El último deseo de un indeseable.


El último deseo de un indeseable.




En un callejón de La Paternal, lindero a las vías del Urquiza, vivía un hombre tan conocido como solitario, cuya presencia aseguraba cenáculos inconclusos y toda clase de tragedias climáticas. Su nombre era Nito Vergara, quien había tomado una sola decisión en toda su vida: prescindir del Deseo

Cierta noche, mientras debatíamos en el bar asuntos de gran importancia inmediata, como la organización anual de nuestras fiestas caniculares; el profesor Lugano invitó a Vergara a integrarse a la charla con el propósito de interrogarlo acerca de aquella decisión.

—Se lo repito, profesor —reafirmó Vergara—. He decidido prescindir del deseo.

—Pero, hombre. El Deseo es imprescindible.

—No crea. Si usted lo piensa como el anhelo de saciar un gusto o un apetito, se puede vivir perfectamente sin él.

—¿Se refiere a deseos materiales o a los otros?

—Me refiero al Deseo en general. Yo no deseo nada. Eso.

—Permítame desconfiar. El Deseo es algo sobre lo que no tenemos control. De hecho, el Deseo tiene un origen externo; se nos induce a partir de ver o imaginar algo de lo que carecemos.

—No hay nada externo que yo desee.

—Eso es una generalidad.

—Es una realidad.

—Piense por ejemplo en el deseo sexual. No es justamente algo que surja espontáneamente, sino como consecuencia de la atracción.

—No hay nada que me atraiga, profesor.

—Pero no se quede únicamente con eso, camarada. El Deseo es solo un estímulo. Lo que en realidad buscamos es satisfacer un algo indefinible.

—Yo no busco satisfacer nada.

—Eso es imposible. El Deseo existe porque justamente no existe en sí mismo, sino a través de sentimientos alimentados por una necesidad. Todos necesitamos algo: amor, afecto, ternura, dinero, reconocimiento, salud.

—¡Es que yo no necesito nada, profesor!

—Incluso es preferible un exceso de Deseo a su total ausencia. Es mejor desear sin importar las consecuencias que no desear en absoluto.

—No soy un psicópata, profesor. Me importan las consecuencias de todos mis actos. Pero se olvida de algo. Sin deseo no hay frustración, no hay insatisfacción.

—Le recuerdo que su filosofía lo condena a un infierno de hastío.

—¿Por qué?

—Según San Agustín todos los deseos son hijos de un Deseo Primordial: retornar al Creador. Los Deseos son máscaras.

—Justamente por eso no deseo nada. No quiero ni me interesa regresar al Creador.

—Pero el Deseo nos hace humanos, Vergara; nos extrae de nosotros mismos, nos arroja sobre el mundo, nos desordena, nos lleva a la libertad.

—Todo lo contrario. La única libertad consiste en no desear, en no necesitar nada.

—Entonces usted reivindica la muerte. El Deseo es una búsqueda, no siempre juiciosa, de algo que está más allá de nosotros. En cierta forma uno es también aquello que desea.

—Entonces no soy nada.

—¿Está seguro?

—Totalmente.

—No desea ni siquiera la vida.

—No deseo vivir ni morir.

—¿Entonces le da lo mismo?

—Sí.

—¿Le da lo mismo que le vuele la tapa de los sesos o que le invite una copa de Pernod?

—Exáctamente lo mismo.

El profesor Lugano, cuyo crédito en el establecimiento no tiene límites, solicitó una copa de Pernod y un revólver. Con gran devoción el dueño los colocó sobre la mesa.

—¿Qué prefiere?

—Me resulta indiferente.

—¿Qué le parece si hacemos ambas cosas? Quiero decir, beber y después lo cago a tiros.

—Ya le dije que me da lo mismo.

—Beba.

Vergara bebió.

—Cierre los ojos.

Vergara los cerró. El profesor Lugano le apuntó a la cabeza con el revólver.

—¿Algún último deseo?

—No.

—Adiós, Vergara.

—Adiós, profesor.

Lo que ocurrió a continuación es difícil de describir. Baste decir que después de aquella noche jamás volvimos a cuestionar la posibilidad de que algunos hombres simplemente no desean nada.




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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2 comentarios:

Unknown dijo...

Wow, joder, es perfecto, es excelente: se me puso la piel de gallina.

Felicito al que lo escribió!

Lú Nava dijo...

Parece algunos la forma en que Vergara ve la vida, es indiferente y vacía
pero muchas he pensado lo mismo, se puede encontrar la verdadera libertad
al no sentir necesidades; necesidades que nos abruman, que nos torturan, que nos hacen mas daño, porque la libertad radica en el desprendimiento de un mundo materialista que arrastran cadenas de sufrimiento, angustia, preocupación y necesidades insatisfechas. La libertad es desprenderse de nuestros propios demonios llamados Deseos"




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