E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia


E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia.




No es infrecuente que los narradores en las obras de Edgar Allan Poe estén completamente locos. De hecho, son ellos mismos quienes afirman sin vacilar que han perdido el juicio, casi siempre a causa de los hechos inquietantes que están a punto de relatar.

Incluso el propio autor, en una carta en la que comenta su sufrimiento tras la muerte de Virginia Clemm, su esposa, sostiene lo siguiente:


Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura.
(I became insane, with long intervals of horrible sanity)


Es relativamente fácil dudar de los narradores de E.A. Poe, de los sucesos escalofriantes que refieren, e incluso adjudicarles cierto grado de falsedad en sus testimonios. Después de todo, están locos; y los locos casi nunca ven el mundo del mismo modo que los cuerdos.

Es decir que, frente a un Narrador que se define a sí mismo como loco al inicio de una historia, podemos conjeturar que los hechos que narrará a continuación no son del todo reales. Pueden existir exageraciones, fantasías, alucinaciones, de modo tal que su testimonio resulta inadmisible en términos literales. Pero esa sospecha, lícita en esencia, es inadecuada cuando nos referimos a este gran maestro del relato de terror.

Porque E.A. Poe no utiliza a la Locura para darle verosimilitud a lo inverosímil; es decir, para volver admisibles cuestiones irracionales. En todo caso, la Locura en Edgar Allan Poe es la forma más elevada de la inteligencia.

En manos de autores perezosos, cuando no mediocres —y esto se observa con mayor frecuencia en el cine—, la locura es utilizada como pretexto para lo fantástico. Entiéndase del siguiente modo:

Un autor necesita —o desea, vaya uno a saber— insertar un elemento fantástico en el argumento, pero su cobardía le impide hacerlo como es debido. En consecuencia, utiliza un personaje cuya cordura esté comprometida para que sea éste quien introduzca lo fantástico sin deteriorar la estructura de la realidad dentro de la historia.

De este modo, uno lee —u observa en la pantalla— toda clase de maravillas cuya subjetividad nunca queda del todo aclarada.

Quizás todo sucedió realmente, quizás son las alucinaciones de un loco; quizás todo fue un sueño, una pesadilla, una simulación. Para los oscuros propósitos del autor mediocre poco importa. Únicamente importa que ese quizás justifique la intrusión de lo fantástico sin romper del todo con la realidad objetiva.

Existe una figura en la narrativa que se conoce como Narrador Sospechoso (Unreliable Narrator), básicamente un narrador poco fiable en sus declaraciones, y cuya credibilidad está seriamente comprometida. En el caso de E.A. Poe, esa credibilidad se compromete como consecuencia de la Locura.

Ahora bien, un Narrador Sospechoso no es necesariamente alguien que no dice la verdad, es decir, alguien que confunde o directamente falsea los hechos de manera consciente o inconsciente. Puede ser algo más que eso.

Mentir, ocultar información, juzgar de forma equivocada y, en consecuencia, confundir la naturaleza de los hechos de cara al lector, son parte del universo del Narrador Sospechoso. Decir que alguien está loco, o bien asumirse dentro de esa exagerada categoría, le permite al lector una herramienta para poner en duda las declaraciones del Narrador.

Es así que, frente a un cuento de E.A. Poe, donde a menudo en el primer párrafo el Narrador aclara que está loco, podemos interpretar que los hechos asombrosos que serán narrados a continuación acaso pueden ser explicados como el producto de una mente delirante. No es que estos Narradores mientan; todo lo contrario, dicen la verdad, pero una verdad que solamente adquiere validez dentro del marco de la locura y que frecuentemente resulta inadmisible para la razón.

E.A. Poe ha hecho un culto del Narrador Sospechoso. De hecho, rara vez nos encontramos con uno que no esté loco, y que no vacile en afirmarlo. Sin embargo, aquí la locura no funciona como una disminución de las capacidades racionales y cognitivas, y por lo tanto no sitúa al Narrador un escalón por debajo de la razón; todo lo contrario, para E.A. Poe la locura es la más sublime manifestación de la inteligencia.

Lo que Poe deja en claro en los primeros párrafos —esto es, que el Narrador está loco como una cabra— no implica un guiño al lector en el sentido de que la narración subsiguiente es posiblemente exagerada, poco fiable, o directamente falsa, como lo haría un autor mediocre, sino que esos hechos inexplicables, dentro del relato, pertenecen a una dimensión superior de la realidad, la cual solo es accesible mediante la locura; a su vez, un estado más elevado y sutil de la inteligencia.

El Narrador que admite la locura al comienzo de la historia NUNCA utiliza ese recurso como advertencia al lector, y menos todavía como herramienta para darle cierta ambigüedad a los hechos que narrará. En otras palabras: el Narrador nos dice que está loco pero no para que pongamos en duda su testimonio, sino para que comprendamos que su inverosimilitud solo es tal para nosotros, los lectores —en apariencia, perfectamente cuerdos—, no para esa forma más elevada de inteligencia que es la locura.

Me apresuro a aclarar que estas observaciones no pretenden ser originales. Desde hace años hemos prescindido de tales aspiraciones.

E.A. Poe no hace ningún esfuerzo por ocultar su creencia de que la Locura es, o puede ser, un estado más elevado de la consciencia. De hecho, lo sostiene en cada relato, una y otra vez, desde Ligeia a Berenice, desde La caída de la casa Usher a William Wilson, pasando por un sinfín de historias más, pero siempre dentro del discurso de aquel que afirma estar Loco, cuyo testimonio a menudo cae en el descrédito a causa de esa afirmación.

Para finalizar, le cedemos la palabra a Edgar Allan Poe, quien cierra esta discusión de forma tajante, y con una simple frase en el cuento: Eleonora (Eleonora).


Los hombres me han llamado loco, pero la pregunta aún no ha sido resuelta, si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
(Men have called me mad; but the question is not yet settled, whether madness is or is not the loftiest intelligence)




Más sobre E.A. Poe. I Taller literario.


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2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La excepcion en Poe es El corazon delator, en que el personaje niega estar loco

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo. No completamente. Bien, es cierto que los narradores en Poe se afanan de su locura como una característica de su lucidez mental, una cualidad de su mente brillante. Pero, también, y esto es en lo que no concuerdo, es utilizada para introducir elementos fantásticos en el relato, para dotarlo de cierta ambigüedad, exigiendo en el lector la duda, a veces incluso pedido textualmente como en Eloise o en otros relatos, pues el mismo narrador consciente en su locura, también duda de sí mismo.

La cobardía que en este texto se le atribuye al autor, es la misma que hay en algunos relatos de Poe. Excepto en algunos en donde la fantasía es propia del cuento como tal, por ejemplo en Sombra o Silencio, en donde el elemento es parte misma del relato.



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