, algo que desea justamente porque es lejano.
—Pero...
—Pero nada. Nunca queremos lo que pensamos que deseamos. Como le dije antes, esa bala tiene dos nombres marcados. Si por alguna locura personal usted decide matar a su esposa, también habrá matado a su amante.
Después de algunos forcejeos logramos desarmar al acólito. La cátedra continuó, con algunos incidentes menores, hasta bien entrada la madrugada.
La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.
El artículo: Nunca queremos lo que pensamos que deseamos fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
3 comentarios:
Un Lugano, una opinión
Dos Luganos, una discusión
Tres Luganos, una guerra
Cuatro, el Apocalipsis
Gracias a Dios solo tenemos a UNO! y es el mejor! jaaa sin duda tiene razón bajo su enfoque.
Un tema interesante, la vida es una continua lucha, para todos, mientras mas motivos para luchar mas dolor y mas vida. A la final siempre conseguimos la paz...o el vacío, asi que no estamos en esta vida para descansar y no luchar..logicamente estamos aqui por un motivo, eso es lo magnífico de la vida, que queremos la paz?! o necesitamos ganarla a través de la vida?! la vida..si todo lo desable fuese realizable la vida sería demasiado facil, y lo facil no se valora, por eso lo inalcanzable es lo perdurable.
Muy buenas teorías Luganísticas, adoro a este Lugano! pese a que a veces me hace masticar largos ratos para poderlo tragar, jaa, pero realmente es adorable su visión. Siempre la pega!
Al hombre que quería matar a su esposa...pobre hombre, creo que estaba desesperado, por un lado casado! ya eso es una gran miseria, por otro lado casado y aborreciendo a la esposa! y para colmo loco por su amante! francamente se debe desarmar al señor! espero lo hallan logrado! porque si llevara dos balas, lo mas probable es que la 1era fuera para su mujer y la 2da para él mismo, pues despues de cometer un acto criminal por mas pasional que sea, nunca lograría vivir en paz ni con su amante ni con su propio reflejo, lo persiguiría el fantasma de su crimen hasta la locura. Lo mejor es que se tome un vinillo y se relaje que ...si el enemigo es mas fuerte..únetele! robale su aliento con palabras dulces y cuando todo este olvidado...frío llega el dulzor de la venganza, como brisa de la mañana sin buscarla un día Dios le cumple su deseo, y aun en ese entoces? será feliz? será feliz con su amante? su amante ya no seria mas su amante y quizas luego necesite un nuevo amante porque lo que no puede es asimilar que le han robado su voluntad? su libertad? su palabra y si se descuida hasta sus pensamientos? pobre hombre! menos mal que Lugano siempre ayuda al afligido y le devuelve el razonamiento!
...es mas, donde está ese acólito para brindarle un vinillo y unos cuantos cosejillos?????!jaja
Entonces qué queremos?
Publicar un comentario